Afortunadamente, nuestra clase dirigente tiene por costumbre hoy dirimir sus cuestiones de honor a través de las redes sociales. A menudo a uno le resulta un tanto extraño este fenómeno y se pregunta por qué los que se pelean por la exTwitter no se convocan a tomar un café y se dicen lo que se tienen que decir cara a cara.

Sucede que lo que no ocurre en las redes sociales no existe y buena parte de las discrepancias de quienes nos representan (o debieran) son más pour la gallerie que otra cosa.

Así y todo, es preferible esto y no la costumbre –bien afianzada entre fines del siglo XIX y principios del XX- de retarse a duelo.

Demasiada sangre ha corrido por nuestra joven historia política. Demasiada.

Además, cuesta imaginar el show que se montaría en cada duelo, con cámaras en vivo, transmisión por streamming, apuestas a favor de uno u otro duelista, comentaristas, pronosticadores, etc.

El último duelo que registra nuestra historia se dio a principios de noviembre de 1968, entre un periodista de militancia radical y un militar que había participado del golpe contra el presidente Arturo Illia.

Resulta que en una nota editorial, Yoliván Biglieri trató de traidor al almirante Benigno Varela.

Sintiéndose ofendido en su “honra y honor”, este le mandó un telegrama retándolo a duelo. La invitación fue aceptada y los padrinos de ambas partes se pusieron de acuerdo entre otros puntos en las armas con las que se iban a batir y el lugar: un sable de filo, contrafilo y punta, en Monte Chingolo.

Ambos se hirieron feo y por orden de los médicos, el duelo se dio por concluido. Los dos se quedaron con las ganas y siguieron enemistados de por vida.

Quien no corrió esa suerte fue Lucio Vicente López, escritor, político y periodista, proveniente de una familia de ilustres: su abuelo fue el autor del Himno Nacional y su padre era Vicente Fidel López, historiador y también político.

En 1893, López fue designado interventor federal de la provincia de Buenos Aires, cargo desde el cual denunció a un tal coronel Sarmiento por estafar al Estado nacional en un negocio de tierras.

Sarmiento fue a dar a la cárcel y cuando salio lo retó a un duelo en público. López no declinó el desafío y hasta tuvo la hidalguía de dejarle a su oponente la elección de las armas. Sarmiento, que era militar, eligió el revólver.

Un día como hoy de hace 130 años, los contendientes se encontraron en el campo de duelo. En un primer intento, ninguno de los disparos dio en el blanco. El asunto podía haber terminado ahí mismo y todos contentos o enojados, pero vivos. Pero no, fueron por uno más. Como no podía ser de otra manera, el que estaba acostumbrado a manejar las armas fue el que ganó. El disparo de Sarmiento hirió mortalmente a López, que al grito de "injusticia, injusticia" fue trasladado hasta su casa, donde a pesar de ser atendido por los médicos, murió en las primeras horas del día siguiente.

Hombre de la literatura y de erudición histórica, sabía que los grandes hombres siempre dicen algo importante antes de morir. Sabiendo que su momento fatal estaba por llegar, llamó a sus allegados y les dijo: "Voy a morir con la convicción de que he sido uno de los hombres más honrados de mi país".

Eso es lo que se llama tener convicciones.

Se estima que en total hubo poco más de 2400 duelos en Argentina, la mayoría protagonizado por hombres de la política.

La red social X nos ha venido a librar de estas cuestiones.

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