Las protestas no ceden en un Chile perplejo y expectante
Miles de personas copaban ayer la céntrica plaza Italia de Santiago, en la mayor manifestación en ese lugar desde el inicio el viernes de unas protestas que no bajan de intensidad y que ya dejan once muertos y cientos de heridos.
“Que se vayan los milicos”, gritaban a coro los manifestantes, en abierto desafío a las fuerzas militares y policiales que resguardan en gran número el centro de la capital chilena, bajo estado de emergencia, sin generarse de momento nuevos enfrentamientos.
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“Esto no para; esto no para hermano”, afirmó una manifestante a la televisión local, cuando en un ambiente de gran tensión los chilenos abordaban el primer día laboral tras el estallido de las protestas, las más violentas desde el retorno a la democracia en 1990 con el fin de la dictadura de Augusto Pinochet.
Hasta el momento, “la cifra de fallecidos oficiales que tenemos que lamentar en estos últimos dos días es once”, dijo a periodistas Karla Rubilar, intendenta (gobernadora) de la Región Metropolitana.
El ministro de Salud, Jaime Máñalich, informó de su lado que hay 239 civiles heridos -ocho de ellos en riesgo vital- al cabo de estos días de protestas.
El titular de la cartera de Interior, en tanto, dijo que 50 policías y soldados también resultaron heridos. La Fiscalia informó además de 2.151 detenidos en todo Chile.
En este primer día laboral desde el estallido social, muchos empleadores cancelaron las jornadas de trabajo y las clases estaban suspendidas en prácticamente todos los colegios y universidades.
Las autoridades calcularon en 20 mil los puestos de trabajo afectados por la destrucción y la bolsa de Comercio de Santiago caía.
La falta del metro -eje del transporte público, con unos tres millones de pasajeros por día-, era lo que más se extrañaba en esta ciudad de casi siete millones de habitantes, obligados a hacer largas filas para tomar autobuses o acceder a las pocas estaciones del ferrocarril metropolitano abiertas.
La estación La Moneda, a pocos metros de la casa de gobierno abrió sus puertas pasadas las 07H00 locales (10H00 GMT), permitiendo el ingreso de decenas de personas que esperaban impacientes poder tomar un tren. Varios soldados resguardaban los ingresos, constató un periodista de la AFP.
“Guerra”
Si el detonante del conflicto fue el aumento de la tarifa del metro, con el correr de las horas las protestas se hicieron eco de otras reivindicaciones en una sociedad que incuba desde hace años descontento con un modelo económico cuyo acceso a la salud y a la educación es prácticamente privado, con una alta desigualdad social, bajas pensiones y alza de los servicios básicos.
El gobierno ha condenado las protestas violentas y ha llamado a la calma pero el presidente Sebastián Piñera, que hasta hace pocos días se refería a su país como un “oasis” de tranquilidad, afirmó la noche del domingo que el país se encontraba “en guerra contra un enemigo poderoso”.
En el centro de Santiago se observa gran presencia militar y policial. Algunas tiendas -las más pequeñas- abrieron sus puertas, pero la mayoría de los supermercados y centros comerciales permanecían cerrados o abrían parcialmente.
En algunos supermercados, las personas hacían largas filas a la espera de que abrieran sus puertas para abastecerse de víveres. En las gasolineras se observaban también enormes colas de vehículos para cargar combustible.
La violencia de las protestas tiene a muchos perplejos, con miedo, aunque también expectantes de los cambios que se pueden venir tras el estallido.
Chalecos amarillos
Con dos noches consecutivas de toque de queda tras decretarse el estado de emergencia en varias ciudades de Chile y cuando cundían los saqueos y pillajes en todo el país, vecinos se organizaron para evitar ataques a sus hogares.
Armados con palos y con los chalecos amarillos que popularizaron manifestantes en Francia, defendieron sus casas pero también supermercados y tiendas de barrio que quedaron en pie y no fueron vandalizados.
Los vecinos, en alianza con fuerzas de orden, realizaron rondas de vigilancia junto a policías y militares que les permitieron salir a las calles pese al toque de queda.
“La idea fue organizarnos e identificarnos entre vecinos, por eso nos pusimos los chalecos amarillos. Hubo algunos intentos de robo en el sector”, dijo Priscila, una vecina de la comuna de Macul (oriente de Santiago) al canal 24 horas. AFP-NA