ENFOQUE
La seductora resignación a ser mediocres
Podría haber titulado esta nota como “elogio de la mediocridad”, que fue por cierto mi primera intensión, pero me remitía inevitablemente a aquella novela del peruano Mario Vargas Llosa.
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Elogio, en su acepción inicial refiere a un hecho o gesto apreciado, un reconocimiento tácito hacia persona o cosa. Pero todo es parcial y pueden entenderse los hechos con distinto sentido según el contexto, como ocurre en el desenlace de la historia del premiado con el Nobel.
Recuerdo aquella frase que podía ser aplicada en el obituario de cualquiera, tanto a la más digna persona como al peor de los delincuentes: ... muy apreciada en el círculo de sus amistades....
¿Y por qué me concentro tanto en ese término?
Es posible que la comodidad, o las ocupaciones digitales nos tienten a renunciar a aspiraciones superiores, a perseguir metas que otrora parecían alcanzables y ahora no tanto.
Esa complicidad que tenemos con la comodidad merecen aquel elogio.
No asumir los compromisos de responsabilidad ciudadana, de justicia o de equitativa distribución de recursos nos coloca en un limbo inocente y a la vez perverso muy parecido a la indulgencia que se busca al entrar al confesionario.
Creo que en estos días, proscribiendo listas de candidatos se está haciendo un elogio a la mediocridad. Es hacer con los propios lo que no queremos que los ajenos nos hagan.
El discurso anuncia que hay que asegurar el bien general por sobre los intereses individuales aunque hace muchos años que estamos esperando el famoso “bien general”.
De poco han servido cuarenta años de democracia cuando hoy, a las puertas de una nueva elección, dos tercios de los candidatos se solazan ofreciendo represión, supresión, ajuste y orden. Y cabe parafrasear la famosa sentencia peronista: Todos somos de derecha, pasa que aún no lo sabemos. Y algo de verdad encierra esta frase porque… ¿Quién está exento de la egoísta acumulación? ¿Quien no recibió tangencialmente la observación del panóptico desperonizador?
Se es mediocre y soberbio al permanecer tanto tiempo en el poder local (autoproclamándose democrático) y es mediocre el razonamiento en no denunciar firmemente las irregularidades del gobernante renunciando así a la crítica.
Podrán aducir que no poseen el principal fierro que es un medio de difusión potente pero, y siempre y bajo el incómodo “pero”… Teniendo como ejemplo la vidriera capitalina de medios, sabiendo que la posesión de la información crea sentido y habiendo transcurrido dos décadas de monólogo lunghista ... ¿Pueden explicar, los muchachos, la razón de una siesta tan larga de quietud y tibieza?
Me pregunto si no es tiempo ya de corregir estrategias en estos días preelecionarios.
Lunghi gobierna desde hace 20 años la ciudad porque es Lunghi. Es una marca.
Quien pretenda guiar los destinos locales deberá construir su identidad y si esto que nos presenta la oposición es su mejor retrato, desde ya creo que no alcanza.
Hoy, con la campaña lanzada nos convencen de elegir a nivel nacional el mal menor, taparnos la nariz por tercera vez consecutiva es un montón y esta vez el laberinto elevó sus paredes para no permitirnos saltar.
Algunos renunciarán al sufragio, no irán a votar y desertarán a ser ciudadanos. ¿Y cómo se entiende esta actitud? ¿Como valentía, como rebeldía? O tal vez, y tristemente, como mediocre indiferencia.
Cuando digo y me refiero a la mediocridad estoy afirmando que los promedios llevan siempre, definitivamente a elegir saldos, la inercia de lo mismo, la penosa resignación a decir que “Es lo que hay”..
Y lo que hay es una ciudad de derecha más derechizada e indolente.
Recordar una ciudad previa como posible y pensar que se puede volver a ella es, de mínima, un pensamiento ingenuo. Y eso que para enfrentar a Lunghi se necesita muy poco.
Alcanza con salir de la mediocridad y del elogio a lo berreta. No parecería tarea difícil si el objetivo es poder proyectar una alternativa y comunicar una ciudad desarrollada.
