<blockquote>“El fuelle me atraía tanto como una pelota de fútbol. La vieja se hizo rogar un poco pero al final me dio el gusto y tuve mi primer bandoneón: 10 pesos por mes en 14 cuotas. Y desde entonces nunca me separé de él”&nbsp;(Troilo)</blockquote>Nació en Rauch pero se siente tan tandilense como cualquier vecino que haya visto la luz por primera vez en estos pagos. Hasta hace poco vivía solo en su casa pero actualmente está en una residencia geriátrica de la calle San Martín que perteneció a una familia tradicional de Tandil, una casona señorial decorada con muebles de estilo en la que asegura sentirse muy cómodo y tener la mejor cocinera que se puede pedir.Cuando lo fuimos a ver no encontramos a un hombre que admita una centuria; por el contrario, vimos a una persona animosa bien acicalada y hablada, caminando de un lado para el otro y dispuesto a sacarse todas las fotografías, en especial en las que sale junto a su bandoneón que guarda como una pieza de reliquia en su dormitorio. Afable, hablador, alegre y por sobre todo muy gentil, la semana pasada tuvimos la fortuna de conocer a Aníbal Marino, quien fuera uno de los integrantes del Conjunto Municipal de Bandoneones, aquel cuerpo musical conocido mundialmente y por el que dice sentir un tremendo orgullo.El primero de tresAníbal amó la música desde siempre y por sobre todo el bandoneón, instrumento que su familia -con diez hijos- no podía comprarle. Pero es verdad eso de que la vocación supera todas las barreras, porque cuando creció allá en los pagos de Rauch, se independizó, yéndose a vivir a una habitación en el mismo almacén donde trabajaba… ahora solo era necesario encontrar un profesor para tocar correctamente uno de los instrumentos musicalmente más difíciles. Pero esto lo dejamos para después…Cuando llegó a Tandil buscando trabajo lo encontró&nbsp;en Andrés &amp; Cía, una de las prestigiosas empresas mayoristas y distribuidoras sita en la esquina de Paz y Pinto. Allí &nbsp;conocía a todos porque vino en la década del sesenta por medio día y se quedó&nbsp;34 años. Recorrió más de una vez las veredas donde vivían Elissondo, Fernández Míllara, Vitullo, Macaya. Peña -nuestra familia entre otros- Zeballos, Vergara, Gardey, Dhers y a la vuelta los Daguzán. Enfrente de la distribuidora había un bodegón - ¡Tiene unos recuerdos tan lindos, Aníbal!&nbsp;- donde iban las familias del barrio a almorzar y cenar. El dueño se llamaba Ramón, un hombre alto y soltero con dos hermanas a las que los vecinos habían apodado Las Ramonas. Gente buena y maravillosa, cariñosa con los tantísimos chicos del barrio que los jueves se disputaban los moñitos con manteca. Eran tiempos más sencillos donde las familias dejaban sin llave las puertas de sus casas y no eran tantos los vehículos que pasaban. Aníbal recuerda al carnicero Franchini y a la despensa de “Potoca”&nbsp;Segade, un encanto de persona cuyo marido era cartero y falleció tempranamente. Y no tiene más que palabras de elogio para la familia Andrés: “Inesita, la única que quedó porque todos fallecieron, me vino a visitar la semana pasada”, cuenta.<figure class="image"><img src="https://cdn.eleco.com.ar/media/2024/07/anibal_1.jpg" alt="anibal - 3"><figcaption>Aníbal Marino fue uno de los integrantes del Conjunto Municipal de Bandoneones</figcaption></figure>Recuerdos y sonrisasLo bueno de Aníbal es que recuerda todo con una sonrisa, no con esa nostalgia que duele. Y nos hace reír porque cuenta que cuando salió la gaseosa Spurcola Canadá Dry fueron los primeros en distribuirla y que tuvo una aceptación muy grande: Hasta había un jingle -antes así se le llamaba a la publicidad cantada- que la promocionaba cuando aún la tele era en blanco y negro: “Mozo, que venga el mozo, en la bandeja… ¿qué es lo que trae?. Trae una cosa muy deliciosa, trae Spurcola Canadá Dry”.Y él fue uno de los que se atrevió cuando los dueños le brindaron su confianza de distribuirla en los pueblos vecinos manejando esos enormes camiones que salían Paz casi Pinto.El viejo Tandil“Cuando murieron los socios -Pedro Fernández y Juan Andrés-&nbsp; ´La&nbsp;Ñata´ Andrés&nbsp; pasó a ser mi patrona y nos llevaba facturas, era muy buena con nosotros. Con el tiempo la empresa quebró, le fue mal, no todos estamos hechos para manejar empresas tan grandes. Y lo que tuvieron lo hicieron trabajando, con una flota de camiones ruteros que iban y venían a Buenos Aires. Tuvo su época de esplendor”.