Por Néstor DipaolaAllá por las primeras décadas del siglo veinte, en la Argentina había mucho por hacer. Recién se empezaba. Y seguían arribando inmigrantes por miles, justamente porque sabían que aquí se podría empezar a soñar. Y entre los soñadores más importantes, porque fueron grandes hacedores, se encontraban los jóvenes. Tenían “ocurrencias” relevantes, llamadas a hacer historia.Entre esas cosas llenas de ingenio por parte de aquellos purretes, se contaba la fundación de clubes. Como en el caso de Santamarina, aquel 20 de diciembre de 1913. Como Jorge Newbery al año siguiente. O como Independiente en el dieciocho y Ferro en el diecinueve. Y La Movediza en 1923, por lo que acaba de cumplir un siglo.&nbsp; Clubes que surgían, sobre todo, de la mano del fútbol naciente, pero que de inmediato hicieron de todo en favor de la vida deportiva, social y cultural de la ciudad.UNA HISTORIA EN ORO, PERO TAMBIÉN EN NEGROSí, como la vida misma. Santamarina fue creciendo de tal manera que llegó a tener una sede social imponente, un muy buen estadio de fútbol y hasta un predio recreativo, conocido como Quinta Belén. Durante mucho tiempo y en varias ediciones, hemos intentado mencionar qué pasó, por qué se perdió todo. En el libro “Cien años”, de 2013, que nos tocó escribir, hay mucha explicación, para quienes estén interesados en ese tema específicamente.&nbsp; Pero Santamarina siguió los caminos. Es uno de los pocos casos en el país, que tras una quiebra violenta e injusta, continuó de manera esplendorosa, al punto de que llegó a estar durante una década -2014 al 2022 inclusive- en la segunda categoría del fútbol argentino, que ahora se denomina “Primera Nacional”. Como si eso fuera poco, está recuperando patrimonio en las hectáreas conseguidas en Sans Soucí. Ya funciona allí una cancha oficial y otras para entrenamientos. Hay dignos vestuarios, hay otras obras, más las que vendrán. Y lejos de llorar el desastre ocurrido en la década del noventa, se sigue trabajando y también festejando. Como lo ocurrido el jueves pasado con motivo de cumplir ciento diez años. Los actos se habían anunciado para el miércoles 20, pero por la lluvia se postergó por 24 horas. Allí estuvimos. Un lindo acto, emotivo y con merecidos homenajes. Se impuso el nombre de “Daniel Romeo” a la sala de reunión de los entrenadores. Nada más merecido, para recordar a quien condujo al equipo campeón provincial de 1985 y que obtuvo el derecho de participar en la máxima categoría del fútbol argentino. Y recordemos que años atrás, se denominó “Raúl Manera” a toda la batería de vestuarios. Justicia para quien fuera el último presidente de ese Santamarina que luchaba por la salvación, a fines de la década de 1990.&nbsp; El otro homenaje llevado a cabo el jueves, fue el que se tributó a Graciano “Gringo” Pintore, esa particular figura del boxeo que representó al club durante mucho tiempo, hacia finales de los sesenta y toda la década de 1970. Se inauguró un maravilloso mural.<figure class="image"><img src="https://cdn.eleco.com.ar/media/2023/12/santamarina_2.jpg" alt="santamarina - 2"></figure>Graciano Pintore, ese gran ídolo que importamos desde ItaliaEn su carácter de socio y simpatizante, Néstor Dipaola fue invitado a trazar una semblanza del popular expugilista, que en los noventa fue también presidente del club en tiempos del “salvataje” que desgraciadamente no ocurrió. Entre otros aspectos, destacó: “El Gringo Pintore nació el 12 de junio de 1944, exactamente ocho días después de la reconquista de Roma y la muerte del dictador fascista Benito Mussolini. Fue un grito de victoria pero no de felicidad, porque quedaba una Italia devastada por tanta destrucción y muertes. Por ese motivo, en la Argentina poco a poco se fue dando lo que se dio en llamar la segunda oleada de inmigrantes italianos, después de los grandes movimientos migratorios a partir de 1880. En ese marco, la familia Pintore, padre, madre y cinco hijos varones, llegaron a Tandil, lugar que eligieron porque sabían que aquí había trabajo. Venían de la isla paradisíaca de Cerdeña. Dos hermanas nacieron