La desconfianza en tiempos de cuarentena ficticia

Hace unos 70 días, la vecindad se desayunaba con el decreto presidencial del aislamiento social, preventivo y obligatorio, atendiendo, preventivamente –algo poco usual en el país- la llegada del peligroso y contagioso virus que, de no haberse actuado a tiempo, ya se estaría padeciendo, penando, el duelo de una catástrofe inusitada por estos lares, como se mira por TV de países vecinos y más allá también.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailPor eso se aplaudió –y se aplaude- aquella decisión que, como las propias autoridades lo explicaban, sirvió para ganar tiempo para equipar al precario y frágil sistema sanitario que gestiones pasadas supieron concebir. Así, los mandatarios lograron una adhesión popular que no se hizo esperar en las mediciones.
En el pago, Lunghi se subió rápidamente a ese temperamento, con la convicción política pero también sanitaria, a propósito de su condición de médico pediatra. Incluso se anticipó a los designios de la Nación y Provincia, a la hora de tomar recaudos y considerar que era imperioso suspender el ciclo lectivo.
Aquella decisión preventiva aplaudida a favor de la salud de la población ya transitó más de dos meses y, como era previsible, empezaron a destilarse voces impacientes sobre la intransigencia de la cuarentena sanitaria en detrimento de la economía doméstica.
La falsa dicotomía de salud o economía (los países que se relajaron con la cuarentena sufren la misma catástrofe económica con miles de muertos en su haber) o el instalado e interesado debate mediático de los procuarentena o anticuarentena no se condice con el espíritu de los discursos presidenciales. Fue el propio Presidente quien aclaró con lógico argumento que la firmeza del encierro comunitario se focalizaría en el AMBA, mientras que en otras regiones empezaba la flexibilización a partir del buen presente sanitario.
En ese tren, se subió Lunghi a regañadientes, también forzado por las circunstancias económicas que exponían distintos rubros y, en especial, el comercial, de la mano de un socio estratégico como la Cámara Empresaria.
Échale la culpa a la Provincia
Pasaron los días y los rechazos a la reapertura de otras actividades tales como el turismo interno, gimnasios, gastronomía, empezaron a hacer ruido. De allí la necesidad comunicaciones de ventilar que se hicieron todas las gestiones necesarias pero que se toparon con la negativa provincial.
Sin embargo, y creyendo en que se hizo el esfuerzo por procurar encontrar eco en la Provincia, el ruido, la desconfianza sigue latente. ¿Lunghi está entusiasmado con que se habiliten más rubros? La información oficial diría que efectivamente sí. De hecho, ayer se dio cuenta del documento conjunto con otros jefes comunales de la zona para una petición conjunta que, se presume, tendría más fortaleza que un reclamo individual.
Y a partir de allí se robustece la silenciosa pero persistente desconfianza. ¿Lunghi necesita más fortaleza? ¿Le hace falta unirse a otros pares para ser escuchado?
El hombre que lleva casi dos décadas al frente del Municipio con un liderazgo inalterable. Aplaudido por propios y extraños, ahora, con un presente sanitario óptimo frente a la pandemia, se expone prudente frente a la “unitaria” mirada provincial.
Lunghi es uno de los dirigentes que antes de pedir permiso prefiere pedir disculpas. Eso le valió la casi devoción de la mayoría tandilense. Su prepotencia de hacedor se llevó por delante más de una debida autorización legislativa para hacer valer lo que consideraba necesario.
Pero ahora no. Tímido, aguarda por la venia de las autoridades provinciales que, claramente, están aturdidas y preocupadas por lo que pasa y pasará en el conurbano. Más que nunca, la atención se la lleva esa “otra provincia” que permite ganar elecciones como también problemas endémicos para una administración “inviable”, como supo bautizarla alguna vez un radical.
Por aquella presión camarista, el jefe comunal no aguardó por el boletín oficial que le daba el visto bueno. Firmó un decreto para la reapertura ya que, según el propio Lunghi confió vía zoom, le habían dado el OK informalmente.
También hizo –y hace- la vista gorda en otras escenas que pululan a diario por la ciudad. Sin ánimo de apelar a una indisciplina ciudadana, al más distraído le cabe el sayo por las reuniones familiares, encuentros domésticos, prácticas deportivas y demás actividades recreativas que transforman a la cuarentena en una ficción.
A esta altura, cual moneda estadounidense, parecen que conviven varias realidades paralelas. La oficial, la clandestina, la blue, y siguen los nombres…
Interrogantes
Y de allí la impotencia de los sectores postergados. ¿Por qué sí un centro de cobro y no un natatorio?¿Por qué hacer cola en un cajero o supermercado se puede y no tomar un café con el debido distanciamiento no? Las cabañas y hoteles formales no pueden recibir huéspedes, incluso a los propios vecinos, y un departamento de alquiler informal sí.
Entonces, el interrogante vuelve sobre aquella misma desconfianza por el verdadero ímpetu que Lunghi le imprimió a la gestión para que estos sectores fueran escuchados.
¿Qué pasaría si el pediatra se cortara solo como lo hicieron otros jefes comunales de menor peso político? ¿Alguien se atrevería a romper relaciones institucionales con uno de los intendentes más fuertes y reconocidos del interior bonaerense?.
Lunghi, aquel que no se sonrojó al usar una frase de Néstor Kirchner como eslogan para hacer campaña (“este intendente me entusiasma”) en tiempos de la puesta de la Réplica de la Piedra Movediza. Que con la misma convicción pragmática no dudó en subirse a la cosechadora desafiando a ese mismo poder nacional con el que supo coquetear. El que convenció a su “amigo” y “paciente“ gobernador para lograr una de las gestas inolvidables como la de hacer cesar la actividad minera en el ejido urbano. El que se empecinó en montar un Hospital de Niños y lo logró, superando incluso su idea original de la mano de un empresario con ganas de dejar un legado, ahora se muestra cauto a los designios de ignotos y flamantes funcionarios bonaerenses que apenas ubicaron en el mapa dónde queda Tandil.
Llama poderosamente la atención la disciplina lunghista. En el primer año de su último mandato el hombre dejó de lado la audacia para recostarse en la comodidad de los designios ajenos.