ENFOQUE
Calígula y la caída del imperio peronista
“El candidato a asumir el poder juguetea eróticamente con su hermana a la vista de su mascota que merodea inquieta.”
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Describo así la primera escena de la superproducción más taquillera del director Tinto Brass, estrenada en Argentina allá por 1983.
La obra actuada por Malcolm McDowell, Peter O'Toole, Teresa Ann Savoy y John Gielgud entre otros/as, narra con hiperbólica intensión la efímera carrera del emperador romano que gobernó allá, entre los años 37 y 41 de esta era.
Una tras otra se suceden escenas con carnosos volúmenes en acciones de inequívoco destino mientras se narran a la vez los acontecimientos palaciegos en su más cruda versión, plagados de excesos, conspiraciones y asesinatos.
Esta ficción recrea lo que la historia nos permitió alguna vez conocer. Aquella tragedia hoy puede replicarse en forma de degradación grotesca, aquí nomás.
Hoy aparece de la nada un “Botitas”, (tal como llamaban al joven romano) que patea la mesa. Los grandes e históricos “fulleros”, sorprendidos, no encuentran otra salida que barajar y dar de nuevo. Sintieron la trompada y trastabillando intentan recuperar el tiempo que se desvanece inexorablemente.
Hoy somos conscientes que los excesos del imperio peronista y de Juntos S.A. nos van a costar muy caro.
La mansedumbre de los “gordos”, el pic-nic de los ñoquis, las rencillas en la alcoba justicialista y la capitulación al F.M.I. a manos del macrismo permearon el advenimiento de la intolerancia naturalizada por el hastío.
El futuro tirano de ojitos celestes y papada de negro humo supo sembrar su propuesta en las pequeñas grietas y en los invisibles intersticios calados por las dudas políticas y sociales.
Sabemos que cuando desaparecen las certezas, quienes cultivan las dudas cosechan voluntades y poder.
La mística peronista, la identidad, y la lealtad se han ido esfumando a la vista de la audiencia compañera.
Un tipo solo, con gritos, ofensas y amenazas dobló las espadas radicales y resquebrajó las tablas de la ley justicialista. Las verdades que Don Juan marcó a fuego en el ´45 se desvanecen junto al preámbulo recitado por Don Ricardo en aquella campaña del `83.
Recuerdo ahora aquella dicotomía que rezaba: “Con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes” u otra más cercana a estos días: “Si la tocan a Cristina que quilombo se va a armar.” Los dirigentes siguen intactos y opulentos y a la vicepresidenta la tocaron feo.
Peronistas eran los de antes, diría un militante de la vieja guardia.
Lamento escribirlo pero el sátrapa expone descarnadamente los excesos políticos ajenos y resulta que su discurso es más punzante y efectivo que la vieja rencilla entre oligarcas y peronistas.
Sacó de escena a los grandes bufones para erigirse en posible emperador. Un rey desnudo e ignorante pero con ganas de serlo, con hambre de poder.
Cuestiona a dios y a María santísima (Como decía mi vieja). Duda de todo haciendo del “Cogito ergo sum” de Descartes, su ariete proselitista.
El personaje no tiene pasado, irrumpe brutalmente como aquel famoso puño de la procaz película citada, profetizando el fin de las “verdades forzadas”.
Hurga cruelmente reviviendo dudas acerca de la cantidad de desaparecidos, la baja calidad en la educación, la pobre eficiencia del estado, los ñoquis comprobados y señalando a los sindicalistas ricos y gordos de hectáreas.
Es factible que el aprendiz haya encontrado la fórmula para llegar al votante harto, intuyendo que el voto devenido de la bronca irresponsable es tan válido como cualquier otro.
Hábil, preciso y creativo, el posible déspota ha hurgado en debilidades y dualidades forzadas creadas por el poder de turno, ora redical, kirchnerista o macrista.
Los tópicos varían en importancia pero tienen en común la inserción en el inconsciente del ciudadano a través del sendero del hartazgo y por la información perenne que los medios monopólicos pregonan.
Aborda temáticas eclécticas. Cita a educadores incompetentes, al Papa kirchnerista, revive la discusión del aborto vs. las dos vidas, cuestiona los progresos feministas, denuncia la ideologización en las escuelas y nos restrega a los “cómodos planeros”.
Agenda en esa lista al cambio climático y sus dudas, a los muertos evitables durante la pandemia, remarca la idea de la puerta giratoria en la justicia garantista y al gatillo fácil reivindicado, tópicos que han calado en el ciudadano medio, ávido de respuestas que nunca llegaron.
Parafraseando aquella canción de Sosa, Patricia “...en esta elección no me pidas nada...sólo endúlzame los oídos...”, el votante se empalaga ante la promesa de convertir el conicet o télam en un desierto “porque es un nido de peronistas” y sin evaluar las consecuencias de capitular ante el canto de la sirena, el nuevo votante aspirará sucumbir ante el efímero orgasmo de la venganza prometida.
El novel votante desinteresado, el gorila, el desclasado, el injusto y el egoísta ha hallado al verdugo indicado y éste, despeinado y posible mercader de vísceras ejecutará con holgado crédito las gracias que sus inversores le han guionado y encomendado.
El candidato pseudo-liberal no es un personaje de ficción recreado por el viejo Brass, es real, está entre nosotros y posiblemente sea elegido y legitimado por nuestros conciudadanos como Presidente de todos y todas para convertirnos, consecuentemente, en 47 millones de extras del próximo largometraje de unos cuatro años de duración.
Podemos hoy hacer analogías mitológicas y citar la “Caja de Pandora” o convocar el film de Ingmar Bergman de 1977 titulado “El huevo de la serpiente” para tratar de referenciar el fenómeno que sucede mientras escribo estas líneas.
Pero percibo que ya es tarde, la inercia actual atropella cualquier actitud reflexiva.
Suele suceder en escasos y precisos momentos en la historia que la sociedad se entrega mansamente al devenir, quietos, conscientes e indefensos esperando que la racionalidad sucumba ante el oscuro deseo.