Por Joaquín Esponda

El 30 de octubre de 1983 fue un día de vital importancia para la historia de Argentina. Ese día se volvió a la democracia tras 7 años de una feroz dictadura que dejó una cicatriz que aún perdura en la memoria de todos los argentinos.

A su vez, el 1 de agosto de 2022 fue un día casi normal, irrelevante a los ojos de la historia. Pero ese día algo revolvió una pequeña comunidad de Rauch, al publicarse una crónica en El Eco de Tandil sobre el querido y apreciado Hernán Saúl Esponda, mi abuelo. Está nota me trajo incontables comentarios valorando la crónica y celebrando la memoria de Hernán. Muchas gracias por cada comentario. Es increíblemente sorprendente ver el impacto que mi abuelo tuvo en tanta gente y el aprecio que muestran.

Ambos días convergen en el impacto que tuvo el Doctor Hernán Saúl Esponda en la historia de Rauch.

A principios de 1983, Hernán era un padre de familia, militante por la libertad, y “El Médico” de Rauch. Honrado y reconocido por su honestidad, humildad y valentía, tanto profesionalmente como en su día a día. Pero a finales de 1983, la vida de Hernán daría otro giro completamente inesperado.

En un principio Hernán no quería ser intendente de Rauch. La idea no se le había cruzado por la cabeza hasta que los integrantes del Movimiento de Renovación y Cambio liderado por Raul Alfonsin promovieron e impulsaron su candidatura. Fue cuando sus amigos, compañeros y vecinos, entre los que se encontraban Omar Daniel Pizzorno, el Dr. Mario Dumon, José Gabriel Dumon y muchísimos más, mostraron su apoyo incondicional que él aceptó postularse a intendente. No sin antes convocar una reunión familiar para preguntarles si estaban dispuestos al cambio de vida que implicaría dicha postulación.

Entonces el 30 de octubre de 1983 se dieron las elecciones tras 7 años de dictadura. Un sentimiento de tensión se propagaba por todo Rauch. Hernán había estado preparándose junto a su equipo durante los últimos meses. Se cuenta que su hija mayor Silvia y su esposa Sussel le ayudaban a preparar y practicar los discursos públicos ya que estos no eran su especialidad. Eran una familia fuerte y unida.

Fue así, como el 30 de octubre pasó y todo salió de acuerdo al plan. Se contaron los votos y el 10 de diciembre asumió la intendencia de Hernán Saúl Esponda junto al gobierno de Raúl Alfonsín. Este fue un día de gran alegría y emoción para toda la Argentina. ¡La democracia había sido restituida!

Hernán no perdió un segundo. Lo primero que hizo fue reconstruir el Estado Municipal. Contrató a gente joven, muchos recién egresados de la universidad, que tuvieran los valores de honestidad y humildad que lo habían llevado tan lejos. Entre ellos, Mario Dumon, quien sería un colega y amigo muy presente. Esto cambió su vida radicalmente al convertirse en un intendente full time entregado al servicio de la población. Cuentan que pasaba todo el día en el Municipio asegurándose que todos estuvieran bien y siempre era la primera persona en llegar y la última en irse. Y a pesar de todo, también logró dedicar tiempo a su familia mediante su ayuda o por ejemplo llevando a su hijo menor Humberto al Municipio con él para que cebara mate y pudieran así, estar juntos.

“Hernán no era un político, era un tipo que sintió que debía ser útil a esta comunidad”, señala el Cr. Omar Daniel Pizzorno, quién fue elegido por Esponda para conformar parte del novel grupo de funcionarios. De esta manera, mi abuelo inspiró a toda una comunidad dejando una huella que sigue fresca a día de hoy. Una huella que trascendió su muerte, la cual tuvo lugar el 24 de febrero de 1984, a menos de tres meses de haber asumido la intendencia. Fue víctima de un accidente de tránsito que tomó lugar mientras se dirigía por la ruta a una reunión de intendentes.

La historia de vida de mi abuelo Hernán es sin dudas memorable y admirable. En sus 48 años de vida, logró enamorar a mí querida abuela Sussel Márquez, volverse un prestigioso y cariñosamente recordado médico de Rauch, y su honesta y humilde persona lo llevó a asumir la intendencia, así dejando una marca que perdurará por siempre en la historia del pueblo. Y aún más importante, en la de mi familia. Una familia que porta con orgullo y respeto su apellido.

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