El último deseo de Francisco: sin embalsamamiento y con sobriedad
En su lugar, se utilizó una técnica conocida como tanatopraxia, que permite la conservación temporal del cuerpo sin alterar su proceso natural de descomposición.

El Papa Francisco, coherente con el tono humilde que marcó su pontificado, dejó establecido en su testamento que su cuerpo no fuera embalsamado tras su muerte. En su lugar, se utilizó una técnica conocida como tanatopraxia, que permite la conservación temporal del cuerpo sin alterar su proceso natural de descomposición.
Recibí las noticias en tu email
Accedé a las últimas noticias desde tu emailEl cuerpo del Sumo Pontífice fue preparado con esta técnica, vestido con las vestimentas papales tradicionales, y luego trasladado a la Basílica de San Pedro, donde los fieles podrán despedirse de él hasta el viernes 25 de abril. El funeral se celebrará al día siguiente, el sábado 26, en un rito que también refleja su deseo de sencillez: no habrá catafalco papal tradicional, y el féretro será de madera y zinc, sin ornamentos excesivos.
¿Qué es la tanatopraxia?
A diferencia del embalsamamiento, que busca una preservación a largo plazo, la tanatopraxia es un procedimiento temporal. Consiste en la inyección de una solución química a través de arterias principales como la carótida, mientras se drena la sangre por la yugular. Esta técnica permite mantener el cuerpo en condiciones adecuadas para la exposición pública durante algunos días, cumpliendo así con los deseos del Pontífice.
Un legado de humildad, incluso en la muerte
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La decisión de Francisco no es nueva entre los Papas: sus predecesores Benedicto XVI, Juan Pablo II, Juan Pablo I y Pablo VI también solicitaron no ser embalsamados. Estas elecciones contrastan con casos históricos como el de Juan XXIII, cuyo cuerpo fue embalsamado y hallado casi incorrupto décadas después, o el más dramático de Pío XII, cuyo intento experimental de conservación provocó una rápida descomposición y consecuencias lamentables.
Francisco, sin embargo, eligió una despedida acorde a su vida pública: sencilla, sin lujos y cercana al pueblo. El velatorio en San Pedro, despojado de símbolos de poder o majestuosidad, es un reflejo de esa coherencia que tantos destacaron durante su pontificado.