Homenaje a quienes luchan para que no nos importe un bledo
El día 13 de marzo de 2020, deberá recordarse como una fecha histórica de otra tragedia argentina. Esa fecha cayó en el almanaque un día viernes. Sí, un viernes 13 de 2020, un día de mala suerte para los sajones, porque para los latinos el día de la desgracia es el martes 13.
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La decisión tomada hace un año, el viernes 13 de marzo de 2020, deberá recordarse como el principal error que tuvo un gobierno en el diseño de sus políticas para enfrentar la Pandemia del Covid 19. Fue una decisión más errónea que el aislamiento eterno; mucho peor que el hecho de no hacer los testeos necesarios; y más grave que los vacunatorios VIP, de haber adquirido a la fecha solo 4 millones de vacunas para 45 millones de habitantes, donde no se sabe dónde están un millón de dosis, y de los otros 3 millones solo se vacunó a un 45% de los destinatarios considerados como indispensables.
¿Qué pasó ese día? A solo una semana de haber detectado el primer caso foráneo de Corona Virus se decidió suspender las clases en todos los niveles. Solo por 14 días. Como muchas de las decisiones que firma el Excelentísimo Señor Presidente de la Nación, se continuó durante todo el año lectivo 2020. Se terminó la educación en un país por un año.
Sobran los trabajos que pueden leerse de la UNESCO y de Universidades con prestigio mundial del error que es no dar clases en la pandemia. Se pueden suspender las clases presenciales durante unos días, PERO NO DURANTE TODO UN AÑO. Como consecuencia, todos los jóvenes que fueron cercenados en su derecho de adquirir educación, lo sufrirán en un futuro no muy lejano, teniendo menos posibilidades productivas, menos competitividad en un mundo que será más interactivo que el actual.
A pesar del gran esfuerzo que hicieron muchos docentes de tratar de igualar la educación presencial con metodología virtual, el resultado ha sido un verdadero fracaso. Analizar el hecho del incremento de deserción de los alumnos durante el año que vivimos en Pandemia libera el análisis y debate de las bondades de la educación virtual. Podrá ser lo virtual una herramienta más que interesante en la educación. La herramienta virtual no tiene en nuestro país la estructura, el desarrollo y capacidad necesarios para ser medianamente eficiente. La conectividad es cada vez más paupérrima, estamos más cerca del 3G que del 5G; la escasa capacidad instalada que tienen los establecimientos y la falta de PC, notebooks y Tablets que tiene las mayorías de la familias con niños en edad escolar son claves para el fracaso de una educación a distancia.
En este país, en su situación actual, Meet y Zoom no reemplazan a la presencialidad de maestros y profesores. Lo virtual acompañará a lo presencial. Y no lo que se intentó instaurar: que lo virtual reemplaza a lo presencial. Recordemos las expresiones de los dirigentes de los atomizados sindicatos sobre distintas áreas educativas, que actúan como cortesanos del ministro de Educación Nacional y el de la Provincia. No iba a dictarse clases hasta que no estuvieran todos vacunados.
Reconozco que el 13 de marzo no es el día que comenzó la decadencia educativa argentina. Viene de muchos años, de gobiernos de todo tipo. Se perdió ese valor de la ciudadanía de considerar a la educación como uno de los factores más importantes que debe tener un país para desarrollarse. Si miramos las encuestas de cualquiera de las principales empresas que analizan la opinión pública, veremos que la educación está en el séptimo u octavo lugar. Siempre tenemos más preocupación por temas como la inflación, la inseguridad, la corrupción, la falta de trabajo, el dólar a futuro, los impuestos, etc. etc. La falta de educación es la razón de esos otros problemas que nos acucian como ciudadanos.
La educación, además de darnos contenidos, tiene la gran virtud de darnos valores. Y la falta de educación no nos ha permitido aprender valores. Quienes cursamos la educación que hoy es obligatoria en las décadas del ’70 y del ’80, recordamos que nos enseñaban valores para una mejor convivencia en sociedad. Se enseñaba a apreciar nuestra moneda con la libreta de ahorro. Nos enseñaban que si viajábamos en colectivo y estábamos sentados debíamos ceder el asiento a cualquier persona mayor, que debíamos respetar a todas las personas que eran “servidores públicos”, al policía de la esquina que nos cuidaba, al bombero, al recolector de residuos, al cartero, etc. Y principalmente nos enseñaban el valor del respeto. El respeto al oficio que tenían maestros y profesores. Respeto que se perdió, como explicó el actor Luis Brandoni en su paso por Tandil, cuando señaló que el valor a la investidura del maestro y del profesor se perdió cuando comenzaron los sindicatos a llamarnos “trabajadores de la educación”.
Deberemos para solucionar esta problemática volver a fortalecer la comunidad educativa. Cada escuela era una comunidad formada por los alumnos (la razón de ser de la educación), los directivos, los maestros y los padres. La visión de educar la marcaba el Estado y no la intencionalidad de un gobierno. La comunidad fue doblegada por una oligarquía sindical que con solo nombrar el apellido Baradel, demuestra que la educación como concepto integral importa un bledo.
Por eso el título de mi nota. Un homenaje a esos padres valientes que salieron a reclamar el derecho de presencialidad en la educación de sus hijos. Lo hicieron en la plaza, un lugar muy alejado del lugar natural que son las escuelas, que permanecían cerradas. Cerradas las escuelas pero abiertos los casinos. Esos padres han sido los verdaderos héroes para que hoy tengamos en nuestra ciudad un principio de educación presencial. Falta mucho aún. Los ciclos terciarios, la educación de adultos y especiales no han comenzado de manera presencial. Muchas escuelas que estuvieron cerradas no pudieron ser refaccionadas después de un año para comenzar bien cuando se pudiera asistir. La educación es fundamental. Es lo más trascendente como sociedad que nos tiene que importar. La comunidad educativa debe estar al frente de la presencialidad. Dejemos que aquellos que no quisieron abrir las escuelas, sean los únicos a quienes la educación de los jóvenes y de los niños les importe un bledo.