Su hijo murió en un accidente y escribió un libro para ayudar a transitar un "duelo con esperanza"
La vida de Silvana Lacorén cambió cuando su hijo Andrés, de 27 años, falleció en un accidente vial. Desde el primer momento supo que su fe la asistiría y se volcó de lleno a su "equipo celestial" para atravesar el dolor. Para honrar la vida de su hijo e intentar ayudar a otras personas, escribió un libro que empezó regalando y que ya va por la quinta edición. Próximamente, verá la luz la fundación Los amigos de Andrés, con la que planea llegar a más lugares y ayudar a más personas. "Nos vamos todos de este mundo, pero no sé si tomamos real conciencia del momento que tenemos hoy y de cuánto tenemos", valoró.
Sobre el autor
“El duelo resulta ser un lugar que ninguno de nosotros conoce hasta que lo alcanzamos”.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailJoan Didion
La vida es cambiante e inasible. Los cimientos se sacuden y en apenas un segundo el mundo se derrumba. Eso le pasó a Silvana Lacorén el 2 de enero de 2022 cuando su hijo Andrés Dualde, de 27 años, falleció en un accidente vial. Sin dudarlo, se aferró a su fe y a la voluntad de aceptar la responsabilidad de la propia vida, de donde brota el respeto por uno mismo y por los demás, para cruzar ese umbral.
Silvana es oriunda de Rauch, donde vive junto a su marido Martín y donde nacieron y crecieron sus tres hijos: Julieta, Andrés y Manuel. En 1975, su hermano Juan Pablo se enfermó de Síndrome Urémico Hemolítico y este padecimiento le provocó una insuficiencia renal que lo llevó a un trasplante de riñón en 1986, cuando tenía apenas 14 años. La donante fue su madre, Mary. Juan Pablo murió en 2016 producto de otra afección y su figura marcó la vida de Silvana para siempre.
En 1991 se recibió de profesora de Matemática y Física en la Facultad de Ciencias Exactas de la Unicen. Ejerció la docencia hasta 2019 en diferentes establecimientos y fue directora de un colegio secundario religioso de la vecina localidad. Andrés era médico veterinario graduado también de la Unicen, como su padre y hermana. Trabajaba, tenía pareja, era muy buen amigo de sus amigos y disfrutaba de su familia. Alto y de ojos azules enormes, tenía una personalidad arrolladora que dejó una huella indeleble en todos.
“La vida es un instante entre dos eternidades”, dijo Silvana con su voz pausada y suave, dejando ver su esencia a lo largo de la entrevista con Perspectivas, en la que compartió todas sus vivencias con la confianza de que tal vez le sirvan a quien transita un momento doloroso.
“Venía movida mi vida antes del 2 de enero también, porque yo me jubilo el 25 de junio de 2019 y mi esposo empieza con todo un proceso de una infección en la rodilla, lo cual requirió cinco operaciones distintas, Después empiezan 2020 y 2021, pandemia. Y a mitad de 2021 a Juli (Julieta, su hija mayor) le dicen que no iba a poder ser mamá y ella soñaba con eso. Así que empezamos a rezar fuertemente para que fuera y el 29 de junio nos dice que milagrosamente había quedado embarazada. Una alegría tremenda que nos duró 20 días, porque empezaron los problemas en el embarazo, desde ese 20 de julio hasta el fallecimiento de Andrés. Le encontraron una malformación en el útero, entonces fue estar con el corazón en la boca todo el tiempo”, relató.
Julieta vivía en ese momento en un pueblo de tres mil habitantes y buscó asistencia médica en Tandil con el obstetra Diego Alvarado porque su embarazo era de riesgo. El 30 de diciembre fue internada con contracciones cuando aún le faltaban dos meses para la fecha de parto. A finales de 2021 y comienzos de 2022, además, un rebrote de Covid-19 afectó a la familia, por lo que pasaron las fiestas separados. Julieta salió del sanatario y regresó a su casa. Mientras tanto, Silvana y su marido seguían aislados y Andrés pudo salir al cumplir con el periodo indicado. El domingo 2 de enero de 2022, el joven falleció en un incidente vial en un camino rural de Rauch cuando la camioneta en la que circulaba se despistó y volcó. Él era el único ocupante. Eso dice la fría crónica policial. Lo que no dice es lo que se desataba con ese evento, el desamparo y el dolor, pero también la esperanza.
"Julieta salía de estar internada por su embarazo y había que decirle que viniera porque había muerto su hermano. Veníamos muy movidos con el tema del embarazo, muy movidos. Se había estabilizado un poquito, pero ya te digo, el 31 había estado internada y pasó esto. Andrés vino ese día como a las 6 de la tarde porque se le partía la cabeza a tomar una medicación y se volvió a la quinta donde estaban festejando los diez años de promoción. Sonaron los bomberos y yo no escuché, debe haber sido la primera sirena en Rauch que no escuché. Después nos llamaron por teléfono, así que fuimos”, recordó.