-No es tandilense pero lo siente como si lo fuera, nos contaba.-Nací en San Cayetano, pero mi familia era de Rauch y cuando mis padres se casaron había poco trabajo y se fueron a la cosecha en esa zona triguera y allí nacimos dos hermanos, luego volvimos a Rauch pero estuve 20 años en total y en 1948 me vine a Tanidil, por eso digo que tengo más de tandilero que de rauchense.&nbsp;-¿Cómo era el viejo Tandil?-Hermoso. Todo fue cambiando, claro, como El Bilbaino, una casa potente. Cuando murieron los primeros dueños se fundió, una pena. Había muchos negocios importantes como la zapatería La Movediza, La Capital, La&nbsp;Exposición , que hacía propaganda desde un avión: Venga corriendo, vaya volando, La Exposición está&nbsp;liquidando”&nbsp;(risas)-¡Cómo recuerda al Tandil de su juventud!-También se fundió La Exposición, pero tuvo su época también como tantos otros negocios que había en el centro y la única tienda que se sostiene es La razón, tiene su clientela ¡Vaya a saber!Por amor al arte-Nos contaba que en el Conjunto Municipal de Bandoneones el único que recibía un sueldo era Norberto Matti y que ustedes tocaban gratis. Por amor al arte…-Ninguno de nosotros pudo entrar como municipal; figurábamos como ejecutantes del conjunto pero ninguno de los 22 cobraba nada, a veces nos daban una ayudita.-¿Cómo hacían para viajar?-Juntábamos plata entre todos, íbamos a todas las ciudades cercanas y dentro de la provincia de Buenos Aires. Fuimos dos veces a Uruguay porque ese país nos pagaba los pasajes y la estadía. También fuimos dos veces a Alemania y no viajamos más porque se terminó la época del 1 a 1. Se disparó el dólar y nos quedamos sin nada.-¿Cómo se dieron los viajes al exterior?-En Uruguay todos los años celebran el 24 de junio por el fallecimiento de Carlos Gardel y llegaba gente de todos los países, entre ellos alemanes que fueron los creadores del bandoneón y nos vieron y se dio la invitación donde estuvimos con todo pago durante 12 días. Y qué orden que hay en Alemania, tocamos en lo que había sido la fábrica (de bandoneones) que después se convirtió en fábrica de armas para la guerra. Estaba lleno de gente, al tope, pero todo ordenado. No había policías, pero la gente celebraba con cerveza y cantaba sin hacer ningún lío.-¿Dónde tocaron en Uruguay?-En muchísimos lugares y siempre estaba lleno de gente, por ejemplo en el auditorio del shopping Punta Carretas en Montevideo, en el Parque Enrique Rodó y en otros escenarios, fue en 1996 durante la Tercera Cumbre del Tango. Esos momentos los tengo bien presentes. Después volvimos en 1998.“Durante esta segunda estadía, entre otros invitados se encontraba un pequeño grupo de alemanes de Carlsfeld que quedaron deslumbrados, ahí comenzó una afinidad y se tendieron lazos para la posterior actuación de los tandilenses en el país europeo (ex Alemania Oriental) que tuvo lugar ese mismo año en el mes de octubre y se repitió&nbsp;dos años más tarde ´Nos colmaron de regalos, escribió el director Norberto Matti, durante los días de estadía en Carlsfeld&nbsp;, se llevó a cabo un acto en el cementerio junto a la tumba de Alfred Arnold (creador del bandoneón) y tuve el privilegio de tocar en un solo de música religiosa en el transcurso de ese acto” (del libro Ultimo tango en el sur del escritor Néstor Dipaola)-¿Hasta cuándo tocó el conjunto?-A principios del 2000 dejó de actuar, fueron los cambios de gobierno y la falta del presupuesto municipal. Sí lo tenía La Banda (municipal) pero nosotros no. Además en el interín hubo muchos cambios, algunos se fueron y otros fallecieron.-¿Recuerda dónde fue el debut?