LA VIDRIERA
El Otro “Beto”
Uno es el tandilense Alberto Gauna, el intelectual, realizador cinematográfico, ganador de premios a nivel nacional e internacional y recientemente reconocido por el Concejo Deliberante local. Pero es el otro el que nos interesa en esta oportunidad; más íntimo, que se fue a España con la nostalgia prendida del pecho, con una mano detrás y otra adelante. El que estuvo a punto de volverse si no fuera porque peleó con sus propios fantasmas logrando una buena vida en el viejo mundo; aunque pegar la vuelta es un sueño que no pierde vigencia.
Alberto regresó a Europa al día siguiente que le hiciéramos la entrevista en la casa de Delia, su hermana. Fue una larga charla donde el tandilense tuvo una mirada crítica hacia la actualidad política del país y las expectativas sociales.
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-¿Cuándo y por qué te fuiste de la ciudad?
-Fue en el ´77; el país estaba bajo una dictadura desde marzo del ´76, una dictadura que le pegó un duro azote a toda la sociedad y a mi generación particularmente. Los primeros meses habían sido agobiantes, sobre todo para quienes pertenecían al sector cultural. También durante ese primer tramo hubo una parálisis en la economía que golpeó aún más a quienes teníamos proyectos en marcha que no iban a poder realizarse o que decidían levantar o suspender. Yo trabajaba como asistente de una película que se suspendió, luego se retomó en democracia, pero ya me había ido, como muchos.
La dictadura fue un azote profundo a mi generación: muchos de ellos desaparecieron, otros estuvieron detenidos y hubo quienes, como yo, decidieron irse ante ese panorama desolador. Yo utilizaría la palabra desterrado o, como dice un amigo, transterrado.
-¿Cómo fue la vida en España?
-Al principio, con sus complicaciones: el primer año en Madrid fue muy duro. Yo era una persona que contaba con algunos recursos pero tampoco podía pasar mucho tiempo sin trabajar. Entonces empecé a echarle mano a diferentes oportunidades que iban surgiendo como, por ejemplo, ser fotógrafo social para una pequeña empresa. También pude estrenar “Cerro de Leones” –que recientemente acaba de ser reconocida por el Concejo Deliberante de Tandil- en la Filmoteca de Madrid y de Barcelona porque, hay que aclarar, España se encontraba en plena efervescencia democrática y era una fiesta. Pero también era duro estar en el Madrid del 77 para una persona que no tenía la nacionalidad –como la obtuve luego- y estaba muy “justito” de papeles: cada 3 meses salía a la frontera con Portugal y sellábamos una nueva estadía… hubo épocas en que sólo comíamos arroz en sus diferentes versiones (risas).
De a poco se fue armando mi vida en España: me casé y empezamos ¡a vivir y a comer un poco mejor! Trabajaba de camarógrafo, de mozo en un restaurante caro que se llamaba El viejo almacén de Buenos Aires, en el corazón de Madrid. Muchos argentinos comían allí. El dueño, un judío maravilloso, me decía: “aquí nadie pasa hambre, Alberto. Lo que quieras, te lo servís de la heladera”. Comíamos bien y nos pagaban buen sueldo y con lo que ahorré de propinas, en pocos meses me compré un coche usado con el que andaba por todo Madrid.
¿Qué extrañabas de tu país?
-La vida que dejé, los afectos. La nostalgia argentina es terrible,.
-Doy fe… el argentino es un nostálgico incurable, lo he vivido en carne propia, siempre mirando al sur.
-Conocí a muchos que lloraban hasta por no poder comer dulce de leche. En el camino, sin embargo, me fui haciendo muchos amigos españoles aunque todavía mi profesión seguía ausente a excepción de que se había proyectado “Cerro…”.
Con aquellos amigos íbamos a los cine clubes, a las librerías, empezaba a tener más actividad, una vida más apropiada a alguien de mi edad –entonces tenía 28 años- lo que también me permitía despegarme un poco de la nostalgia. Aquel Madrid me abrió esos nuevos caminos: allí conocí a mi primera mujer. Ahora, me cuesta reconocer ese Madrid; perdió el romanticismo de aquellos años, es más parecida a Nueva York que a la que conocí, aunque la frecuento bastante porque allí vive mi hijo.
-¿Dónde vivís actualmente?
-En Málaga, donde me mudé hace muchos años. Me divorcié de mi primera mujer y actualmente estoy casado con otra pareja y tengo dos hijos maravillosos.
Las palabras de Raúl Alfonsín
-¿Cuándo aparecen las primeras oportunidades vinculadas al quehacer audiovisual?
