Según una encuesta, en los barrios el 77 por ciento de las familias tienen dificultades para alimentarse
Se trata de un relevamiento realizado por organizaciones sociales en diversos barrios de la ciudad, sobre un universo de 800 familias. El acceso a los alimentos y la calefacción son las problemáticas más acuciantes. Las mujeres se llevan la peor parte porque en el 70 por ciento de los casos son quienes están al frente del hogar. La escasa articulación con los dispositivos municipales complica aún más un panorama social recrudecido por la pandemia.
Un relevamiento realizado por las organizaciones sociales en las barriadas de la ciudad, arrojó cifras preocupantes en torno a la situación que se vivencia en los sectores populares con respecto al acceso a la alimentación, el trabajo, la vivienda y la articulación con los dispositivos estatales. Los datos se recolectaron durante el último mes en Villa Aguirre, Palermo, La Movediza, Villa Gaucho, San Juan, Villa Italia, Villa Laza, parte de la zona centro y Las Tunitas.
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Sobre un universo de 800 familias encuestadas a través de las mesas de entrega de alimentos montadas por las entidades de bases, surgió que las mujeres son jefas de hogar en el 70,2 por ciento de los casos y que el 77 por ciento de las familias tienen dificultades para cubrir las cuatro comidas diarias.
De esa población, el 76,8 por ciento también tiene problemas para disponer de elementos de higiene y el 65,9 por ciento necesita un mejoramiento de vivienda. Además, el 45,4 por ciento utiliza la leña como método de calefacción, el 29, 6 por ciento garrafa y sólo el 19,8 por ciento accede a la red de gas natural, mientras que el 81, 5 por ciento afirmó que necesita ayuda para calefaccionarse.
Las mujeres más complicadas
Las cifras reunidas evidencian la delicada situación de las mujeres y la creciente feminización de la pobreza. En este tren, la Encuesta de Hogares y Empleo Municipal correspondiente al tercer trimestre de 2019, expuso que el empleo es superior en los hombres (62,9 por ciento) mientras que el desempleo es mayor en las mujeres (10,8 por ciento).
Laura Sueldo, referente del Movimiento Evita, lleva adelante una labor de militancia y presencia en los barrios, especialmente en Villa Aguirre, su terruño, y estuvo involucrada en el registro y procesamiento de estos datos.
“Nosotras hicimos la consulta popular en 2018 y nos dio que el 69 por ciento de las mujeres eran el principal sostén económico del hogar, es un numero altísimo, y en el 56 por ciento de los casos de mujeres con hijos, los padres no cumplían con la cuota alimentaria. Relevamos en ese entonces alrededor de 400 mujeres porque no había datos locales acerca de su situación en los sectores populares”, recordó. El muestreo fue bastante revelador de la realidad que se respira a diario en las barriadas. “Lo palpamos todos los días, pero verlo en números fue bastante fuerte”, admitió.
En la actualidad, la pandemia de coronavirus y el aislamiento obligatorio decretado por el Gobierno nacional, terminó de debilitar un enclenque entramado social y laboral. La clausura del turismo y de ciertas actividades -como la construcción en su momento-, el trabajo doméstico o el cuidado de niños, dejó sin ingresos a muchas familias que subsistían gracias al trabajo que desarrollaban, de manera precaria e informal, en muchos de los lugares que ahora permanecen cerrados.
Sueldo señaló que “vemos cómo aumentó el número de compañeras que están en extrema vulnerabilidad. En un alto número eran trabajadoras domésticas, niñeras o empleadas del sector gastronómico o de las cabañas, sin derechos laborales. Todo eso se vio cortado a raíz del aislamiento y su estado de vulnerabilidad se profundizó mucho más. Los dispositivos del Estado estaban nulos para comunicarse con los centros comunitarios, las trabajadoras sociales o Desarrollo Humano. De los pobres, las mujeres somos las más pobres”.
Los alimentos
Las entidades de base que trajinan toda la ciudad a diario y conocen de primera mano a los vecinos y sus necesidades, armaron una mesa interbarrial para coordinar la provisión de alimentos y diversas asistencias. Así, mantienen la entrega de productos y las ollas populares desde las que reparten viandas durante la semana. El Movimiento Evita en particular, entrega alrededor de 800 porciones de comida los sábados a todos los barrios, y el resto de las agrupaciones se las arregla para cubrir el resto de los días y tratar de canalizar la feroz demanda.
La crisis sanitaria y económica incrementó ostensiblemente el número de personas que requieren de este tipo de ayuda para poder llevar un plato de comida a sus mesas: “Se da mucho el caso de los albañiles, que en general tienen trabajo y nunca habían tenido que recurrir a pedir ayuda alimentaria, que se sienten mal ante esta situación pero la realidad los supera. Hay muchas situaciones para dar respuestas y se han articulado dispositivos pero falta mucho aún”.
