Domingo a la mañana y tengo que salir bien temprano de casa. Por cuestiones de energía propia de él y mía, el auto no quiso arrancar la noche anterior. Tengo que ir a recuperarlo al centro, donde lo abandoné; llevo uno de esos cables con pinzas en las puntas. “Con esto hacés un puente”, me dijo el vecino que me lo prestó. Me puse los cables enroscados al cuello y salí a la calle.

Niebla, espesa como caldo frío de gallina. Vuelvo por un piloto. Antes de doblar la esquina me encuentro con el perro con la camiseta de Boca que suele andar por el barrio. No es la primera vez que lo veo, se nota que se aquerenció en el barrio. Tiene puesta la número 7 de Pavón; le queda un poco grande en la panza y la arrastra. Realmente tiene un muy mal aspecto el perro con la camiseta embarrada, pero me mueve la cola sin dejar de pasarle la lengua a un envase de tetrabrik con restos de salsa de tomate que sacó de una bolsa que acaba de despanzurrar.

Cuando doblo la esquina me abofetea una ráfaga de llovizna horizontal. Me invaden unas ganas profundas de volver a casa, acostarme y olvidarme del auto y de algunas otras cosas. Cuando llego a avenida Perón, el semáforo me da paso y cruzo, pero siento un bocinazo a mi izquierda. Escuchándolo bien, no es una bocina: es una sirena. De barco. Y efectivamente, deslizándose por el asfalto mojado viene bajando desde los monoblocks una embarcación. Es del estilo de esos barquitos para turistas de Mar del Plata. Un “Anamora” pero de origen soviético; un viejo barco de la época de la URSS. “Potemkin”, tiene escrito con tiza blanca un poco chorreada.

-¡Cuidado, hombre! Fíjese por dónde cruza-, me dice un tipo vestido como el capitán del Titanic, con indudable acento italiano.

-Perdón.

La verdad, no tengo ganas de pelear con nadie. Ya nada me asombra; lo único que quiero en este domingo es llegar al auto, hacer el puente (ahora que lo pienso, para eso voy a necesitar otro auto), arrancarlo y volver a casa. Y acostarme con piloto y todo, enredado en los cables.

Desde cubierta, el tipo me tira un salvavidas amarillo, inflable, con cabeza de patito atado a un piolín.

-Venga, amico, suba. Llegamos para rescatarlo.

-No, está bien. Voy hasta acá nomás…

-Dele, no sea tímido. Acá no hacemos preguntas, rescatamos náufragos, en lo posible sobrevivientes.

De una de las ventanillas tipo ojo de buey, asoma la cabeza el perro de la camiseta de Boca.

-¿Pavón es suyo?-, le pregunto.

-¿Quién?

-El perro.

-No, qué va… Lo levantamos en la altro cuadra. ¿Cómo dijo que se llama? ¿Pavone? Como Rita.

-Sí, Pavone.

-Súbase. Somos la patrulla di salvacione. La última. Después de noi vienen las siete plagas, el ángelo terminator y los cavallinos del acabose. Acá ya rescatamos a dos chicas en curda, un enamorado que se quiso colgar de un árbol de la plazoleta pero se vino a pique con rama y todo, el perro Pavone, un abuelo que no sabe dónde vive o sabe, pero no quiere volvere y un finado que vamos a intentar resucitar a cachetazo limpio. Además, dos cuises, una comadreja y un pappagallo que habla en lenguaje de señas. Somos como il Arca di Noé, pero sin fines reproductivos. Suba y tómese una tasa di cascarilla caliente.

-Le agradezco. Y adónde iríamos…

-A ningún lado, ahijadito. A dar vueltas, como cuando éramos bambini y nos quedábamos dormidos mientras nos paseaban. Así. Algunos dicen que la vita es un viaje y altri que la vita es un sueño. Nosotros hacemos las due cosas: viajamos e dormimos. Y de paso levantamos náufragos, desdichados y pecadores. Usted se anota en las tres categorías. ¿Sube o no sube?

-Me parece que no.

-Mire que somos como il treno de las oportunidades: pasamos una sola vez en la vita. Ya le dije: luego vienen los mosquitos, terminator y los matungos del apocalipsis.

-El fin del mundo.

-No, ma que fine dil mondo. El mundo finito hace rato. Lo que estamos viviendo es el principio dil mundo novo. Una vera sporcizia.

-¿Eh?

-Porquería, diavoletto, porquería…

-Ah. Entendí.

-Bene, si no va a subire, emprendemo la retirada. ¡Andiamo, Pavone! Leve anclas, cuzco pulgoso. ¡Adío y salute, cabeza di termo!

Vuelve a hacer sonar la sirena y lo veo perderse entre la niebla, a la altura de calle Artigas.

A manera de bandera, el “Potemkin” lleva la camiseta de Boca atada a un palo de escoba. La 7, de Pavón.

“Qatar Airways” dice.

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