Tras 26 temporadas, la concesión del Balneario del Sol entregó las llaves y se despidió del predio
La responsable del lugar, Magdalena Magneres, cerró un ciclo al frente de las piletas del Lago del Fuerte. Conforme con su administración, hizo un repaso por las distintas etapas por las que atravesó. “Fueron 26 años y es como si me jubilara de una responsabilidad muy grande que tuve en todos esos veranos”, definió. Y aseguró que “me voy muy tranquila” y con las cosas “en funcionamiento”.
Tras administrar el predio desde 1993, la responsable de la concesión del Balneario Municipal, Magdalena Magneres, el pasado 15 de agosto entregó las llaves para darle cierre a un ciclo. “Todos los trabajos están hechos, las cosas quedan funcionando. Me voy muy tranquila que el lugar se entregó en condiciones para que cualquier interesado se haga cargo”, sostuvo.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailCon los papeles en mano y algunas fotos, repasó ante El Eco de Tandil los 26 años en el complejo de piletas, se refirió a la decisión “estrictamente personal” de dar un paso al costado y permitir el ingreso de una renovada administración.
“Es un momento de alternancia, cambio y de la necesidad de que otro apueste desde una mirada nueva”, reconoció y dijo que cumplió con un ciclo. “Primero fueron diez años y después dos prórrogas de ocho, fueron 26 años, una vida, como si me jubilara de una responsabilidad muy grande que tuve en todos esos veranos”, definió.
Si bien tenía una posibilidad para volver a presentarse a este proceso dado que el límite para una concesión es de 33 años, según indicó, declinó de la posibilidad de postular un proyecto nuevo. Sin embargo, brindó su asesoramiento en el armado de la única propuesta que se presentó el pasado 13 de agosto en función de la experiencia de tantos años.
Frente a una nueva licitación pública convocada por el Gobierno municipal para concesionar el complejo de piletas, accedió a realizar una entrega anticipada del predio y el 15 de agosto se retiró del espacio. “No tenía sentido que lo liberara en octubre y que la gente que se proponga tenga tan poco tiempo para poner en funcionamiento el lugar”, se excusó.
Independientemente de estos detalles administrativos, Magneres realizó un balance satisfactorio sobre su gestión al resaltar que “nunca hubo un accidente grave”, la cordialidad de los vecinos y visitantes y especialmente por el cumplimiento de las obras, uno de los aspectos cuestionados.
El desafío
A mediados de 1993, junto con su primer esposo Marcelo Arias, se enteró de que el Gobierno comunal iniciaba la licitación para concesionar los paseos públicos de la ciudad y un amigo les avisó que el balneario era uno de ellos, y la posibilidad que se presentaba como un escenario desconocido pero a la vez interesante.
Con la intención de participar con una propuesta, indagaron en la historia del lugar y fue así que “supimos que los piletones había sido obra de un intendente que gobernó entre 1966 y 1970. Era un piletón gigante y tenía una fuente en el medio, que aún se conserva la estatua”, describió Magdalena Magneres.
Así, desarrollaron una propuesta de obras con la sorpresa de haber sido los únicos oferentes, por lo que el trámite debió pasar por el Concejo Deliberante. “Finalmente recibimos el lugar sin conocer para nada su funcionamiento”, reconoció sobre aquel primer acercamiento. La Municipalidad sugirió que se requerían 26 empleados para atender el doble turno de vestuarios, además de las parrillas y el estacionamiento.
A mediados de 1994, puesto en marcha el proyecto para el lugar, falleció su esposo y el Legislativo resolvió su continuidad en la administración del predio. “Poco a poco se cambió la forma estricta de ingreso, se trabajó en todo el parque y haciendo distintas obras”, resumió Magneres sobre esa primera parte de la concesión que duró diez años.
A raíz de un incendio en un quincho, se habilitó la primera prórroga por ocho años, que derivó en la construcción del Parador del Sol, que se inauguró el 21 de diciembre de 2001. “Ese año fue terrible. Y en 2003 subarrendé el restaurante a un grupo de personas y me desentendí de esa estructura”, recordó.
En 2011 se produjo la segunda prórroga, que vencía en octubre de este año, para el desarrollo de una serie de mejoras que eran necesarias realizar, por etapas. “Se propuso la mudanza del destacamento policial del Dique para recuperar ese espacio donde hoy está el monumento a Pappo, la puesta en valor del manantial Gardey y la última etapa fue la instalación de los filtros de las piletas”, precisó.
En pos del crecimiento
“Fueron muchos cambios los que se hicieron; se consideró el tema de las parrillas, que era incompatible con el acceso a las piletas, se retiraron y se convirtió en un parque verde. Luego se cedió una parte para el parque de los niños y otra para el estacionamiento”, expuso sobre uno de los momentos por los que transitó la concesión, que además acompañó toda la expansión de esa zona de la ciudad.
En efecto, Magneres sostuvo que todo lo realizado “siempre fue en pos del crecimiento y modernización de muchas cuestiones que estaban desatendidas”, y en ese proceso también cambió “la frecuencia y la asiduidad de los vecinos” gracias a que se logró un lugar “más amistoso con el visitante”.
“En 26 años no tuvimos ningún problema grave y creo que las cosas que pudimos hacer en un lugar de explotación de 90 días al año fueron más que cumplidas”, destacó, orgullosa.
Algunas objeciones a la administración
-Lo que empezó como una apuesta ante la apertura de la concesión terminó con 26 años de gestión. ¿En algún momento pensó que iba a ser así?
-No, realmente no. Pienso en los 26 años y veo que pasó mucho tiempo en el que cambió la afluencia de gente y el público que va a las piletas. Y en los últimos 15 años tuvimos como contra la construcción de piletas en casas particulares. Lentamente fue descendiendo el público porque tiene muchas opciones, incluso naturales y peligrosas como las cavas.
-¿Cuál cree que ha sido el vínculo de los tandilenses con el Balneario?
-Muy bueno en cuanto a la presencia de muchas familias que criaron a sus hijos, que crecieron y siguieron yendo, grupos de amigos que sólo se veían en el verano. Y el turista se sorprendió siempre, por el espacio natural que lo rodea y por el precio, que siempre se logró una tarifa accesible. Empezamos con un valor de un peso y después de 26 años terminé con 100 pesos. Fue creciendo de a poco el valor de la entrada.
-La idea siempre fue que tuviera una entrada popular para un espacio público concesionado.
-El único cuestionamiento por el valor de la entrada fue en 2013 cuando pidieron que sea de acceso libre, que no estuviera atado a una ganancia que se cree extraordinaria. Y en ese sentido, se consideraron algunas variables en relación para calcular el precio.
-¿Y la discusión para que la tarifa la fije el Concejo Deliberante como si fuera un servicio público?
-Eso se dirimió hace unos años cuando se definió que no era un servicio público, como el transporte. Fue sometido a un análisis y el tema quedó aclarado y la entrada siempre fue tomada con mucha precaución.
-Casi en simultáneo hubo cuestionamientos sobre la ejecución de las obras, ¿cómo tomó ese reclamo?
-Eso estaba contemplado en la última prórroga, que además estaba relacionado con la construcción del barrio y el crecimiento de la zona, que hizo que el recambio del agua no sea una posibilidad.