Lunghi entendió de entrada que neutralizar y diluir al peronismo era esencial para su proyecto personal y el de la nueva inmigración. No necesitó inteligencia, solamente replicar lo que se desarrollaba a cuatrocientos kilómetros al norte.
Por supuesto que los vientos de cola proporcionados por el kirchnerismo y aprovechando inteligentemente las bondades de esa política le crearon los caminos para su cimentación.
Las artes marciales se valen del esfuerzo ajeno y el “judoka” Don Miguel supo hacerlo.
Hoy y desde hace varias elecciones vemos que los esfuerzos del gobierno provincial y nacional resultan inútiles al tratar de fogonear al diputado y crédito local con favores presupuestarios que, irónicamente, el imaginario ciudadano se lo acredita a la cuenta del ex pediatra.
El candidato de “Unidos” se esfuerza en resaltar este aspecto y lo repite en los actos de campaña y me pregunto: ¿No estará haciendo un elogio de la lamentación?
La difícil tarea de convencer a la ciudadanía acerca de la mediocridad real de Lunghi y su incultura no se construye con lamentos. Esta estrategia actúa antagónicamente ante la “viveza criolla” del Barón y sus apóstoles, para beneplácito de sus votantes y extraños.
Reconozco que la crisis de identidades políticas cruza horizontalmente a Tandil y a la Argentina toda. Hemos visto como radicales se camaleonizan en conservadores o proto represores, socialistas y siniestros confundidos sin destino y peronistas súper aburguesados que han perdido sus respectivos nortes.
Pretendemos soslayar los textos que nos anuncian conceptos claros, conocer la diferencia entre la acumulación egoísta y la distribución equitativa es donde reside desde siempre la verdadera lucha. En esa fricción, el poder pretende con alambiques políticos camuflar la verdadera deuda.
Hace unos días llego a mi lectura la opinión del poeta hondureño Livio Ramirez que en un recorte de reportaje expresa: “Me preocupa que la verdadera literatura sea subestimada en función de estas baratijas visuales que hay, como Internet y, sobre todo, me preocupa que la juventud sea víctima inconscientemente de un proceso de desidentidad, de pérdida de su razón histórica de ser”
La mediocridad está relacionada con la comodidad y la comodidad con el desinterés.
Si proyecto estas condiciones al plano artístico aseguro que la tendencia es idéntica. La negación a la crítica y la aceptación del presente como estado inapelable van conformando las bases de la universalización del promedio para aceptar la vida como estadística media renunciando a nuestro real progreso como individuos o como sociedad.
El “primer trabajador” decía que la única verdad es la realidad y por desgracia de esta frase fuimos construyendo un país de soluciones coyunturales y de urgencias inconvenientes. La verdad es más compleja.
El elogio que describía el genial peruano devenido en “facha” ensambla perfectamente con nuestra realidad. El escritor nos eclipsa con su fachada erótica y efímera para ocultarnos y apenas insinuar otras miserias inconfesables.
La inocencia puede ser una mascarada, el elogio un canto de sirena y nuestra comodidad el purgatorio de un devenir suicida.
Estamos en tiempos pre electorales, en tiempos de campaña y promesas de novio.
En mi ciudad dirimirán los mismos de siempre, La Cámpora por un lado y el baronazgo en la opuesta esquina.
En términos plásticos podría describirse como la contienda entre el viejo “kitsch” y el conceptualista novel con discurso performático.
Sabemos que es una justa despareja y el resultado está cantado. Los fierros los tiene el viejo y el diputado sólo algunos ideales y si recurro a analogías con la mitología bíblica puedo citar a las remanidas figuras de David y Goliat.
La expectativa igualmente habita en nosotros. La contienda es entre quienes pretenden perpetuarse en la mediocridad o los que pugnan por una alternativa superadora.
De la troupe del gobierno de las dos décadas hay quienes ya apuestan resultados con cifras anunciadas y con rostros sobradores. Con cubiertos mellados y la servilleta al cuello.
Pero… pero… y tal vez...
¿Podrá el elegido ser digno de nuestro elogio?
¿Habrá sabido David recoger por fin el guijarro necesario?