Entreveros
En el último viaje al Norte no pude llegar a Tilcara. De haberlo hecho, me hubiera asomado como siempre a la ventana de esa casa bajita ubicada en una esquina. Allí estaba la capilla donde velaron a las disparadas los restos del general Juan Galo de Lavalle. Uno de los personajes más controversiales de nuestra historia.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailCada vez que voy me siento en la plaza de enfrente a tratar de imaginar cómo habrán sido esos días de la Patria convulsionada. Pienso en Lavalle, al que no le alcanzó la vida para que el error que lo persiguió por años pudiera ser enmendado, como él mismo hubiera querido.
Tampoco la historia le concedió ese beneficio; ni siquiera la que escriben los que ganan. Lo intentaron -quienes garabatean esa clase de historia- con el epitafio en su tumba: "Granadero: vela su sueño y si despierta dile que su Patria lo admira". No fue así. Sobre la memoria de este hombre rondará la sombra de la injusticia. Sobre sus huesos, que peregrinaron 700 kilómetros, desde aquella vieja capilla hasta Bolivia y de allí al Cementerio de La Recoleta, pesará por siempre una de las mayores injusticias políticas que vivió nuestro joven país.