Un carpintero creó más de 500 juguetes para donar en el Día del Niño y dijo que “ser solidario es un privilegio”
Con toda su familia, Miguel Ponce armó un equipo para que los chicos que no pueden acceder también tengan un regalo hoy. Casas de muñecas, autitos, helicópteros, dinosaurios, rompecabezas y más juegos de madera que sin dudas se convertirán en sonrisas. Con humildad y sincero afán de buscar el bien del otro, el carpintero se recorrió el barrio para conocer quiénes realmente tienen la necesidad.
“Vincularnos con la parte humana es lo que nos enriquece a todos”, aseguró Miguel Ponce desde su carpintería ubicada en Montiel al 1160, quien resulta ser pragmático y practica lo mismo que promulga.
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Para este hombre, que hace más de una década que se dedica al oficio de crear con madera, ser solidario no es obligatorio sino un privilegio. Eso es lo que siempre buscó inculcar a sus hijos y por eso juntos están llevando adelante una obra solidaria que tiene mucho corazón.
Miguel explicó que de cada trabajo siempre quedan restos, entonces, en vez de tirarlos o quemarlos vio mucho más conveniente empezar a confeccionar casas para muñecas, por ejemplo. De esas que son altas, tienen como tres pisos y hasta mini ventanas, que cualquier chico al verla quiere para jugar. Junto a Ezequiel, su primogénito de 20 años, y Agustina de 18, se embarcaron en este trabajo que en principio tuvo la intención de ofrecerlos a un precio mucho menor al que se consigue en otros lugares.
Sin embargo, el espíritu solidario lo llevó a pensar en que ante esta pandemia, donde los chicos estuvieron mucho tiempo sin poder salir y los padres sin el ingreso económico diario que solían tener, lo mejor sería regalarlas. La parte difícil sería entregarlas a quiénes realmente no iban a poder hacerle un regalo a sus niños en su día y para resolverlo se pusieron en campaña para recorrer el barrio y conocer las necesidades.
No todo quedó ahí, sino que además con otros restos hicieron autitos, helicópteros, dinosaurios, peces, rompecabezas, memotest y otros juguetes de madera que su esposa e hija con todo gusto pintaron prolijamente. Mientras daba su testimonio, Miguel mostraba una caja llena de ejemplares ya listos y abría las puertas de un placar donde uno al lado del otro guardaban los jueguitos a entregar mayormente hoy, aunque a lo largo de la semana ya fue cumpliendo su objetivo.
En ese momento, junto a Ezequiel estaban terminando tres casitas que iba a ser retiradas prontamente y todavía quedaban otras tres para hacer, pero ya habían repartido once iguales.
Plasmar alegría en estos tiempos
“Este año, para todos los grandes y también para los chicos es complicadísimo, entonces pensamos en poner esa parte positiva, para que los niños asocien su día con algo lindo, ya que no pueden hacer festejos, no pueden salir, no ven a sus amigos”, reflexionó Miguel, que enseguida se puso a fabricar los ejemplares. Sin dudarlo, el resto de su familia se unió.
A ellos no les sobra nada, él mismo lo confirmó, pero de todas formas eligió ponerse en el lugar de aquellos que quizás tienen que elegir entre comer o comprarle algún presente a sus hijos. Cada vez, la propuesta iba cobrando más sentido.
Con esfuerzo y un minucioso trabajo, motivados por ver el brillo de los pequeños ojos que los recibirían, separaron las maderas, recortaron ventanas, las colocaron, hicieron los techos, pegaron partes y conformaron estructura, pasaron los demás restos por la caladora para hacer otras formas que fueron pintadas prolijamente. Vale destacar que no trabajan con láser, o sea que el logro es mayor y artesanal.
Normalmente arrancaban a las 6 y mientras intercalaban con otras obligaciones, iban armando las casas y los otros elementos que irían a regalar. En esta oportunidad llegaron a 516 figuras. “Es todo recorterío, en vez de prenderlo fuego o tirarlo, preferimos hacer esto que es simple y me lleva una hora aproximada de trabajo por día y otra hora a mis hijos”, contó, quien se ocupó personalmente de llevar los ejemplares hasta los hogares que no contaban con movilidad para acercarse a retirarlos.
La propuesta seguirá en Navidad
Miguel siempre pensó en involucrar a Ezequiel y Agustina en la cuestión solidaria, porque considera que es muy fácil pensar en lo económico. Para él, ponerse a trabajar a la mañana y especular cuánto se va a ganar con determinado trabajo es lo que pasa habitualmente.
“Cuando arrancas el día pensando en regalar, generalmente terminas haciendo más de lo que esperabas, porque incentiva más la parte solidaria que lo económico”, señaló el carpintero, sabiendo que notoriamente hay gente que no piensa así.
Con esa actitud, claro que su proyecto no se perderá al pasar este Día del Niño, sino que redoblará la apuesta. Ya lo tiene todo programado y hasta parte del trabajo hecho. En una caja que está almacenada en algún lugar de su carpintería guarda otras figuras cortadas y las mostró. Son estrellas, estrellas fugaces, campanas, botas, bastones y pinos de navidad.
Ya hicieron 1986 formas con restos de madera que serán pintadas para poner en bolsitas para ser intercambiadas hacia fin de año por alimentos no perecedero para donar a comedores u organizaciones que lo necesiten.
“En noviembre vamos a armar packs de ocho figuras, para que la gente en vez de comprarlas las intercambien por alimentos”, sostuvo el hombre que desde hace tres meses le dedica un rato de sus días, incluso domingos, a esta hermosa cruzada.
Ya habló con Dardo Casal y otras personas del Taller Protegido, porque la intención es ayudar fundamentalmente a las instituciones que trabajan con chicos con discapacidades, porque consideró que son lugares donde la están pasando muy mal; y hacer lo mismo con comedores a los que les está costando mucho sostenerse.
Evolucionar, un significado propio
Como se mencionó al principio de la nota, Miguel hace unos 15 años que se dedica al oficio, pero según dijo empezaron a “evolucionar” recién hace siete u ocho.
Para él, evolución es ayudar a los demás. “Nuestra política es vender al mejor precio posible, tenemos que producir mucho, pero ganamos en la cantidad”, aseguró, contemplando que así también favorece a los emprendedores que necesitan de los elementos que allí fabrican. Además, como ya lo demostró, con lo que serían desechos hace de todo para aquellos que más lo necesitan.
Fue por aquellos años de revelación cuando Ezequiel, que prácticamente creció viendo el negocio y metido en él, se puso a trabajar con las máquinas. “Es lindo hacer esto, saber que verdaderamente estas ayudando”, dijo el joven.
A raíz del Sindicato de Madereros, algunos se enteraron de la movida que estaba emprendiendo Miguel, sin embargo solamente desde una casa grande de confección de muebles le acercaron restos para sumar a la creación de juguetes. “Todas las madereras tiran cualquier cantidad de recorterío, ojalá que esto sirva para que el año que viene se adhieran a la cuestión solidaria, porque todo lo que están descartando ayuda a mucha gente”, propuso con expectativa.