Por su lucha y fuerza para salir adelante, brindaron homenaje a destacadas mujeres tandilenses en la CET
Esperanza, dolor y fuerza fueron las palabras que unieron a las tres mujeres elegidas para ser distinguidas. Mirta de Vega de Produlac, Ana María Fazekas de Cannabis Medicinal Tandil y la docente también fundadora de Polivalente, Juana Vallarino, recibieron homenaje por el Día de la Mujer. Compartieron experiencias y alentaron a no bajar jamás los brazos.
En un encuentro que buscó dar continuidad a las acciones sucedidas por el Día internacional de la Mujer, la Cámara Empresaria de Tandil (CET), el Municipio y la Universidad Nacional del Centro (Unicen), celebraron el jueves por la noche el encuentro “Mujeres de Mi Ciudad”, un acto donde reconocieron la lucha femenina.
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La conmemoración transcurrió de manera distendida en el Salón Auditorio de la CET, con la conducción de la directora de Políticas de Género y Diversidad Sexual del Municipio, Andrea Rossetti, y la presencia del titular de la Cámara, Agustín Usandizaga, y funcionarios municipales. Las tres protagonistas de la noche fueron distinguidas por desempeñar un rol digno de poner en relevancia en la sociedad, ya sea por vocación, dedicación, compromiso o emprendimiento.
Así, Mirta de Vega de Produlac, Ana María Fazekas de Cannabis Medicinal Tandil y Juana Vallarino, una de las fundadoras de Polivalente, se sentaron junto a Rossetti en un living muy ameno y de manera relajada compartieron en primera persona sus testimonios de esperanza, lucha, dolor y amor, en pos de un cambio social, siendo por eso referentes comprometidas, pujantes y con sus ojos puestos en el objetivo diario de construir un futuro distinto.
Un legado de pasión
A pesar del dolor, Mirta de Vega debió quedar al frente del emprendimiento familiar, la fábrica de quesos Produlac, luego de la muerte de su marido. Contó que su esposo confiaba plenamente en que ella podía sacar adelante la empresa y así lo hizo, aunque los primero meses fueron “muy difíciles”.
Con orgullo compartió que logró hacer todo lo que su esposo planeaba y se rodeó de gente que la supo escuchar y aconsejar. “Hace 29 años que se fundó Produlac y hace 11 que se fue mi marido”, recordó, pero el dolor no paró allí, ya que tiempo después también perdió a su hijo Juan Pedro y aseguró que logró seguir gracias a la fortaleza de su hija Carolina, quien hoy sigue al frente.
Más allá de estos padecimientos, el peso sobre sus hombros de las 15 familias que tenía a cargo y la vívida pasión de su marido por la actividad la ayudaron a no bajar los brazos.
“Siempre estuve cerca de él en sus decisiones, tomábamos todo con mucho sentido del humor”, reveló. Esto le sirvió para poder resolver inteligentemente las situaciones, por ejemplo apuntó que hoy la lechería está pasando una situación muy crítica, con fábricas que están cerrando, pero siguen en pie haciendo algunos ajustes y con buenos clientes que los acompañan.
“A la tristeza hay que vivirla, pero también río mucho. Mis amigas en mí encuentran fortaleza”, concluyó.
Salir del dolor y transformarlo
A continuación fue el turno de Ana María Fazekas, quien se jubiló como empleada de comercio y se volvió luego en militante fundamental del cannabis medicinal en la ciudad, convirtiéndose en cofundadora y presidente de la ONG local.
Ella comenzó aclarando que los que forman parte de Cannabis Medicinal Tandil (CMT) no son médicos, ni especialistas, sino que son enfermos recuperados ayudando a otros. “La empatía con el dolor es lo que te hace crecer”, consignó.
Siguiendo con su historia, sostuvo que cada caso de recuperación se vuelve un motor para recuperar fuerzas, admitiendo que el cannabis es todavía ilegal, pero aseguran con honda firmeza que lo legitima el dolor, el dolor de una madre, de un hijo, de cualquier ser querido.
“Yo llegué aquí porque me diagnosticaron fibromialgia y la medicina tradicional no tiene respuesta para esta afección”, contó. Deambuló, como la mayoría de las personas que lo padecen, por muchísimos consultorios. A sus 50 años era una mujer perfectamente sana, pero que ya no podía más del sufrimiento.
