Opinión
La política ante la marcha de los desahuciados
Desahuciados. En las encuestas y en las conversaciones que se dan entre los participantes de distintos Focus Group, es una de las palabras que más se repiten a la hora de medir el ánimo social. Significa, según la propia Real Academia Española, “quitar a alguien toda esperanza de conseguir lo que desea”.
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El último sondeo publicado por Opinaia muestra que la agenda de la opinión pública continúa siendo ordenada por temas económicos. No sólo la inflación es preocupante, también la pobreza y el desempleo. Los índices alarmantes que exhibe Argentina en el campeonato económico, orientan la brújula de las inquietudes de los argentinos. Pero la difícil y angustiante situación en la que nos metieron los distintos gobiernos de los últimos 20 o 30 años, hace que los argentinos no sólo limiten compras en el supermercado para llegar a fin de mes, sino que posterguen sueños y proyectos de vida.
Esto, tal vez, explique porqué según la misma encuestadora Javier Milei sigue siendo el dirigente mejor posicionado (es el único con más imagen positiva que negativa) y, en términos individuales, sería el candidato más votado en las PASO: uno de cada cuatro votantes elegiría al economista libertario. De hecho, si se compara con las últimas elecciones presidenciales de 2019, tanto el Frente de Todos como Juntos Por el Cambio estarían reteniendo solo el 50% de sus votantes.
¿Qué ofrece la política ante este panorama desolador? De todo un poco. Algunos, hasta fingen demencia y siguen para adelante como si nada pasara. Otros, simulan interpretar las demandas de la gente. Porque, en definitiva, la campaña es el campeonato de la percepción y los relatos.
Por poner un ejemplo. Si uno observa con atención las entrevistas que hizo durante el último mes la ex gobernadora bonaerense y actual diputada nacional porteña, María Eugenia Vidal, la estructura narrativa era siempre la misma.
Después de la primera pregunta, Vidal describía con calma el estado de indignación de la gente, al mismo tiempo que hacía una especie de auto descripción con la que buscaba sintonizar con el ánimo social. El desesperado intento por dejar de ser casta. O al menos por que no se note tanto.
Pregunta a pregunta, a la indignación le ganaban los gestos de bronca y repetía la idea de que los temas sobre los cuales preguntaban los periodistas eran los “temas de la casta” que no le importaban al argentino común y corriente. En el cierre de cada nota, como todo líder que necesita ser aceptado en época de campaña, enfocaba su energía en entronizarse así misma.
De hecho, en la primera nota que dio después de anunciar que no iba a ser candidata a la presidencia, algo bastante previsible, dijo: “(…) Al PRO le dije que no nos miremos el ombligo. Les propuse bajar las candidaturas (…) Siento que mi decisión ayuda a la unidad y que escucha a la gente (que) me dicen ‘estén unidos, no se peleen’”.
Es, tal vez, el textual de esa nota que mejor representa el intento de entronización de una persona que simula tener una importancia muy superior a la real. ¿Desde qué púlpito moral una ex “leona bonaerense” que perdió por quince puntos en 2019 contra uno de los peores gobernadores que tuvo la Provincia, reclama y da lecciones a sus compañeros de coalición sobre política y sociedad, como si no perteneciera al universo político, después de que tuvo que cambiar el domicilio para ser diputada nacional por Capital Federal?
Vidal indignada con la política y haciendo campaña para estar en línea con las demandas de la opinión pública, es el ejemplo más ilustrativo del intento de un sector que insiste en seguir pareciendo creíble ante una sociedad que ya está entrenada para detectar esos artilugios de inmediato.
Esperando por si va o no de candidata a Jefa de Gobierno en la Ciudad, sigue la moda de líderes como Macri y Cristina: bajarse antes de que comience el quilombo universal.