Por Marcos Gonzalez

Hay palabras o frases que surgen intentando reflejar ciertas tendencias de moda. No estoy en contra de ellas porque en definitiva –como toda palabra- vienen a describir sintéticamente algo que hasta ese momento requería de cierta explicación. Hoy si alguien nos dice “hay que soltar” sabemos que no nos está hablando del barrilete que tenemos en la mano ni del manubrio de la bicicleta. Intenta referirse a esta cuestión de ser un poco más relajado y andar por la vida algo más liviano, trátese de un mueble, una preocupación o un novio.

Opinión personal: detrás de lo que pretende ser algo filosóficamente profundo, hay bastante de tilinguería. No me molesta, claro. Puedo vivir sin decir “hay que soltar” e incluso sin soltar también.

Desde hace tiempo vengo escuchando “elijo creer”. Me parece que hace referencia a una decisión que adoptamos a pesar de que las circunstancias que envuelven al asunto no dan demasiado margen para el optimismo. Ya que estamos en pleno Mundial, vaya este ejemplo: “elijo creer que la tecnología utilizada en el VAR es totalmente inequívoca y transparente”.

Bueno, habrá quien elija creerlo.

Leyendo las declaraciones en este diario del secretario de Planeamiento y Obras Públicas Luciano Lafosse en torno al estudio sobre el agua llevado adelante por especialistas del Centro de Investigaciones del Medio Ambiente, de la Universidad Nacional de La Plata y del Conicet, tengo la incómoda sospecha de que estamos frente a una sugerencia oficial de “usted elija creer”.

El estudio en cuestión –elaborado a pedido de la Junta Vecinal por un Ambiente Sustentable en Tandil- encontró la presencia de al menos ocho agroquímicos en el agua que consumimos para bañarnos, para lavar los platos, hacernos unos mates, cocinar y tomar agua. Nosotros y nuestros hijos. Y los abuelos de nuestros hijos.

El funcionario en cuestión sostuvo que no hay motivo para alarmarse y que hay que evitar el alerta. Me parece muy bien. Porque sería todo un tema que nos volvamos locos creyendo que estamos tomando agua envenenada con sus previsibles consecuencias para la salud en el corto, mediano o largo plazo.

Comprendido esto, Lafose debió explicar por qué no era así. Y dijo: “el agua es absolutamente potable, absolutamente segura de acuerdo a todos los estudios que nosotros tenemos”. Correcto, esto viene a afianzar aquello de que no cunda el pánico.

Sigamos con sus dichos: “Como Municipio y encargados de hacer la prestación de un servicio como es el agua, planteamos que los parámetros que nosotros manejamos son los que plantea el Código Alimentario Argentino”.

Explicó un poco más, el secretario: “Desde el Municipio monitoreamos pesticidas organoclorados, pesticidas organofosforados, glifosato y AMPA, este último un producto de la degradación del herbicida glifosato… Sin estar contemplados por la legislación vigente, el análisis de estos elementos se realiza en función del conocimiento, y tratando de buscar distintas alternativas de mejorar la gestión, con otras búsquedas de las que nos plantea la normativa".

Siguió: “Evitemos el alerta que se está generando… en función de la documentación que nosotros manejamos, y a su vez también del propio estudio, porque de 64 parámetros que se evaluaron hay 360 resultados, y de esos hay 4 que arrojan algún valor, todo lo demás está por debajo de los niveles de detección”.

A ver si entendí. Entre los muchos parámetros que se evaluaron y de los muchos resultados que se obtuvieron, solo hay cuatro que arrojan algún valor preocupante o envenenante o algo, pero el resto no. Insisto, a ver si entendí: de las muchas veces que voy a cruzar la calle en un día, por las muchas esquinas que puedo hacerlo, solo hay una –o un par o cuatro- en las que me va a pasar por arriba un colectivo. En las otras, saldré airoso.

Y a su vez, dijo Lafosse en torno a los resultados que se dieron en Vela (y Gardey), que son más preocupantes aún, que fueron “por una normativa que no es la de aplicación en nuestro país”. Y a uno se le da por sospechar que se debe aplicar en sos países del primer mundo, en donde se han obstinado en no envenenar a su gente, porque para eso está(mos) los subdesarrollados. Como aquellos reyes que antes de ingerir una comida se la hacían probar al sirviente para saber si estaba envenenada.

Para concluir, el funcionario recalcó: ”Lo que nosotros tenemos es que no hay presencia de estos componentes”.

Que es algo así como pedirnos “elijan creer” y abran tranquilos los grifos.

Desconozco si Luciano Lafosse –o si el Ejecutivo en general o si el Ejecutivo en general más el Concejo en general- tiene algún tipo de problema con la Junta Vecinal, lo cual no justificaría nada pero explicaría en parte a una decisión que a mi entender debería primar. Que no es otra que el Municipio se ponga en contacto con los especialistas que elaboraron el informe para ver por qué esos parámetros son tan distintos, por qué a uno le da el agua con agrotóxicos y al otro no, qué posibilidades hay de que estemos consumiendo agua nada, poco o algo envenenada.

En ese caso, vamos a “elegir creer”. Pero tratándose de la salud, con papeles sobre la mesa y dudas despejadas, elegiríamos bien.

Y soltaríamos las preocupaciones.

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Elegir creer