-González, al frente por favor…

-…

-González, ¿está presente?

-¿Qué González? ¿Con tilde o sin tilde?

-González, Marcos. Acá lo tengo con tilde, como debe ser.

-Ah, bien. Sí, soy yo, aunque hay un error. Pero a mi bisabuelo lo anotaron mal y quedamos en falta todos los de su descendencia. Un castigo.

-¿Va a pasar o no va a pasar?

-Sí, claro. De cualquier manera, no entiendo el motivo por el cual me hacen pasar al frente.

-Para dar lección, González, como el resto de sus compañeros.

-Pero a mí no me avisaron que hoy tomaban lección.

-Nadie le tiene que avisar. Hoy es 31 de diciembre y al ser el último día del año, se toma examen. Toda la vida ha sido así.

-Bien, haré lo que pueda.

-La pregunta es para todos la misma: ¿qué aprendió este año?

-Eeeeeeeh. A no discutir. Que es preferible preservar la paz y no tener la razón.

-Perfecto, es una gran enseñanza esa. Continúe, por favor.

-Aprendí a que dos personas de similares características etáreas, socioeconómicas, culturales, que viven en un mismo lugar y que reciben la misma información la pueden procesar de manera distinta.

-Explíquese.

-A ver. Todos vimos el otro día el caso del policía retirado que le pegó un cohetazo al vecino que ponía la música fuerte. Bueno, para mí es un asesino; para un amigo, es un tipo que se pudrió de que le falten el respeto.

-Bien. ¿Y cómo actúa al respecto?

-Ya le dije: la tranquilidad antes que razón.

-Siga.

-El otro día estaba mirando una foto de Pelé y Maradona haciendo jueguito de cabeza en una playa. Me exprimí el marulo pensando de cuándo podía ser, porque no recordaba esa situación. Hasta que llegó mi hijo menor y me dijo que eso no existía: lo había creado la Inteligencia Artificial.

-¿Y qué aprendió de eso?

-Que no hay que creerse nada.

-Sin embargo, le creyó a su hijo.

-Porque a mi hijo elijo creerle, aunque a veces me miente.

-Por ejemplo.

-En octubre le pregunté cómo venía con las materias –empezó primer año- y me dijo que fenómeno. En noviembre llegó el boletín y se llevaba cinco.

-¿Le preguntó por qué le había mentido?

-No. Ya le digo… esto de preferir la tranquilidad. Igual, las dio todas bien. Un alivio.

-Ya que se metió en las relaciones humanas, ¿cómo viene su vida social?

-En franco descenso. Este año son contadas con los dedos de una mano las veces que me junté con gente fuera de mi círculo más íntimo.

-¿Por alguna razón en especial?

-Mire, no voy a estar repitiéndole todo el día ese asunto de que prefiero mi tranquilidad antes que cualquier otra cosa: la gente está rara, violenta, un poco abombada.

-...

-¿Y en materia laboral/profesional qué me puede decir?

-Que el periodismo más que nunca debe dedicarse a desentrañar los fenómenos complejos para poder darlos a conocer con la mayor sencillez posible pero sin perder rigor. Pasa que el oficio está cada día más precarizado y hay que tener varios laburos para poder parar la olla, de manera que no queda tiempo para desentrañar esos fenómenos que son difíciles y los hacen más difíciles aún.

-¿Entonces?

-Y, entonces, hay que ser honesto con uno mismo y con su público. Abarcar poquito y apretar otro poco. No es lo idea, pero algo digno se puede hacer con eso.

-En definitiva, González, ha sido un año excelente entonces. Parece haber encontrado el secreto de vivir. Me rectifico: no lo encontró, lo aprendió. Eso es un signo de sabiduría, propio de esta edad adulta por la que está atravesando. Seguramente va a encarar el 2025 con ese bagaje de conocimiento y todo le resultará mucho más enriquecedor.

-No se crea.

-¿Por?

-Porque el año que viene pienso hacer todo lo contrario. Voy a discutir como un endemoniado, a trenzarme en debates profundos, a levantar la voz llegado el caso y si el tema amerita, quedarla ahí, en medio de una discusión. Voy a tratar al otro como me gusta que me traten a mí, es decir, que no me tomen por tarado. Jamás me gustó que me den la razón para evitar una discusión. Eso tiene una alta dosis de soberbia y no quiero ser eso. Porque así como viene la cosa, me voy a terminar aislando por completo. En lo posible, irme a vivir a un bosque en medio de la nada y sin nadie alrededor. Pero para eso ya voy a tener tiempo: como a cualquier hijo de vecino me espera una eternidad de silencio, quietud y viendo crecer los yuyos desde abajo. Lo que quieren estos tipos –y quiénes son estos tipos no lo sé, pero sospecho- es que cada uno se encierre en su propio cubículo de manera tal de terminar creyendo que nuestras alegrías, nuestros fracasos, nuestras lágrimas, nuestros logros son pura y exclusivamente una cuestión individual. Voy a abarcar todo lo que pueda y apretar hasta que no me den los brazos y las manos. Y en medio de todo eso, reírme a carcajadas; algo que desaprendí en todos estos años y con mis hijos me sale fenomenalmente. En definitiva, recuperar mi esencia. Como dijo Spinoza o Borges: “todos quieren perseverar en su ser. La piedra quiere ser piedra y el tigre quiere ser tigre”. Yo soy Gonzalez sin tilde. Aunque esté mal.

-La verdad, González, pensaba aprobarlo. Pero en virtud de esto último que me ha dicho, no puedo hacerlo. Le pediría que recapacite y vuelva en marzo, luego de haber leído y aprendido la lección.

-No, en marzo no. Voy a venir en enero. Dejá que pasen las Fiestas y me vas a tener acá para discutir por qué no me aprobás. Estoy seguro de que te voy a convencer.

-¿Y si no me convence?

-Vamos a seguir discutiendo todo el año. Porque de eso se trata el asunto.

-¿De discutir?

-No, de seguir. Vos, yo y todos. Seguir.

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