-Me fui revinculando con mi profesión a través de muchas personas, algunos de ellos actores, muchos argentinos que decían “no vuelvo más”. Yo pensaba todavía que iba a volver cuando retornara la democracia. Pero ya en democracia, Alfonsín (Raúl, expresidente de Argentina) visitó Madrid y nos recibió en una reunión repleta de argentinos. Yo vivía en Málaga pero me tomé un autobús y fui. “Muchachos, el país los necesita, una generación como la de ustedes no puede estar lejos de su patria y tenemos que trabajar juntos”, nos dijo. Lloramos, lloramos mucho. Nos prometió que habría ayuda para volver a insertarnos en el campo laboral. Ese día, muchos de los que habían asistido salieron de la reunión directo a comprar el pasaje de vuelta y algunos de ellos volvieron a España a los 2 años porque no lograron adaptarse. Siempre pensé que llegaría el momento de regresar pero entonces sentí que ése no era el momento.
Por aquellos años ya daba clases de cine y de a poco comencé a estabilizarme en lo laboral; tenía la posibilidad de planificar y proyectarme en lo mío pero siempre con la idea de volver en algún momento… hasta 2001.
-¿Qué pasó entonces?
-Volví a Argentina porque se proyectó “Cerro de Leones” en el cierre de la primera edición del Festival de Cine de Tandil. Entre los espectadores estaba el entonces rector de la Unicen, Juan Carlos Pugliese (h) a quien conocía desde hacía muchos años. En medio de la charla le digo: “estoy pensando en regresar”. Me dijo que lo pensara bien, por todos los años que llevaba en España, una vida hecha allí, una familia, un trabajo que en Argentina me iba a costar conseguir. Me frené, no me lo decía cualquier persona, me lo decía el rector de la Universidad. Ese año fue terrible y lo que pasó poco después de mi visita, con la renuncia de De la Rúa, me terminó de convencer porque además, al regreso a España, me ofrecieron dirigir un canal de televisión nuevo con la oportunidad de formar a unos 20 profesionales que iban a trabajar allí y un muy buen sueldo. La posibilidad de regresar comenzó a diluirse.
-¿Qué opinaba la familia?
-Lo hablamos mucho con mi mujer; ella tenía muchas dudas. De hecho, al día de hoy no entiende el fenómeno de la inflación en Argentina. Paradójicamente, mi deseo de volver coincidió con esa oportunidad de trabajo que significó un enorme crecimiento en mi profesión y que nos permitió estabilizarnos y prosperar económicamente al punto de que pude comprar 2 propiedades en Tandil.
Cuando sentí que se había cumplido mi ciclo en esa empresa lo hablé con su dueño y me fui. Retorné a dar clases en un sindicato donde formaba técnicos profesionales, muchos desempleados que querían capacitarse para ingresar al campo laboral.
Una mirada expectante del país
-¿Cómo ves la Argentina de hoy?
-Soy un demócrata de alma y no puedo soportar un antidemócrata. El señor presidente (Javier Milei) no me parece un demócrata. Asumió porque fue elegido democráticamente pero no quiere a los demócratas. No quiere al Congreso ni a los diputados. Es una cosa distinta, es cierto: en este país de radicales o peronistas este señor no quiere a ninguno de los dos y se maneja con poco respeto hacia el otro. No soy un especialista en sociología política, pero en la geopolítica de Europa y del mundo este señor va a tener que ajustar un poco las cuerdas aunque cuente con mucho apoyo de gente que quizá no sepa qué país quiere.
-¿Será que quiere un país menos corrupto?
-Es posible. Un país más organizado, pero creo que no queremos otra cosa que no sea la democracia. Ya hemos sufrido mucho. Este país tiene mucho potencial para crecer.
-Siempre tuvo mucha capacidad de resiliencia.
-Y, una vez más, le toca remarla.
Tandilense por sobre todo
-Si tuvieras que hacer tu propia carta de presentación ¿cómo te definirías?
-Como un cinéfilo o cineasta que no me abrazo a la melancolía, no me dejo invadir por mentiras, que sigo soñando, escribiendo guiones. Tengo, al menos, dos películas más sobre Tandil y me reconforta mucho que en algunos festivales internacionales se hable de Tandil a través de la Huelga Grande que relata “Cerro de Leones” o del Tata Dios de “Malón Blanco”.
Nunca dejé de ser de Tandil ni renuncié a ser argentino. Mi identidad está en Tandil, mis sueños están en Tandil. Mis películas tienen que ver con Tandil. Y si no es con Tandil, es con lo bonaerense. Aquí, en Vela, en Gardey o en Mar del Plata. Porque la pampa va a dar al mar.
Llevo Tandil en el hombro cada vez que acudo a esos festivales o convocan a mis películas. Y lo llevo con orgullo porque tengo su identidad. Soy tandilense de alma.