Manuel, su hijo menor, los llamó y les pidió que fueran al hospital porque Andrés había tenido un accidente. Silvana y Martín supieron en el hospital que su hijo no había sobrevivido al impacto.
“A Martín le agarró como un ataque y yo lo único que dije fue que me quería ir a mi casa. Fuimos para casa y yo digo que Dios me sostuvo desde ese día y la Virgen me cobijó, porque ya ahí se me pasa esto en la mente de decir: si con la fe en la que creí toda la vida, ahora no voy a estar creyendo que él está en el cielo, entonces ¿qué fe sería esa?, como dice el Padre Blas Sola. Este es mi camino, el de la fe, porque yo había terminado mi trabajo en el colegio y nunca me imaginé que ahora mi tarea venía por acá, mi misión, porque Dios tiene todo y es para su gloria", prosiguió su relato.
Honrar la vida
En medio de esa oleada que los sacudió, Silvana se preocupó por su hija, que tenía que viajar 360 kilómetros en la madrugada a despedir a su hermano amado. “Teníamos que cuidar esa panza que veníamos de todo este proceso. Cuando llegó, habrá llegado como a las 3 de la mañana, nos juntamos, la pareja de Andrés, que en ese momento era Cande, Manuel, Juli, Juan Pedro (pareja de Julieta y amigo de Andrés), Martín y yo en la habitación de casa y les pedí dos cosas”, contó.
Con una claridad y templanza inusuales en un momento así, Silvana le pidió a sus íntimos que no se rebelaran contra Dios porque Andrés estaba con él y dijo que le gustaría que las cenizas de su hijo descansaran junto a la de su hermano en el cinerario de la parroquia rauchense, al que habían contribuido. Todos dijeron que sí. Julieta pidió también que todos solicitaran ayuda psicológica. Ese pequeño pacto fue fundamental para poder sostener lo que se avecinaba.
“Tres acuerdos simples, pero creo que también fue lo que permitió que yo pudiera seguir con este camino. Yo creo que fueron dos cosas, que Dios, la Virgen, el equipo del cielo, me pusieran como esa neurona en ese momento de decir ‘me puedo aferrar a la fe, porque en eso de no saber qué te está pasando, me aferro a esto y el sí de ellos’. Creo que esas dos cosas fueron muy importantes y pude tomar la mejor decisión de mi vida en el momento más desgarrador de mi vida, porque sin duda fue la mejor decisión la de quedarme al lado de Dios”, destacó.
Pese al duro momento, como a la vida le basta el espacio de una grieta para renacer y brotar como una flor en el asfalto, Julieta salió adelante con su embarazo y el 8 de febrero de 2022 nació Pedro, quien acaba de empezar el jardín de infantes y es un hermoso niño de tres años.
Los caminos de la fe
Silvana se aferró a su fe católica como a una tabla en el mar tumultuoso. Creer en algo más allá de todo. Confiar contra toda probabilidad. El resto de su familia no es practicante, pero respeta su fe y para Silvana es una “gran paz” saber que no tuvo ni tiene que luchar contra sus creencias: “Creo que también ellos tuvieron mucho que ver en poder construir esto y en que esto tome el vuelo tan impresionante de un Dios que mueve todo, que yo no podría haber movido nada de todo lo que está pasando con este libro”.
El libro se llama Sólo un momento y ya tiene varias ediciones. En el año y medio desde que se publicó la llevó por lugares que nunca se hubiera imaginado. ¿Cómo se gestó el texto? Las señales cada vez más evidentes la fueron guiando.
“Andrés era tan avasallante, tan solidario, tenía una alegría tremenda, y nos empezaron a pasar ciertas cosas, ciertas señales que decíamos ‘ah, bueno’. Algunas señales las escribí en el libro y después pensamos que teníamos que hacer algo con eso. No nos podíamos quedar en lo que pasó, teníamos que pensar ¿en qué podemos ayudar? Porque él siempre estaba ayudando. ¿Cómo podemos honrar su vida y seguir con este legado? Empecé a ver por dónde, qué podíamos hacer, yo soy profesora de matemáticas, la escritura estaba muy lejos de mí”, definió.
Pero en 2023 un problema de salud de su padre la llevó a un encuentro inesperado. Mientas acompañaba a su papá en un centro médico de Buenos Aires, donde tenían que hacerle un estudio complejo, tuvo un encuentro muy significativo.
