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Abandono
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Señor Director:
El viernes pasado a las 7.30, mi papá cayó inconsciente en la cama de su habitación, mi mamá desesperada, yo estaba descansando en mi casa en la planta alta. Primero, llamé al 107 y cuando me preguntaron si tenía obra social contesté que tenía PAMI. Enseguida me dijeron que tenía que llamar a otro número, a un 0800. Me comuniqué, pedí la asistencia para mi papá y consulté cuánto iban a demorar. En respuesta, el señor que me atendió me dijo “no sé decirte, yo estoy en Buenos Aires”.
Esperamos, el tiempo no pasaba más. Intenté comunicarme con Usicom porque él también tiene IOMA, y nos contestaron, pero nos informaron que no tenían más convenio con ninguna de las dos obras sociales.
Seguimos esperando, lo hicimos por 45 minutos, hasta que decidí subir a mi papá a mi auto y llevarlo al Sanatorio. Me arriesgué, pero no podía seguir esperando. Ahora está internado en terapia intensiva, luego del síncope del viernes. Pasó el viernes por la noche muy complicado hasta saliendo de un paro cardíaco. El sábado lograron colocarle un marcapasos transitorio a la espera de uno permanente. Gracias a Dios lo peor ya pasó.
Pero el abandono que viví ese día por la mañana me decepciona y me enoja. Pensar que por suerte estaba ahí cerca. Pero ¿qué pasaba si estaban mis papás solos? ¿Cómo puede una obra social no brindarte el servicio de urgencia cuando estás desesperado porque una persona está inconsciente? “Espere”, te dicen. Lo que no te aclaran es que si tenés que esperar a la ambulancia o a que la persona se muera delante tuyo.
No sé cómo poner en palabras el ver a mi mamá desesperada, cuando del otro lado ni una estimación de tiempo podían darme porque el operador ni siquiera está en la ciudad.
¿Cuántos afiliados tiene PAMI? ¿Cuánta gente desamparada? ¿Y cuántos y cuántas que miran para otro lado mientras tanto?
¿Cuánto demoró la ambulancia? No lo sé, no estábamos ahí para saberlo. Mi viejo, mi vieja y yo ya estábamos contenidos por personal médico.
Ojalá nadie lo tenga que vivir, es muy feo sentirse solo sin alguien que pueda ayudarte y socorrerte en caso de una emergencia. Ya haré los reclamos formales a quienes correspondan.
Diego Sebastián Albo
DNI 26.775.798
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El que quiere oír que oiga
Señor Director:
El lunes 11 de abril de 2022 tuve la oportunidad, por ser la fecha indicada para los mayores de 65 años, de vacunarme contra la gripe, en una farmacia local, habilitada para tal fin. El asunto es que a las 24 horas fui atacado por una gripe incontrolable, que al escribir estas palabras, aún estoy transitando. Me dirigí a la guardia del Hospital Municipal “Ramón Santamarina”, que es lo que me corresponde por ser afiliado al PAMI, cuya atención no es gratuita porque se me descuentan mensualmente 4.170,76 pesos.
Cuando ingresé, dos señoritas administrativas, detrás de un vidrio de altas dimensiones, me consultaron el porqué de mi presencia. Respondí que solicitaba ver un médico, pero a viva voz me increparon para preguntarme qué es lo que tengo. Por suerte, lo mío era una gripe. Mi explicación fue escuchada por el resto de los pacientes que se encontraba en el lugar, con una gran falta de privacidad que debería tener para responder ése tipo de preguntas.
Las señoritas que supongo derivarían el caso según la gravedad, sólo sacaron fotocopias de mi identidad y simultáneamente entró en esa oficina un joven de la misma edad de ellas. Le dio un beso a cada una y se sentó a conversar tranquilamente. En un momento, la encargada de fotocopiar mis documentos interrumpió la conversación con el joven, me los devolvió y me informó: “Espere ahí que lo van a llamar por el apellido”.
Durante mi espera, un señor ante las mismas preguntas dijo a viva voz “me corte un pedazo de dedo” y la respuesta fue “espere que lo llamarán por el apellido”, y se quedó esperando, caminando, entrando y saliendo continuamente de la sala de guardia, seguramente por el dolor, a que llamaran.
Creo que de eso se trata la privacidad, donde un paciente que ya tiene la moral por el suelo, deba publicar al resto de los pacientes de la sala de guardia su propia dolencia.
Un señor paciente que se encontraba frene a mí, tuvo un incontinencia urinaria y literalmente se orinó ante todos. A los 15 minutos del hecho, una señorita que en su campera estaba estampada la frase seguridad, se acercó muy diligente, lo acompañó llevándolo de los hombros muy amablemente, lo contuvo y lo ingresó a un consultorio.
Nunca se presentó una mucama que debería tener la guardia para estas ocasiones, pese que en dos oportunidades pacientes de esa guardia avisaron a las jóvenes administrativas protegidas por los vidrios de contención, que por favor limpiaran la orina, lo que en ningún momento fue oído.
Luego de 1 hora y 25 minutos de espera, me tocó el turno, yo pedí ver un médico, pero sin explicación alguna, me atendió una enfermera, que fue muy diligente, muy correcta y me atendió muy bien. Gracias señora, pero yo solicité hablar con un médico al cual le quería consultar ciertas cosas, las que me fueron imposibles resolver.
Debo agregar que pertenezco a una institución señera de Tandil, que se dedica a realizar obras de bien y ayudar a gente necesitada. A la sala de guardia del Hospital Ramón Santamarina yo, personalmente, con mis compañeros socios de la institución señera hemos donado 12 saturómetros, dos respiradores, para primeros auxilios de urgencia que no tenía la guardia para que en su enfermedad las personas tengan una atención inmediata, un poco mejor, porque cuando se concurre a una guardia hospitalaria esas personas se encuentran con el ánimo disminuido y espera encontrar personas adecuadamente entrenadas con calidad humana y no meras funcionarias con gesto adusto y cansadas de atender pacientes.
Hemos donado todos los elementos para la sala de recuperación de kinesiología, donamos las cortinas de la sala quinta, colchones y almohadas para la sala cuarta, y ya no recuerdo qué más hemos donado, todo con aportes de amigos de la ciudad de Tandil.
¿Usted cree señor Intendente, que deberíamos donar una mucama, donar un poco de privacidad y aún donar sonrisas de las empleadas municipales que se encuentran en ese lugar, sin prestar atención a los celulares que llaman continuamente? Dentro de la sala de guardia en manos de ciertos desaprensivos, supongo, acompañantes, porque no se la veía muy enferma, atendiendo mensajes a un volumen de decibeles extremadamente fuerte que molestan a todo los pacientes y nadie de los funcionarios dijo una palabra, existiendo en el lugar, un cartel que pone: prohibido el uso del celular en la guardia. Lamentablemente, si el Municipio no controla el funcionamiento de la guardia del Hospital Ramón Santamarina, estamos mal.
Santiago Calvo
DNI 7.835.707