en Tandil. Bajaron en la estación de trenes y enseguida se enteraron que ahí enfrente estaba el barrio Villa Italia. Hasta allí fueron”.CÓMO SE INSTALÓ GRACIANO EN EL PUGILISMOA mediados de la década del cincuenta vino a pelear a Tandil Pascual Pérez. Se sintió impactado y a continuación concurrió también a presenciar peleas por un Campeonato de los Barrios que organizó Santamarina. Por entonces, Pintore se encontraba trabajando en la bicicletería Brutti y era muy amigo de Armando Brutti, también nacido en Italia. Él había boxeado y le enseñó. El segundo maestro que tuvo fue Raúl Angerami. Y ahí empezaría la gran historia. A los 14 años, en el '58, debutó en otro Torneo de los Barrios. En esos comienzos, ganó tres campeonatos de los barrios consecutivos. En 1961 fue subcampeón argentino de Novicios en Mar del Plata. Por ser nacido en Italia, no podía participar. Pero tenía tantas ganas, que dijo que había perdido el documento y que había nacido en Tandil. Maravillosa mentira piadosa que reflejaba que aquel joven italianito, se recibía de tandilero como el que más. Allá por 1963 consiguió la ciudadanía argentina y participó en el Luna Park de Buenos Aires, de las eliminatorias para las Olimpíadas de Japón, que se realizaron en 1964. Cuatro años después, estuvo en la selección para México 68; perdió la final, a la que llegó a pesar de que un año antes había tenido un fuerte accidente con la moto. Fue un gran ídolo popular que en 1973 combatió contra el entonces campeón Oscar “Cachín” Méndez en el Palacio de los Deportes de Bahía Blanca. En carácter de profesional, Pintore realizó 51 combates y cuando tenía 28 años y estaba intacto colgó los guantes y se dedicó durante muchos años al comercio.“MACO”, EL RECORDADO BOLICHE DE PILCHASEn la Galería Italia, Pintore fue propietario de la pilchería Maco. Estaba trabajando en el Banco Provincia pero ya poseía el local y poco a poco montó el comercio. Le puso ese nombre porque significa “loco” en dialecto sardo. Y siempre ha contado que ocurrió cuando un amigo una noche fue hasta el local, antes de abrirlo y vio la ropa que había traído para la inauguración. Le gustó tanto al amigo, que exclamó: "¡Che, esto es cosa de locos...!" Posteriormente fue propietario, allí mismo, de un café muy concurrido. Perdidamente enamorado de la ciudad, jamás pensó en abandonar Tandil, ni siquiera en instancias de las más grandes crisis del país. Siempre amó el tango, Gardel y el asado...<figure class="image"><img src="https://cdn.eleco.com.ar/media/2023/12/santamarina_1.jpg" alt="santamarina - 1"></figure>Daniel Romeo, el tandilense internacional, que llevó al aurinegro a lo más altoSe formó en Gimnasia y Esgrima de Tandil, estuvo en la selección tandilense y fue figura en Estudiantes de La Plata. Pero la gente de la ciudad lo recordará de por vida, por ser el director técnico que llevó a Santamarina al Campeonato Nacional en el año 1985 y de ese modo, Tandil se alineó con los más grandes. El club lo homenajeó el último jueves en un acto muy emotivo en el que su nombre le fue impuesto a la Sala de Entrenadores. Figura emblemática y muy querida, desde la década del setenta fue ídolo de la hinchada de Estudiantes, club en el que compartió grandes festejos por los campeonatos nacionales e internacionales obtenidos, a partir de la Copa Libertadores 1970. Y en 1971 fue autor de un recordado gol “de palomita” ante Nacional de Montevideo en la final que una vez más quedó en manos del “pincha”. Daniel tuvo el privilegio de ser discípulo nada menos que de Osvaldo Zubeldía y Carlos Salvador Bilardo. Fue tan extraordinario su paso por el albirrojo, que hace un par de años declaró lo siguiente, a un diario de la ciudad de La Plata: “Estudiantes es todo en mi vida. Me formó como hombre y como jugador. Doy gracias a Dios por dejarme nacer y crecer en el club, le debo absolutamente todo. Me emociona hablar de esto. La última vez que vi al flaco Bilardo me quedé tres días llorando, fue duro verlo así. Carlos entregó su vida al fútbol. Estudiantes es eso, entrega total y no guardarse nada”. Así como el