Sebastián Oyarbide, el tandilense que pasó de rayar paredes a pintar un mural en La Bombonera
El tandilense Sebastián Oyarbide quizá sea más reconocido como Seba Cener, su nombre artístico. Comenzó su carrera grafiteando paredes de la ciudad, pero poco a poco se fue perfeccionando hasta lograr ser uno de los más reconocidos artistas callejeros del país. En una entrevista exclusiva con El Eco de Tandil contó cómo fue que comenzó y en qué lugares icónicos pintó.
La delgada línea entre lo que es un grafiti y lo que es “street art” hace que muchas personas acusen de vándalos a quienes efectúan vistosos dibujos en diversos murales a lo largo del mundo.
Recibí las noticias en tu email
No es menos cierto que muchos de los más reconocidos artistas callejeros comenzaron sus caminos escribiendo sin permiso en paredes, persianas o incluso, en balcones de vecinos, que luego debían invertir dinero para tapar las manchas.
En esta ciudad hay muchos “grafiteros” y artistas callejeros. Pero, ¿cuál es la diferencia? En diálogo con Sebastián Oyarbide, uno de los tandilenses más afamados en el rubro, refirió que “cualquier cosa que hagas de la puerta para afuera, sea un stencil, una calcomanía u otra cosa, es arte callejero”.
Conocido bajo el pseudónimo de Seba Cener, el artista oriundo de Tandil ha pintado murales, no sólo en diferentes provincias de la Argentina, sino también en otros países como Estados Unidos, Brasil, Perú y Chile. Además, plasmó su arte en icónicos lugares como La Bombonera, el estadio de Boca Juniors, o en Los Ángeles, donde el grupo Black Eyed Peas brindó una entrevista con su pintura de fondo.
En lo personal
-¿Cómo fue que comenzaste?
-Arranqué de chico haciendo grafitis, saliendo a escribir. Pero con el tiempo me di cuenta de que a los dueños les molestaba porque después tenían que limpiar la pared o lijarla para que volviera a quedar como antes.
Entonces ahí me hizo un click y comencé a pensar ‘lo que dañé, ahora me gustaría cubrirlo con algo más copado’, y me empecé a tomar un poco más de tiempo.
Ahí fue que arranqué a inclinarme más hacia la parte de dibujo y fui abandonando el grafiti. Fui por una rama más profesional.
-¿Sebastián Cener o Sebastián Oyarbide?
-Eso viene desde mis principios del grafiti. Cambias tu nombre porque es algo que se hace. Y quedó; como que siempre Cener me gustó, me acompañaba. Le agregué una parte de mi nombre real y después se terminó confundiendo. Hay personas que piensan que mi apellido es Cener, y no. Pero bueno, queda separado: por un lado, la parte de pintura y por otro, mi vida privada.
-¿Qué opinas respecto a los prejuicios por los grafitis?
-De a poco creo que va evolucionando. El grafiti es parte del Street Art (Arte Callejero), pero muchas veces lo separan porque un montón de gente lo odia, generalmente los que son víctimas de grafiti, ja ja. Pero es parte también. Incluso, creo que el grafiti acompaña al lugar en ocasiones.
La parte de grafiti creo que siempre va a ser grafiti y a los que no les guste, nunca les va a gustar. Pero me parece que está avanzando mucho porque hay más personas que lo están haciendo y por ende se ve mucho más también. Al observarse más, también hay más personas que lo quieren.
Viéndolo desde el lado artístico, el que hace grafiti dice ‘te estoy haciendo una obra’, pero lo hace sin permiso. Por eso está bueno que se concientice para que se pueda hacer en un lugar que no moleste a nadie y que todos podamos disfrutar.
-¿Realizaste algún curso o te perfeccionaste por tu cuenta?
-La mayoría, autodidacta; practicar y practicar. Realicé un curso de ilustración digital, porque nunca había hecho nada. Salí de Técnica y empecé a estudiar marketing, cosas súper cuadradas; no hacía nada artístico. Entonces ese curso me dio un pantallazo general de cómo usar pinturas. El problema fue que era todo digital, pero eso lo trasladé a la pared y me dio una ayuda gigante. Después, fue todo práctica.
Por ahí conocer a personas de otros lados que usan técnicas que vos no usas te sirve porque las adaptás a tu forma y así vas armando el paquete de herramientas y técnicas que más cómodo te queda.