“Estábamos en la sala de espera y mi papá empieza a hablar de lo que él había sentido en terapia, empieza a hablar de Andrés, que no es la relación habitual que yo tengo con mi papá. Como que había salido y él quería contar eso. Y yo quería ir a rezar el rosario. Me mordía la lengua, porque no sabía si se daba cuenta de todo lo que me estaba diciendo. Vi que había una imagen de una virgencita y una señora con su marido que me empezó a hablar”, describió.
Habitualmente conversadora, en ese momento no tenía ganas de hablar y sólo quería dedicarse a la oración, a suspender el tiempo entre las cuentas de su rosario. Aun así, contestaba con amabilidad las preguntas de la señora que estaba a su lado y al decirle que era de Rauch, la mujer -de Trenque Lauquen- le dijo que tenía un amigo en esa ciudad.
“Evidentemente tengo que hablar con esta señora”, pensó Silvana y continuó con la charla: “Me pongo a hablar con esta señora y me dijo que había escrito un libro a raíz de lo que le pasó a su hija. Le pregunté si había fallecido porque quizás me había escuchado hablando con papá de Andrés y me dijo que no, que se salvó por un milagro. Yo le cuento mi historia, ella me cuenta la de ella, y me dice que en los primeros libros que hizo, empezó con las dedicatorias y empezó regalándoselo a la gente. Está su historia en internet, se llama Milagro del Espíritu Santo y ella es Alicia Romeo de Skerly. Cuando le pasa lo de su hija que queda con muerte cerebral, no sabía ni rezar el rosario, lo aprende a rezar de Trenque Lauquen a Bahía Blanca, cuando trasladaron a su hija”, reseñó.
Intercambiaron datos y se despidieron. Unas horas después, le avisaron que el estudio que le habían realizado a su padre había fallado y no lo podían repetir. Pensó que no había servido ir hasta ese lugar en términos médicos, pero el encuentro con Alicia quedó rondando en su cabeza.
"Cuando vuelvo a Rauch y le cuento a Cristina Mario, una amiga que además es profesora de Literatura y me dice que empiece a escribir, ya me lo decía antes, que empezara a anotar cosas, a delinear, ver qué quería transmitir. Y pensé que si algo de todo esto que a nosotros nos sirvió en ese momento le sirve a la otra persona, bienvenido sea, por ahí una frase, una cosita. Yo traté de que no fuera mi historia personal y contar todo, sino qué cosas nos sirvieron para seguir adelante. Y de lo poco que yo quería transmitir, terminé haciendo un libro de nueve capítulos”, compartió.
Sólo un momento
El libro en cuestión tiene sus objetivos delineados y uno de ellos es poder hablar de las partidas que nos tocan atravesar a todos, sin excepción. Pero la muerte sigue siendo un tabú para la sociedad. Incluso las muertes prematuras, que se revelan como un error en la matriz, suceden y es preciso poder poner en palabras las emociones.
“Uno cuando llega hace lo que puede. La gente también, con toda su historia, con todo lo que tiene en su mochila personal, hace lo que puede. Y, en nuestro caso, yo quise decir que el duelo desde la fe se vive totalmente distinto. Si yo puedo sembrar una semilla y honrar la vida de mi hijo diciendo que podemos estar en pie, que se puede seguir, que Dios nos sostiene y que queremos hablar de este tema, de que hay un duelo con esperanza. Quiero que nos ayudemos entre todos, porque por ahí ni se te cruzó la idea de acercarte a Dios y no te está pasando nada, o te pasó y pensás en acercarte porque por ahí vas sanando tu alma, de las dos formas, porque creo que Dios nunca se cansa de buscarnos", sostuvo.
Durante la entrevista, Silvana recordó también a Pato, un amigo que falleció el pasado 7 de febrero, y cómo llegó a su vida gracias al libro. "Él tenía cáncer y se disfrazaba en cada quimioterapia para llevar alegría a los demás. Una quimio iba disfrazado de Batman, otro de Superman, un genio de la vida. Y falleció de otra cosa, no de su cáncer, es una linda alma que Dios me dio la posibilidad de conocer, y a su familia también. Cuando yo lo conozco a él, por intermedio de una chica que me decía que la hacía acordar a él, me cuenta quién es y yo lo había visto en el lugar donde papá se atiende en Buenos Aires y pasó de Batman adelante mío, pero creímos que era un payamédico. Y esta chica nos contacta y él me escribe. Ahí empezamos. Me pidió que le llevara libros para la Fundación Los Amigos de Andrés, que iba a buscar sponsors en Vicente López, de dónde él era. Cuando le di el libro le pregunté si tenía fe y me dijo que estaba ‘flojito de papeles’. El 8 de diciembre estuvo en mi casa de Rauch y cuando se fue cayó internado con un problema intestinal”, contó.