-En Radio Tandil y la gente se quedó encantada, después de muchas actuaciones decidimos seguir y ya quedó&nbsp;Norberto Matti como director.&nbsp;<figure class="image"><img src="https://cdn.eleco.com.ar/media/2024/07/anibal.jpg" alt="anibal - 2"><figcaption>Aníbal Marino fue uno de los integrantes del Conjunto Municipal de Bandoneones</figcaption></figure>Vocación tanguera-¿Por qué se decidió por el bandoneón y no por otro instrumento?-De chiquito me gustaba y por más que lo pidiera éramos diez hermanos, no sobraba plata para un bandoneón pero para tocar bien hay que empezar de niños cuando no hay problemas ni compromisos, dedicándose totalmente al estudio de la música… veía un bandoneón en una propaganda, en una revista, donde fuera y me quedaba embobado… era barato pero mis padres no me lo podían comprar. El primero que tuve a los 21 años salió 350 pesos y en el almacén donde trabajaba me prestaron la plata y la fui devolviendo. Ya vivía solo en una habitación allí donde trabajaba. Este (por el actual) es el tercer bandoneón que tengo, ahora no lo puedo tocar pero es mi tesoro.-¿Cuando compró el primero ya sabía tocar?-¡No, pero me encantaba! Además tenía amigos que tocaban.-¿Con quién aprendió?-Con un maestro muy bueno de apellido Almandoz que me enseñó muy bien pero no se podía vivir de la música, era como para llenar un poquito más el bolsillo actuando los fines de semana o en un casamiento.-¿Qué sintió cuando el conjunto dejó&nbsp;de tocar?-Eramos una familia, ensayábamos dos veces por semana con mucha seriedad y el maestro Matti supo dirigirnos muy bien, fue muy difícil despedirnos, una gran pena pero así es la vida.-¿Quiénes son sus bandoneonistas preferidos?-¡Conocí muchos de todos lados! Con algunos nos hicimos amigos en Buenos Aires. Conocí a Horacio Carré, a Monti, a Horacio Ferrer, Leopoldo Federico, Aníbal Troilo…-¿Astor Piazzolla?-Fue un adelantado para su época, un músico de avanzada pero a mí me gusta más el tango tradicional, canyengue, más sencillo, la música arrabalera, porque me había criado escuchando ese tango.La vida hasta el aquí y ahora-¿Siguió tocando después del fin del conjunto?-Sí y ensayando porque salían piezas nuevas y había que practicar, además me invitaban para amenizar algunas fiestas o bailes los fines de semana. Ahora ya no puedo, no recuerdo cuándo fue la última vez que toqué porque uno pierde la agilidad…&nbsp;le explico: todos los instrumentos son distintos al bandoneón, aprieta una tecla, lo abre y da una nota; al cerrarlo tocando la misma tecla da otro y usted no puede mirar el instrumento. Es verdaderamente difícil.-¿Qué le dejó la vida hasta el momento?-La verdad siempre tuve una buena conducta. Nadie puede decir que soy una mala persona porque tuve buen comportamiento, cuando tocaba me pagaban para que metiera “bulla” (risas), era un trabajo y había que hacerlo bien. En una oportunidad me contrataron para una fiesta de casamiento. Esa pareja que se casó vino a los veinte años a la empresa Andrés &amp; Cía. para decirme que se casaba la hija y quería que le amenizara la fiesta. Por otro lado he encontrado de todo, gente y trabajos malos y buenos. He visto hundirse empresas y me quedaba sin trabajo pero disfruté familia y amigos y tengo tres nietos: Romina que es docente, Federico es contador y el más chiquito es Esteban, licenciado en administración de empresas.-¿Le quedan muchos amigos?-Sí porque nunca me he peleado con nadie hasta ahora. Y tenía amigos de mal carácter pero a mí no me hacían enojar porque para ser malo hay que tener un físico grande y yo soy más bien chico (risas) ¡Qué voy a pelear!-¿Tiene miedo a la muerte?-No, para nada. La tengo al lado a mi querida hija Olga (la abraza y se emociona)&nbsp;&nbsp;&nbsp;&nbsp;

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El Che bandoneón de Aníbal Marino

Fue uno de los integrantes del Conjunto Municipal de Bandoneones; cumplió 100 años hace pocos días. En charla con La Vidriera este hombre sencillo, lúcido y amable nos relata parte de su vida con la música y el fuelle que lo apasionó desde niño.