-¿Abandonaste ya la carrera de marketing?
-Sí, duró dos años y medio: en el primero me fue bien, del segundo mejor ni hablar.
Después me pasé a diseño gráfico y ahí sí me iba bárbaro. Pero yo pensaba: ‘¿Qué hago? ¿Sigo estudiando o me pongo a hacer lo que quiero?’ Porque se necesita mucho tiempo para efectuar los bocetos y preparar la idea. También el tema de la tranquilidad de la cabeza. Me mataba que me dijeran que iba a ser diseñador gráfico, porque no quería hacer eso, quería estar pintando.
Entonces decidí irme y empezar a enfocarme en lo que me gusta. De última, si estoy interesado o quiero desarrollar algo, investigo en ese tema, me nutro de lo que necesito, y lo hago.
Técnicas
-¿Qué técnica usas?
-Dentro de lo que es el aerosol, lo que más uso es un corte perfecto, donde se emplea la lata a 90 grados para que no te salpique. Eso te ayuda mucho en el tema del realismo, porque no usás una línea. Entonces trabajo todo con sombreado.
-¿Usas sólo aerosol?
-Para la base, cuando es una pared muy grande, uso látex. Porque gastar todo eso en aerosol es imposible. Y una vez que la tengo pintada, sí, todo aerosol. No uso pincel ni cartones para tapar. Uso los diferentes tipos de picos para hacer líneas más finitas y demás.
-¿Tenés algún referente del street art?
-Sí y no. Tengo gente que me gusta su estilo, como Insane 51 (Stathis Tsavalias) que es como que inventó un estilo 3D, que si te ponés los anteojos lo ves diferente. En lo que respecta a la técnica y a la pintura, no tengo un referente. Pero sí tengo en cuanto a un concepto, que no sea una imagen y chau. Y el de este tipo es increíble.
-Uno de tus fuertes parecieran ser los rostros, ¿es así?
-Sí, por ahora. Justo el otro día me enteré que no se llama realismo sino naturalismo, porque es una imagen natural. Lo que tiene ese tipo de estilo es que enseña a pintar. Soy bastante exigente con que quiero que quede parecido pero tampoco quiero que quede igual, me gusta que se note la impronta. Porque tampoco mi idea es reproducir una foto.
Ahora es como que estoy trabajado un poco más. Hice una pintura al revés, estoy empezando a jugar un poco con la imagen, con temas más conceptuales. Por ejemplo con éste, ¿por qué al revés? Porque empezás a ver más los detalles y reconocés la figura.
-¿Cómo se hace para trasladar una pintura a un mural tan grande?
-A mí me das una hoja A4 y me cuesta un montón. Pasar una imagen de un celular a una hoja me cuesta 10 veces más que pasarlo a una pared, no sé por qué.
Ahora uso una grilla orgánica donde marco ciertos puntos de referencia en la pared y después lo pasás. También se puede trabajar a ojo, pero cuando utilizás elevadores, se hace difícil.
Yo hago una marca en la pared y le saco una foto. Esa imagen la pongo sobre la foto que tengo en el celular para saber dónde están las marcas y con eso me voy guiando.
-¿Cuánto tiempo te demanda?
-Depende el tamaño. Hay paredes chicas que capaz las haces en seis horas y en otras, como por ejemplo en la más grande que trabajé, que tenía 17 metros de alto por 8 de ancho, tardé cinco días y medio.
Depende también el clima. Un día de lluvia no podés pintar. Además, te juega mucho la psicológica. Cuando estás apurado, hacés algo muy distinto que cuando estás tranquilo.
-¿Buscas lugares o esperás a que te contacten?
-Ambas. Por un lado, si te quedás quieto, no te llama nadie. Tenés que estar constantemente en movimiento. Yo busco mis proyectos individuales para hacer lo que más me gusta, pero también está la gente que te llama.
A veces te llaman y te dicen ‘quiero que me hagas esto’, y lo hacés porque tenes que comer, o a veces lo hago para bancar mis proyectos personales, que son por los que después te llaman para hacer otros más grandes; se forma toda una rueda. De hecho, uno de mis murales favoritos en Buenos Aires me lo banqué yo solo. Y después, me llamaron para pintar en los Juegos Olímpicos de la Juventud.
