ENFOQUE
La muerte súbita durante el ejercicio
Si no se pierde, no se puede disfrutar de las victorias. Rafael Nadal.
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En la Historia de la Medicina hay varias versiones sobre quién fue el primer atleta en morir durante el ejercicio físico. La más romántica atribuye a Filípides ese lugar, después de hacer los 38 km que separan el recorrido Maratón/Atenas para anunciar la victoria sobre los persas en la batalla de Maratón, año 490 a.C. Pero la historia no es tan clara: está escrito que Filípides recorrió casi 250 km para buscar refuerzos, yendo de Maratón a Esparta, en dos días, y falleció exhausto. Otros historiadores, alguno tan importante como Heródoto, no citan a Filípides en nada relacionado a esto. Otro historiador fundamental, Plutarco, pone a Eucles en ese lugar.
Se define como muerte súbita en el contexto del deporte a la que se presenta durante la práctica deportiva y hasta una hora después de finalizada, tanto la que no puede revertirse como la revertida por maniobras de reanimación cardiopulmonar (RCP). A pesar de ser un hecho infrecuente (su incidencia es de 1:130.000 atletas/año en promedio según las series), cada vez que sucede tiene una gran repercusión mediática, con instalación de debates de mayor o menor jerarquía. Luego, como todo, el tema pasa a otro plano.
Son inadmisibles dos cosas a esta altura del conocimiento. La primera es que en cada lugar o evento donde se desarrolle una actividad física de equis esfuerzo, no se exija a todas las personas un certificado médico de aptitud.
Gimnasios, maratones, centros de instrucción de artes marciales, lo que fuere, no pueden obviar esa exigencia. La segunda es que en esos lugares, en todos y en cada uno, resulta inadmisible que falte un cardiodesfibrilador (y en caso de que exista, que no haya quien lo sepa utilizar). En el estadio de Boca Juniors, en la primera década de implementado su sistema de cardioseguridad, hubo seis muertes súbitas entre los hinchas, cinco de los cuales aún cuentan la anécdota.
Es tarea cotidiana del médico clínico, del cardiólogo, del pediatra, del médico generalista, indicar en forma clara y concisa qué ejercicio realizar.
Cuánto, cómo y por qué. El sedentarismo es un factor de riesgo independiente para desarrollar enfermedades cardiovasculares. Y junto con la mala conducta alimentaria es causa de obesidad, hipertensión, dislipemia, diabetes, todas condiciones que facilitan el desarrollo de esas enfermedades.
Explicado el “por qué” hacer actividad física, vamos al cuánto y cómo. Aconsejamos el ejercicio aeróbico, 75 minutos semanales de alta intensidad o 150 de exigencia moderada. Es sencillo catalogar alta, moderada o baja. Es ejercicio de intensidad moderada cuando se pueden decir algunas palabras de corrido, pero no cantar por ejemplo. Lo es de alta exigencia cuando no hay chance de hilar varias palabras sin tener que parar a tomar aire. Ejercicio aeróbico hay para elegir: caminar rápido, en un parque o en una cinta, trotar, usar bicicleta fija o móvil, nadar. Además de ese tipo de actividad, indicamos a nuestros pacientes las tareas de fortalecimiento. Estas incluyen hacer abdominales, usar pesas, bandas de estiramiento, flexiones. Se debe hacer hincapié en que se trabajen todas las partes del cuerpo, tronco, cuello, extremidades.
Vale la pena definir de algún modo qué es un deportista recreativo y qué competitivo. El primero participa en deportes recreativos o en una actividad deportiva como esparcimiento, sin un calendario de competencia regular. Puede entrenar pero con una frecuencia inferior a las 10 horas por semana. El atleta competitivo entrena regular y sistemáticamente, más de 10 horas por semana, buscando la excelencia individual y los mejores resultados posibles cuando compite. Participa de un calendario oficial de competencias en forma grupal o individual a nivel local, regional, nacional o internacional.
Dentro de este grupo están los deportistas de élite, que buscan la excelencia y mejores resultados entre pares.
El deportista recreativo puede canalizar su consulta para ser evaluado con profesionales de las especialidades ya citadas; el competitivo debe buscar al profesional entrenado en la deportología. Resulta bastante claro qué evaluar a la hora de confeccionar el certificado en cuestión, pero la realidad parece contradecir este concepto. Una entrevista clínica donde se tengan en cuenta antecedentes personales y familiares y donde se haga un examen físico es el inicio ineludible. A priori de Pero Grullo, pero no sorprende la ausencia de este paso. Para el que suscribe es muy bienvenida la virtualidad, pero aquí la consulta presencial en consultorio es absolutamente esencial. Luego extendemos órdenes para análisis básicos de laboratorio, un electrocardiograma de reposo y un ecocardiograma doppler al menos una vez. ¿Se le hace esto a todos? No, y la principal causa seguramente es la económica, en personas con o sin cobertura social.
La prueba de esfuerzo juega su rol en personas mayores de 35 años, donde la enfermedad adquirida o “por la edad” ya puede comenzar a instalarse. En los menores de 35 con los estudios antes citados pueden detectarse las patologías que pueden desencadenar la muerte súbita. No es objetivo de esta columna enlistarlas, pero no son muchas enfermedades y tienen su patente diagnóstica evidente para el profesional entrenado.
La muerte súbita es siempre un hecho impactante y movilizador. La consulta médica previa no elimina la chance, pero claramente sí reduce la incidencia al detectar a quien, lamentablemente, no puede exponerse al ejercicio que necesita y/o desea.