ENFOQUE
Hay que cruzar el desierto
Desde el comienzo de la campaña presidencial, Javier Milei cubrió de mística su candidatura, imprimiéndole así una épica a la narrativa que es sin duda la que viene sosteniendo firmemente su imagen como símbolo del proyecto nacional que encabeza, aún ante uno de los ajustes más profundos en términos económicos de la historia del país.
A pesar de su naturaleza de economista, entendió que la sociedad no sólo estaba reclamando un cambio de modelo económico sino que, al menos ese 56% que le dio su apoyo en las urnas, clamaba agónicamente por una transformación social, una revolución cultural, que implique también nuevas reglas de juego con la Libertad como estandarte.
La figura en la que Milei eligió proyectar esta épica fue la de Moisés, a quien además llama "el máximo héroe de la libertad de todos los tiempos". Moisés, en la tradición judeocristiana, es reconocido por liderar al pueblo de Israel en su salida de la esclavitud en Egipto y su viaje hacia la Tierra Prometida.
Uno de los primeros “milagros” de Milei se produjo casi inmediatamente que asumió y consistió en lograr dividir las aguas de la oposición en dos: de un lado se encuentra una oposición “responsable”, pero que, lejos de oficiar de escribanía como antaño, cuestiona y negocia hasta la última “coma” de cada propuesta que envía el ejecutivo a las cámaras. Mientras que del otro, los que todavía atónitos por la derrota electoral se encolumnaron en un partido único de oposición y sin brújula política, se limitan a obstaculizar sistemáticamente una transformación que, como un alud, va arrasando lento pero sin pausa, las viejas estructuras políticas.
En lo que va del gobierno se han descubierto irregularidades en la compra de medicamentos oncológicos, que 9.000 personas que cobraban el plan potenciar trabajo eran empleados públicos. La mitad de los comedores relevados no existen. Una red de trata de mujeres en Chaco, a cambio del cobro de planes. Sobreprecios en contrataciones de seguros. El negocio de la toma de tierras, operado por el “consejo campesino indígena” con 964 empleados y 208 vehículos. Que 11.000 cooperativas que recibían fondos del estado no existen. Estas, y quién sabe cuántas más, han sido las “plagas” que arrasaron con el país próspero, educado, culturoso, competitivo y trabajador que supimos ser.
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El gobierno ha logrado una disminución sustancial de la inercia inflacionaria y la consecución de un Superávit fiscal, factores que han contribuido a reducir el riesgo país. Milei pronosticó que Argentina está encaminada hacia los 1000 puntos de riesgo país, lo que facilitaría la reapertura de los mercados de capitales. Las reservas de divisas han crecido y el Gobierno extendió con éxito el vencimiento de los montones de deuda heredada en pesos, reduciendo la presión sobre el Tesoro, motivo por el cual el FMI está satisfecho y los mercados están empezando a creer. Asimismo, de la mano de las bajas recurrentes en la tasa de interés de referencia, se viene observando la vuelta del crédito, inclusive el crédito hipotecario, ya que los bancos desde el 10 de diciembre no financian más al Tesoro nacional.
Está más que claro que en cinco meses es imposible ordenar el caos y el desgobierno en el que habían convertido al Estado y las cuentas públicas y que las consecuencias del ajuste están repercutiendo de manera significativa en la sociedad. Aun así, las mediciones de imagen son positivas, hay una gran cantidad de argentinos entusiasmados por primera vez con recuperar esa “tierra prometida” que supimos ser, pero primero, y aunque sabemos que no será fácil, hay que cruzar el desierto.