-¿Qué fue lo más raro que te pidieron?
-El mural que está dentro de La Bombonera. No era un proyecto mío sino de un chico que había ganado un concurso. Era una locura, era una pintura que tenía millones de dibujos. Cuando acepté hacerlo, me dijeron que se podía reducir, pero cuando llegué, me indicaron que no. Fue todo un desafío; para las caras llamé a un amigo porque tenía que reconocer a algunos jugadores, entonces lo hizo él con un pincel.
Trayectoria
-¿Qué países recorriste pintando murales?
-Estuve por un par de países. El año pasado hice una gira con SAP, una empresa de software. Ellos lo que querían comunicar era la diversidad cultural en diferentes países donde tienen sede. Estuve en Brasil, en San Leopoldo, San Pablo y Río de Janeiro; en Chile, Santiago; y en Perú. Ahora hace dos semanas volví de Los Ángeles, donde estuve pintando. Pero todavía siento que me faltan recorrer un montón de lugares porque recién empiezo.
En lo que respecta a Tandil, cuando vengo y pinto acá me siento que estoy dejando un regalo al lugar donde arranqué, porque a mí me dio cierta ventaja ya que como en un momento no había tantas personas que pintaban en la ciudad, pedir una pared era más fácil. O capaz te llevabas bien con el almacenero de enfrente y te cedía un lugar. Eso en una urbe grande no pasa.
-De tus obras, ¿cuál es la que más te gusta y cuál es la que menos te agrada?
-La que más me gusta es la última, pero por un hecho de progreso y tiempo. O sea, mi máximo es eso. Pero también ahora ya la veo fea, es como que la quiero arreglar; hay muchas cosas que me gustaría cambiarle ¡y la terminé hace dos semanas!
Y después, hay algunos que por resultados no me gustan. Por ejemplo, en este último viaje en Brasil yo insistía en que había cosas que no iban a quedar bien pero querían que las hiciera igual. Y no quedaron bien. Y también mis primeras obras, porque son viejas. Pero a la vez me gustan porque son mis principios y sirven para ver un progreso.
-Has trabajado con algunos famosos…
-Sí, por ejemplo le hice una pintura a Connie Ansaldi. Le mandé un mensaje en broma, porque trabaja con una marca de pinturas que yo quería usar, y se re copó. Fui a la casa y pegué buena onda. Hice ese y después le hice uno a Hernán Cataño, un DJ argentino muy conocido que toca por todo el mundo. Lo pinté hace dos años y nunca me lo crucé, aunque me invitó a sus recitales y todo. De hecho, hace poco me envió un mensaje al WhatsApp para juntarnos.
Eso me sirvió muchísimo para las redes sociales y para el movimiento.
-Hablando de redes, ¿qué uso les das?
-La red social es una herramienta que tenés que utilizar hoy en día porque lamentablemente es como un ‘status’. Por ejemplo, si vas a pintar a algún lugar y tenés sólo 300 seguidores, no te miran. Y eso es algo que odio, porque hay personas que pintan increíble y no le dan bola a las redes.
Además, hay un montón de gente que te contacta por ahí. Tenés todos los trabajos juntos, es un portfolio más arreglado. Porque también tenes la página web, pero para que la gente se meta en la web tiene que estar muy interesada.
-¿Te reconocen en la calle?
-Sí, es raro. No es que todo el mundo, pero me ha pasado unas seis o siete veces. Yo me río, porque digo que es una casualidad. Donde más me pasa es en los boliches porque es gente de la edad.
La primera vez que me pasó fue un flash porque pensé ‘hay una persona que me reconoció por lo que hago’. Fue medio raro, pero me encantó. Si no, cuando estoy pintando, mucha gente que pasa me pide fotos. A veces se copan, se suben al elevador o bajo y me saco con ellos.
Después, obviamente, también pasan señoras y te gritan ‘vayan a pintar sus casas’, porque por más que esté progresando, sigue la postura del vago que raya las paredes.
-¿En qué lugares icónicos pintaste?
-En la Argentina, el mejor es el de La Bombonera. Después en los Juegos Olímpicos y también los de Brasil y Los Ángeles. En este último, estuvo Black Eyed Peas, por ejemplo. Les hicieron una entrevista donde de fondo se ven mis murales. Cuando lo vi, no lo podía creer.