Temas y lectores
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¡Qué felices éramos!
Señor Director:
Cuando yo era niño, las clases comenzaban el 3 de marzo y terminaban el 30 de noviembre. Teníamos un feriado largo para Semana Santa. Las fiestas patrias se celebraban el mismo día y ensayábamos con mucha alegría para cada acto. Había algo “raro” también: las maestras no se enfermaban (al menos yo no recuerdo que faltaran dos días seguidos y si eso ocurría, nos dividían en grupos con las responsables de otras clases).
Si la maestra nos regañaba, no convenía decir nada en casa porque no sólo volvían a regañarnos sino que además nos aplicaban un castigo.
Ni la lluvia nos hacía faltar a la escuela, porque era como nuestra segunda casa; sentíamos ganas de ir.
El maestro se respetaba, casi tanto -o más- que a los propios padres.
Los recreos eran divertidos. Obvio que hacíamos travesuras, pero con límites. Éramos niños. Las maestras tomaban café en la caseta y no nos cuidaban en el patio porque en general sabíamos qué podíamos hacer y qué no.
Era un orgullo llevar y traer el libro de registro, buscar el mapa mundi en la dirección, pedir tizas o tocar el timbre. Nos turnábamos para borrar el pizarrón y sacudir los borradores y también era un honor llegar temprano. Cuando festejaban los cumpleaños, nos hacían pasar adelante y toda la escuela nos cantaba.
¡Y qué alegría enorme era contarle a mamá “fuimos a la Bandera” !
Jugar a la rayuela, al elástico, al trompo, tomar distancia en la fila… Esos recuerdos aún están vivos en nosotros, cincuenta años después y más aún.
Nos enseñaban que Colón descubrió América buscando las Indias…
No sé cuándo los próceres pasaron a ser genocidas… No sé cuándo los maestros comenzaron a enfermar para necesitar suplente y la suplente otra suplente.
Desde cuándo los padres golpean a los maestros o desde cuándo los mismos alumnos exhiben su furia contra ellos. Cuándo fue que revisar una cabeza pasó de ser un acto de salubridad a una discriminación. Cuándo un acto patrio sólo fue un feriado.
No sé cuándo se perdió la escuela como institución, cuándo se perdieron los valores, el respeto, los maestros como ejecutores de enseñanza.
Señores, esto no es progresar. Es retroceder.
(Carta anónima)
¿Estamos en condiciones de volver a las aulas?
Señor Director:
El tema se ha instalado en las charlas y noticias cotidianas. Padres, docentes y alumnos tienen en su íntima conciencia, los beneficios de las clases presenciales en las que profesores y alumnos tengan esa relación cara a cara que es irremplazable.
Durante el ciclo lectivo 2020 tanto las familias como los alumnos y por supuesto los docentes, sacaron a relucir sus mejores recursos para intentar salvar un mínimo de los que debió ser el curso académico más irregular de la historia de la educación. Pero el tema se ha partidizado. Y no digo politizado porque la política es una actividad inherente e ineludible del ser humano.
Entonces iniciaron una serie de chicanas que lejos está de encontrar una solución sino por el contrario enfrentan más a la sociedad, ya dividida de antemano. ¿Queremos volver a las aulas? La respuesta es afirmativa. ¿Estamos en condiciones de hacerlo? Aquí está el problema.
No hace falta demasiado vuelo para reconocer que la gran mayoría de los edificios escolares no están en condiciones para albergar 30 o más alumnos en un espacio de 30 metros cuadrados, término medio. ¿Y la higiene de los mismos? Propongo pensar la solución para alumnos de nivel medio o terciario que concurrirán alternadamente. ¿Qué materias cursarán y cuáles no en cada oportunidad? Suelen compararse las profesiones más disímiles con la situación de los docentes.
En ninguna de ellas se atiende al mismo tiempo a 30 personas a la vez como en un aula. Y si se aplica el protocolo de distanciamiento, ¿cuántos alumnos caben en una superficie como las aulas de tamaño estándar? ¿Están los municipios, comedores escolares, en condiciones de aportar los recursos económicos como para poner en pié a las escuelas para recibir a los alumnos y docentes en condiciones, después de casi un año de inactividad?
En definitiva y con todo el dolor que ello implica, no están dadas las condiciones para regresar al aula tradicional con este actual panorama.
Alfredo Andreotti
DNI 4.753.215
Descontrol nocturno
Señor Director:
Como otras tantas noches de viernes o de sábado, mi lugar de residencia (zona de El Centinela o Quinta Belén) se transformó en una suerte de avenida 9 de Julio a las 6 de la tarde de un día viernes ¿De qué horario estamos hablando? Dos y veinte de la mañana y en esta ocasión el horario es realmente exacto porque a esa hora volvía de un cumpleaños, tomando como paso previo y en dirección a mi domicilio, el hermoso paseo del Dique, lugar que está “plagado” de gente joven, un auto junto al otro y los chicos escuchando música, bebiendo… lo de siempre.
Antes de entrar se me ocurrió ir a ver cómo estaba la curva de la Cantera Montecristo, uno de los centros neurálgicos de las reuniones juveniles de estos últimos meses.
Mención aparte, en la curva del Banco Provincia de noventa grados, igual que la de Montecristo, señores, no existe ni siquiera una demarcación de “curva”. Dirán los nacidos en Tandil “quién no conoce esas curvas”; respuesta: la cantidad de turistas que, por primera vez, arriban a estos lares. ¿Cuándo lo solucionarán? Cuando algún turista tenga un buen accidente.
Retomo, al llegar a esa curva cerradísima, me encontré con un patrullero, ¡bueno pensé… alguno se dio cuenta… ¡bien! El tema es que no sé qué pasó, pero se ve que el vehículo policial desapareció. Por supuesto, yo ya estaba en los brazos de Morfeo, hasta las cinco de la mañana, cuando constato que el ventilador estaba apagado… no tenía luz. Fui a ver si era un corte general, y noté que los vecinos sí estaban iluminados.
Luego de constatar que no era un desperfecto en mi casa, me dirigí al pilar de entrada y comprobé que todo “estaba aparentemente bien”. Llamamos a la Usina, que, en mi experiencia personal, tiene mucha eficiencia en la respuesta a los problemas. Cuando ellos llegaron ya estaba “clareando”. Tal fue mi sorpresa cuando, con los operarios de la Usina, nos dimos cuenta de que faltaba una luminaria en la ruta; al acercarnos vimos lo que estas fotos transcriben.