Temas y lectores
Desde Estados Unidos recuerdan a Juan Carlos Pugliese
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Señor Director:
Quisiera sumarme a los homenajes por el temprano fallecimiento de Juan Carlos Pugliese, mi padrino y mentor, en la política y en la vida. Se multiplican los mensajes de tristeza por su partida y de rescate de su gran legado como un actor central de la gestión universitaria en la Argentina. Merecidos. Siempre me parecía que no era suficientemente reconocido en Tandil por su obra como Rector normalizador de la Unicen, como Presidente de la Coneau, como Secretario de Políticas Universitarias.
Tuve la fortuna de acompañarlo en la UCR, en la Unicen, en la Coneau, y en la SPU. Pero me gustaría hacer una semblanza más personal que política de Juanca. Lo conocí personalmente a comienzos de los 90, cuando yo comenzaba a militar en la UCR y él era presidente del comité local. Eran tiempos de menemismo y zanatellismo. Tiempos de derrotas y de internas intensas. Con el atrevimiento de la juventud, fui a verlo al Estudio Jurídico de calle Alem a “pedirle trabajo como comentarista deportivo” en Cerrovisión. Yo consumía compulsivamente fútbol mientras estudiaba la carrera de Ciencias Económicas.
Creía que sabía de táctica y estrategia por escuchar a Niembro y a Víctor Hugo. Pero no me interesaba el fútbol tandilense. Juanca no se molestó en averiguar eso ni en considerar “mi propuesta”. Me dijo, amablemente, “si te interesa, podes hacerte unos pesos repartiendo las revistas de Cerrovisión” (las que tenían la grilla de programación de los canales de cable).
Huelga decir que ni repartí las revistas ni, gracias a él, llegué a cumplir con mi “sueño” de comentarista deportivo. Pero volví a ese estudio miles de veces, antes y después de internas partidarias y universitarias y de elecciones generales. Horas de viaje en auto, de reuniones sociales y de trabajo, que fueron kilómetros de aprendizaje sobre ética y política. Sin cátedra.
Con método socrático. Educando con preguntas, con historias, y con el ejemplo. Ayudando a moldear la mejor versión de aquel joven entusiasta e inexperto. Juanca era especial, entre otras cosas, por la manera en que combinaba su perfil político con el intelectual. Por ser un intelectual, tenía hábitos diferentes del político tradicional. Al mismo tiempo, en la academia, era percibido como un político, más que como un intelectual.
En ese sentido, no era un “puro” sino un transgresor. Era uno de “los nuestros” pero también uno “de ellos”. Un político con hábitos intelectuales. Un intelectual que estaba menos comprometido con “la verdad” que con la búsqueda de acuerdos. Porque a veces dos más dos no son cuatro.
Un intelectual de la política y un político entre intelectuales. Eso que a primera vista parece una debilidad (“no soy de aquí ni soy de allá”), era una fortaleza. Porque conlleva habilidades tácticas de las que un intelectual carece y el vuelo intelectual del que el político a veces carece y otras veces desprecia (como supo sintetizar algún carapintada devenido en dirigente político). Eso que podía ser un motivo para cuestionarlo desde la política, era una razón para admirarlo como amigo. Muchas veces no supo, no pudo, y—especialmente—no quiso. Me
ha tocado recibir en su nombre a personas influyentes y de estar en reuniones en las que se acercaban propuestas “tentadoras” que nunca llegó a oír porque—aprendí de él—la mejor manera de no enfrentar esas tentaciones es no ponerse en la situación de enfrentarlas. Saber poner límites, antes de sentarse, para no tener que tener evaluar ofertas reñidas con los valores que uno debe servir. Y rechazar otras conversaciones, ni siquiera objetables, tan solo por las apariencias. Porque hay un apellido y un legado que cuidar. Así, declinó el convite de Néstor Kirchner—de quien era funcionario—cuando se abrió el libro de pases para la gestación del radicalismo K, que terminó en la fórmula “Cristina, Cobos, y Vos”. Fue capaz de mantener un delicado equilibrio entre la búsqueda de acuerdos y el mantenimiento de su identidad radical, aun siendo funcionario de gobiernos peronistas o candidato a vicegobernador por el GEN. Es verdad que su lugar fue la educación superior, pero sus contribuciones trascendieron al sistema educativo. Por ejemplo, con sus aportes a la democratización (de la educación) de las fuerzas armadas y de seguridad. O con su iniciativa de convertir a River Plate en el primer club de fútbol del mundo en fundar una universidad.