tandilense Daniel Romeo disfrutó tantas cosas maravillosas del fútbol, tuvo la mala fortuna de lesionarse muy joven y debió abandonar una carrera brillante. Él recuerda ese momento y afirma que “por entonces no existía la tecnología que hay ahora, a tal punto de que te hacían radiografía y te abrían a ver qué tenías”. A partir de allí se dedicó con éxito a la dirección técnica, que incluyó haber estado al frente de aquel célebre Santamarina ‘85.El Club Santamarina y su historia con intensa vida socialEl Club y Biblioteca Ramón Santamarina estuvo en todas. Había una especial avidez por desarrollar todo tipo de actividades, muchas de ellas extraídas a imagen y semejanza de otras similares que existían en aquel Tandil distinto y mucho más pequeño que el actual. Por ejemplo, en el lejano año de 1881, los españoles dieron inicio a las divertidas ediciones anuales de las Romerías, que hicieron historia y todavía hay vecinos que las recuerdan con cariño, a pesar de que hace muchos años dejaron de tener vigencia. Y como para no ser menos, Santamarina organizó sus propias romerías a finales de los años treinta y comienzos de los cuarenta. Para ello, alquiló el predio del ex Manantial de los Amores, hoy club Uncas. También hubo romerías aurinegras en los salones del ex Palace Hotel, hoy sede del Rectorado de la Universidad. Orquestas que llenarían los amplios espacios de los clubes de Tandil, y en gran medida Ramón Santamarina, en particular cuando estuvo construido el gimnasio multifuncional de la calle Yrigoyen.&nbsp; Eran esos purretes de los primeros años del siglo, la mayoría hijos de inmigrantes, que habían crecido entre el barro y las cañas de pescar en esos arroyos tan pintorescos y que ahora están invisibilizados por el entubamiento. Los músicos, o cantantes, o bailarines o simples aficionados del cuarenta y cincuenta eran esos pibes que correteaban entre los espesos montes del veinte y del treinta, cazando algún pajarito o haciendo goles con la pelota de trapo en los potreros abundantes de la época. En los mismos lugares que ahora el asfalto y los edificios de varios pisos le cambiaron la cara a Tandil.&nbsp; Y esos chicos, mientras gastaban las alpargatas en los picados, soñaban con jugar en Santamarina. Y se desvivían por escuchar de vez en cuando algún tango de Carlitos, en la casa de algún tío “acomodado” que había podido comprar un fonógrafo. Ellos, también aquí, lejos de la gran capital, se criaron entre el fango con la ilusión de aprender a bailar el tango y divertirse en esos bailongos añejos.Aquel baile que se transmitió por radio…Pero no solamente se vivía de festejo en festejo. La gente se divertía y también trabajaba, creaba cosas, inventaba. En síntesis, Tandil progresaba. Fueron los momentos del auge industrial, en las décadas del cincuenta y sesenta y una parte inicial de los setenta. Los diarios titulaban con orgullo que el señor Santiago Selvetti se proponía para esos días incorporar maquinarias de alta precisión a su fábrica Metalúrgica Tandil. Y el 13 de marzo de 1955 se realizaba (con una página de publicidad y grandes titulares) una asamblea vecinal de carácter gigantesco en el gimnasio de Ramón Santamarina para tratar las obras de redes cloacales que llegaban para los pobladores de Tandil después de intensas gestiones. Y para los carnavales de 1956, estos eran los anuncios: “Noches de París” en Santamarina con la excelente orquesta dirigida por el tandilense Héctor Montalto. Los otros dos fuelles eran Norberto Matti y Néstor Bellotti. En el medio de estos bailables se desarrollaba el denominado Baile de los Clubes de los Barrios de Box, que fue de disfraz y fantasía. En 1958 LU 10 Radio Azul anunciaba la transmisión de un baile de Carnaval directamente desde el Club Santamarina. Era la serie denominada “Carnaval en el pabellón de las rosas”. Lo hicieron en forma completa, en la noche del martes 10 de febrero.&nbsp;&nbsp;

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Notable celebración de los 110 años del Club Santamarina

Merecidos homenajes a Graciano Pintore y Daniel Romeo en Sans Soucí