Pato nunca salió del hospital y falleció el 7 de febrero, dos meses después de su internación. Dos semanas antes de que falleciera, su esposa le contó a Silvana que estuvieron rezando juntos y que le había dicho que sólo un milagro podía salvarlo, pero que le pidieron a Andrés que los guiara.
“Nosotras con la señora siempre estábamos esperando el milagro físico. Así que todos los días estábamos muy conectados y Pato empezó a hacer la adoración al Santísimo que yo le había pasado. En un momento me manda y me dice: ‘quiero que sepas que estoy rezando un montón’. Ya no podía casi hablar y después esto él logra ver cuál era su gran dolor y lo pudo sanar, lo pudo perdonar. Y en sus últimos días, él tuvo una visualización de Jesús y la Virgen que le dicen que él tiene una fe inquebrantable, que va a hacer tres quimios, que su cuerpo estaba muy cansado y luego de eso iba a sanar. Y efectivamente fueron tres quimios: la del 20 de enero, la del 21 de enero y la del 27 de enero. Y su alma sanó totalmente en ese cuerpo cansado que le dijeron”, contó emocionada.
Los amigos de Andrés
El libro la ha llevado por muchos lugares, inclusive se editó en México, y la contactaron de Colombia y España. También de muchos pueblos del interior de la provincia y del país. Fue a Rosario a una charla con jóvenes y también habló de su libro en un boliche de Córdoba, en la previa de la presentación de la banda de cumbia religiosa “Toco para Dios”. Viaja a donde puede con sus propios recursos, se brinda a las personas que deseen escucharla y le gustaría llegar a más lugares.
“La primera edición del libro la regalé y yo creía que eso terminaba ahí. Como esto empezó a tomar otro vuelo, la segunda edición ya la hicimos en Ayacucho, con otra editorial (la primera fue Dunken). Empecé a andar por las redes sociales, yo era anti-red social, no sabía poner un like, no sabía nada y empezó a seguirme gente de difentes lugares”, indicó.
A partir de la dimensión que tomó su testimonio, empezó a darle forma a la fundación Los amigos de Andrés, que está en trámite de personería jurídica. El marco legal les permitirá recibir donaciones para imprimir más libros y solventar los viáticos para poder viajar a dónde la inviten y que el factor económico no sea un limitante para quienes quieran escucharla, ni para ella misma. También para efectuar donaciones a distintas causas.
En este sentido, explicó: “Un sacerdote me dijo que para recibir dinero y donarlo, o usarlo con fines benéficos, una fundación es lo más transparente, porque además debe tener auditorías y libros. Para mí no quiero absolutamente nada, pero sí para poder llegar a más gente. ¿Por qué se llama Los amigos de Andrés? Primero porque me lo dijo un colombiano, porque sus amigos fueron muy importantes y sus hermanos también, porque tenían una hermandad preciosa. ¿Quién puede decir quién fue más importante en su vida? Y en esto de haber elegido estar en pie y honrar, nosotros seguimos con la misma relación que teníamos con los chicos, sus amigos, que son personas hermosas".
Por último, Silvana compartió con sencillez su mirada sobre las cosas, con la esperanza de que le sirva a quien sufre: “No te voy a decir que un día no quieras llorar y está bien eso, pero cuando ya pasa a que eso sea lo habitual o lo que a vos te lastime y no puedas ver que todavía tenés otro montón de cosas, de regalos por los cuales seguir avanzando, ¿no? Y recibir ayuda psicológica. Solamente somos transmisores de una experiencia, pero Dios toca el corazón del que se quiere sumar y hacerse con esto, que en definitiva, después nos va a pasar a todos. Nos vamos todos de este mundo, pero no sé si tomamos real conciencia del momento que tenemos hoy, de que yo hoy puedo caminar, de que puedo mirar, de que puedo abrazar. Cuanto más uno invierte en cosas que hagan bien al corazón, algo te va quedando, siempre cuando uno busca ejercitar el alma hay infinidades de cosas para hacerlo. Lo único que importa después es lo que tenés en el corazón, qué cosa material te puede deslumbrar. Yo empiezo el libro diciendo la frase de Santa Teresita, que la vida es un instante entre dos eternidades, y realmente es un instante, y pensar cómo decido vivir mi instante y cómo proyecto yo porque ese instante se termina. A mí me corrieron de eje, entonces empecemos a hablar y empecemos a ayudarnos y empecemos a fortalecernos. Con Andrés no nos quedó nada sin vivir, tenía 27 años y era arrollador. ¿Cuántas cosas te perdés si te tiraste a no querer vivir? Te perdés todo este cariño que te viene multiplicado mil por mil”.
O como dice la canción: saber que de otra galaxia, el amor que me darías, transformado volvería un día a darte las gracias.