Hace un año coincidí con Eduardo Fassi, el presidente de Talleres de Córdoba y uno de los dueños del Pachuca de México, quien me comentaba con admiración lo que Juanca había hecho en River Plate, justo en el peor momento de esa institución, en la segunda categoría. En lo personal, sé que no cumplí con muchas de sus expectativas, en tanto mi participación en la política se terminó prontamente cuando me volqué a la academia y emigré a USA. Pero ahí estuvo siempre, apoyando y aconsejando, con sabiduría y generosidad. Cuando emigré. Cuando volví a Argentina. Cuando regresé a Nueva York. Uno de los cursos que enseño frecuentemente aquí es sobre ética del liderazgo. En esas
clases nos preguntamos: ¿cuáles son los rasgos de personalidad que distinguen a un buen líder? Si hubiera podido estar en Tandil para despedir a Juanca el lunes pasado, tal vez hubiéramos hecho ese mismo ejercicio con los que lo conocimos de cerca. Diríamos de Juanca que era generoso, incluso con lo que no lo eran con él. Que era leal, honesto, consecuente, compasivo. Yo agregaría que su gran fuerte era esa habilidad para armonizar, para generar acuerdos, para adivinar (o para crear) convergencias en las divergencias. Una
habilidad cimentada en su respeto por el rival. Respeto en un sentido profundo. No sólo en el de “tolerar al oponente” o de no “faltarle el respeto” sino en el de considerar sus intereses como legítimos y sus opiniones como razonables.
Quisiera cerrar con una anécdota de Juanca—una de sus preferidas—que resume esa habilidad. En su primer gran rol en la política nacional, como Subsecretario de Gestión Educativa durante el último tramo del gobierno del Presidente Alfonsín, le encomiendan a Juanca acercar posiciones con la Iglesia Católica, en épocas de secuelas del Congreso Pedagógico. Alfonsín lo convoca enfatizando la importancia del tema y las “debilidades” de su equipo para encarar el conflicto con la Iglesia desde una posición amigable. Remarca el
Presidente: “Juan Carlitos: el ministro (Jorge F. Sábato) es ateo y laicista, el secretario (Adolfo Stubrin) es judío; vos venís a equilibrar el gabinete y tender puentes con los curas!”. Con una sonrisa, Juanca respondía: “¡pero Raúl! ¡Si yo ni siquiera tomé la comunión!”.
Hamlet Lima Quintana escribió aquello de que “Hay gente, que con solo dar la mano rompe la soledad, pone la mesa, sirve el puchero, coloca las guirnaldas. Que con solo empuñar una guitarra, hace una sinfonía de entrecasa.” Juanca era uno de esos (¡cómo duele escribir “era”!) Gente necesaria.
Por Miguel Alzola, Profesor Asociado de Ética.
Universidad de Fordham, Nueva York, USA.
“Siento desazón cuando veo
lo que ocurre en el país”
Señor Director:
Dice el diccionario de la real Academia sobre la palabra desazón: Estado de intranquilidad o tristeza en que se encuentra una persona a causa de una alteración física o moral; falta de madurez. Nunca más acertada la sensación que percibo ante la definición cuando veo lo que está ocurriendo con nuestra sociedad.
La pandemia no afloja, por el contrario, aumentan los contagios, la economía está a punto de estallar, las empresas nacionales cierran y las extranjeras se van, los políticos están ocupados por la reforma judicial, por aumentar impuestos ósea por todo lo que les interesa a ellos y el ciudadano postergado.
El Frente de Todos realizó un sinnúmero de modificaciones en el proyecto de la reforma judicial sin el conocimiento de la oposición y como tiene mayoría, se votó prácticamente a libro cerrado con una erogación estimada superior a los 6 mil millones de pesos. Incorporar esta erogación en un presupuesto nacional tan negativo es verdaderamente confiscar el futuro.
El Presidente no para de cometer errores en sus alocuciones sobre los números de la pandemia al referirse a lo ocurrido en otros países y que éstos, sin nombrarlo, se encargan de aclarar y obviamente desmentir, como aceptando que sus ideas son monitoreadas y modificadas por terceras personas.
Claudio Cabilla
DNI 5.012.504