Mariano García Miqueo es un periodista y escritor de Tandil, pero que lleva varios años residiendo en Córdoba. No obstante jamás olvida a su ciudad y su gente. Es más, colabora permanentemente con la revista especializada “Puños bonaerenses”, que dirige el expugilista Alfredo Cicopiedi. Ha publicado entre otros trabajos, un libro con el nutrido y valioso historial de Alberto Daher, considerado el mejor boxeador de Tandil de todos los tiempos.
Recientemente y en plena pandemia, pudo editar “Ángeles del gol y media docena de cuentos futboleros”, sin duda un muy buen trabajo de un apasionado y un entendido en la materia deportiva, como lo es Mariano.

KEMPES Y BATISTUTA

Nos refiere que “el cuento central nace de mi convencimiento de que Kempes y Batistuta no son a la medida de los acontecimientos. Para mí, a muchos no les cae la ficha acerca de los grandísimos goleadores de nuestra selección que fueron”.
Acerca del resto de las historias de este nuevo libro, nos dice Mariano que se trata de “un homenaje a cada uno de los habitantes del ecosistema fútbol, inclusive los villanos. Retrata a ese fútbol genuino de los pueblos del interior y de los barrios, que cada día parece devorarse la carnicería burocrática de este deporte".

ANTICIPO EXCLUSIVO: ALGUNOS PÁRRAFOS DE “ÁNGELES…”

Vikingo, grábate esto: -imploró Mario- los goleadores tenemos ese instinto depredador que nos lleva a no descansar jamás en la búsqueda de ese alimento irremplazable para nosotros que se llama gol. Somos luchadores, perseverantes, y también egoístas, pero esa misma avaricia es el que nos lleva a movilizarnos con la necesidad de sacar la cara por el resto con nuestras conquistas.
“Podés tener la peor racha del mundo -continuó Gabriel- ser odiado y alabado según las circunstancias, pero tus goles serán el mejor veredicto para poner a propios y ajenos frente a la evidencia y la reverencia. Y para eso debes arriesgar, y para arriesgar, hay que ser egoísta.”
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“Balbuena era un caudillo para liderar los triunfos y para cargarse las derrotas al hombro. Para llegar primero a los entrenamientos y también para irse último. Era el puente entre el técnico y el grupo, pero también era el que soportaba las decisiones del líder que no compartía. Sabio y paciente para explicar que el grupo está siempre por encima de las individualidades…”
“Te lo juro, Sebita, como que me llamo Néstor Panizza: jamás en mi vida vi tanta gente concentrada como en esa despedida. Todo Navarro lloraba sin consuelo por el exilio de Balbuena, mijo. Hasta los archirrivales clamaban por su no partida. Si alguien ajeno a Navarro veía aquella despedida, podía pensar que Balbuena se iba a la guerra.”
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Nuevamente, se sumergió en su análisis interno.
-El pibe Zampatti tiene un futuro enorme. Sin dudas que es talentoso. Lástima que… es mal tipo. ¿Puede no serlo después de querer v…?... Manuel… estas mezclando los tantos…la regla dice: “Los rendimientos deportivos sobre lo humano.”
¡Qué ingratas son las minas, pensé! Ella venía a ver al sujeto que fajaba todos los días a su hermanito Nicolás, y yo, que era el único en todo el barrio que siendo más grande que el pibe le daba bolilla, ni me registraba como hombre.
Para los futboleros que recorrimos nuestra infancia en aquel tiempo, jugar a El 25 era una cuestión de estado. Un rito sagrado. Un duelo que ponía en tela de juicio el honor individual. En los barrios de mi época, ganar era la gloria. Perder, la muerte.
Recién después de que el Twetty Villafañe se metiera entre los centrales, eludiera al arquero con una gambeta larga y definiera con el arco vacío, Sandro Carnevale se soltó del alambrado, retrocedió sobre sus pasos y se sentó sobre la grada sonriendo de satisfacción.
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Comprendí que el fútbol y el amor por una mujer, pasan por ahí: en arriesgar más de la cuenta para poder ganar. Y hoy, veinte años después de aquellos sucesos, ver que mientras les cuento esta historia, la Lore juega con nuestros hijos, y el Turco, Matías y Guido (que vino a visitarnos) preparan un asado para recordar nuestra época dorada de juventud, siento orgullo de haber sido aquella tarde de clásico, lo que muchos llaman en nuestra jerga, un kamikaze del fútbol.
Era la vigésima vez en el presente mes que Dolores se escapaba del internado para, escondida detrás de un disfraz que la convertía en hombre, se iba a jugar al fútbol con los chóferes a la canchita de la terminal de ómnibus, sin tener presente los terribles correctivos que recibiría de la cruel madre superiora Sor Margarita si ésta llegase a descubrirla, no sólo por violar los protocolos religiosos, sino también por el profundo rechazo que dicha mujer decía sentir por el fútbol.

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Hoy, el tandilense Mariano García Miqueo y su nuevo libro