El frío no es sólo invierno
Uno de los principales problemas detectados es el acceso a sistemas de calefacción, temática que con la pronta llegada del invierno se vuelve apremiante para la mayoría de las familias. En estos casos, la leña es el bien más preciado para mantener cálidos los hogares, pero también se necesitan garrafas, frazadas y abrigo.
“El sistema que más se usa en los barrios es la leña y es uno de los grandes dilemas, porque se tiene la primera entrega a fines de mayo y están desesperados para anotarse, entonces tratamos de armar un registro para ver quiénes precisan leña y hacer el nexo con las trabajadoras sociales del Municipio”, explicó.
Las paupérrimas condiciones habitacionales también afectan directamente a cada familia y atentan contra el cumplimiento de la cuarentena. Muchas de las casas son de planchones o chapa, frías y húmedas en temporada invernal, de pequeñas dimensiones que deben ser compartidas por varios miembros, y otras problemáticas que las atraviesan.
En esta línea, sostuvo que “no son las condiciones más dignas, no es lo mismo hacer la cuarentena en una casa con todos los servicios, con espacio para que los chicos puedan jugar o mirar la tele, con la computadora para hacer las tareas de la escuela, que hacerlo en un dos por dos de planchones que no tiene ni piso, si llueve entra el agua, hace frío, no hay conectividad, no tienen patio y los chicos juegan en la calle. Se dan las condiciones de clase que hacen que no todo el mundo pueda cumplir con una cuarentena como corresponde”.
Estigma y violencia
La joven reflexionó sobre esta problemática y a los inconvenientes estructurales, sumó el estigma que suelen sufrir las mujeres de las barriadas populares por parte de la policía y el resto de la sociedad. “Forma parte de una realidad, incluso son estigmatizadas por salir a la calle con los pequeños que no tienen con quien dejarlos. La policía las detiene para preguntarles por qué andan en la calle cuando van a buscar los alimentos. Son realidades que sería bueno que la sociedad pueda ver para comprender qué pasa y dejar de estigmatizar”, detalló.
La violencia de género es otro de los puntos débiles, que al igual que en todos los estratos sociales y en todo el país, se recrudeció en época de pandemia. “Tenemos una red de promotoras territoriales en género, que estamos en los barrios y acompañamos a mujeres en situación de violencia. Orientamos para que se contacten con las instituciones, se consigue lo que necesiten, pero los acompañamientos que estaban un poco resueltos y estábamos siguiendo, con la cuarentena volvieron a sufrir hechos de violencia”, indicó.
La (no) articulación con el Municipio
Por otra parte, se puso bajo la lupa la escasa articulación con la Secretaría de Desarrollo Humano y Hábitat de Tandil, cuyo mecanismo de respuesta y asistencia no satisface el heterogéneo abanico de realidades.
“A nivel municipal cuesta bastante que se tenga en cuenta el trabajo de las organizaciones. Hicimos entregas de alimentos en conjunto el Municipio, que elaboró un registro con la información que ellos tenían más lo que aportamos desde las bases; armaron un registro y la gente se anota a través de internet”, informó.
Esta modalidad generó dificultades en el acceso a los beneficios porque no todas las personas cuentan con dispositivos móviles aptos para conectarse a la web, hay personas que no están alfabetizadas, otras que por ser grupo de riesgo o sus condiciones de vida no se pueden acercar hasta las oficinas municipales para recoger los bolsones de alimentos. “Fuimos corridos del aporte que podíamos hacer. Queda un rango de gente que sigue viniendo a preguntarnos a nosotros cómo hacer para conseguir la comida, ese dispositivo termina dejando gente afuera”, reflexionó.
Y agregó: “Los mandan para atrás porque no se anotaron, porque no fueron el día que les tocaba, la gente sigue dando vueltas por un bolsón que ni siquiera resuelve la comida de una semana, eso me resulta chocante”.
Ampliar la mirada
También se objetó la discriminación del espectro de beneficiarios en base a si perciben o no ayudas de otros niveles u organizaciones, sin contemplar la multiplicidad de aristas que se despliegan en estas cuestiones ni hacer un diagnóstico de la situación.
“Como algunos perciben beneficios estatales que obviamente no alcanzan, por ahí desde el Municipio no los asisten con alimentos, cosa que no nos parece bien. Es obvio que la ayuda no alcanza y es evidente que hay mujeres que trabajaban por fuera y ahora no lo pueden hacer, la necesidad económica es mayor y les niegan un bolsón de alimentos”, detalló.
En este punto, Sueldo analizó que el Estado local debería trabajar en conjunto con las organizaciones que son las que efectivamente desarrollan la labor territorial y conocen lo que sucede en cada sitio, para poder ampliar la mirada y ofrecer otro tipo de respuestas.
“Hay que ampliar la mirada más allá de buscar el listado de Anses y ver si la persona está o no asistida por el Estado. Hay otras cosas que hacen a la vida de las personas y las familias. A nivel nacional por lo menos nos escuchan y eso es un dato importante, hemos avanzando y formamos parte con la Secretaría de la Economía Popular, pero falta mucho por construir”, cerró.