Cuando se jubiló y su mamá murió, lo que fue un gran golpe, fue como si le hubiera dado permiso a la enfermedad para que avanzara en ella y “explotó”. Ahí llegó el diagnóstico. Por el contrario de lo que se esperaba, el tratamiento a ella le hizo muy mal y determinó que no seguiría con esas drogas legales. Investigando junto a sus amigos e hijos llegó al cannabis. “Aunque me considero una persona sin prejuicios, debo decir que me costó hablar de marihuana a mis 60 años”, confesó.
El camino la encontró con quien compartió la dirigencia del CMT, de ahí llegó a Cannabis Medicinal Bahía Blanca. “Cuando escuché a los jóvenes cultivadores solidarios mi vida cambió para siempre, no solamente por encontrar como aplacar mi dolor, sino porque me comprometí con la militancia y el dolor del otro y eso hace que uno empiece una sanación interna”, emocionó.
Cuando comenzó ese camino de recuperación pensó en ayudar a los demás y visibilizar así CMD, una ONG que hoy en día cuenta con el apoyo de muchísimas instituciones públicas y privadas de la ciudad, Ya con una trayectoria de tres años, realizan charlas informativas periódicas y comparten con toda la sociedad sus actividades.
Una vida de lucha y amor al arte
Justo esa noche Juana Vallarino cumplió 70 años. Tenía apenas 12 cuando empezó las dos profesiones que la acompañarían por el resto de su vida, magisterio y dibujo y pintura.
“Lo mío no parte del dolor personal, sino del amor y la necesidad de una institución, porque si no mi trabajo hubiera sido como el de cualquier docente”, dijo al referirse a la Escuela Polivalente de Arte.
Contó que tanto ella, como el resto de los involucrados en ese colegio tuvieron una lucha permanente, pero a Juana además, le tocó otra que tuvo que ver con lograr el edificio. “Se consiguió para la ciudad más allá de los alumnos, porque ellos pasan y se van”, aseveró.
Es cierto que la escuela estuvo a poco de cerrarse algunas veces porque no se la consideraba tan importante, pero ahí estuvo siempre la fuerza de Vallarino y equipo tirando para sostener la formación y hacer que los respeten en Provincia, ya que como no tenían secundarias de arte guiarlos les resultaba más fácil aspirar al cierre. Sin embargo estuvieron siempre al pie del cañón, defendiendo las fuentes de trabajo de ese “pequeño mundito” que habían conseguido armar.
No había ejemplo a seguir, no los podían guiar, entonces tomaban las bases de cualquier secundaria y las adaptaban al arte, y así llegaron a ser la escuela especializada que “por suerte siguió llamándose Polivalente”, soltó con alivio, advirtiendo que no hay nada mejor que ser constante en los pedidos y reclamos.
“Ahora van a tener ascensor, eso es una paquetería”, dijo con humor y a la vez con emoción, ya que recordó las broncas que tuvo que pasar para alcanzar ciertos logros, muchas veces teniendo que empezar de cero.
El dolor más grande que pasó en ese trayecto fue que en la mismísima Dirección de Artística no los terminaran de reconocer, teniendo que volver una y otra vez a explicar el proyecto.
Desde el punto de vista personal también tuvo que tomar decisiones muy importantes y recordó dos hechos puntuales que le trajeron lágrimas. Una de esas fue elegir abandonar la Escuela Rural en la que inició su camino de docente, donde sostuvo que “el maestro era todo”, pero en aquel momento le convenía pasar a la educación privada. “Yo lloré mucho, pero era mi oportunidad de empezar con la enseñanza artística”, receló.
El segundo llanto que compartió con los presentes, en ese living de la CET, fue cuando le pidieron de ser consejera escolar, un mundo al que al docente nunca le enseñaron. Dejó sus clases, dijo que sí y resultó ser una buena experiencia. Ese camino le sirvió para ir instalando el tema de la Escuela de Arte en las distintas direcciones de educación.
“Lo bueno de mi trabajo, que fue de funcionaria pública, fue que tomé como una causa personal el tema de Polivalente”, contó. “Cualquier trabajo tiene que ser una causa personal”, cerró llenándose de aplausos luego.
Otras mujeres dignas de distinguir
Además, destacaron la labor la jefa de Enfermeros de Neonatología del Hospital Santamarina, Gladys Reboredo, que hace 30 años trabaja en salud. Además de asistir a los bebes en el nosocomio, también lo hace en hogares siguiendo a cada uno de sus pequeños pacientes.
Por su parte, Catalina Granel, fundadora de la ONG Reinventar Tandil, fue reconocida por sus 13 años de compromiso haciendo del hockey una herramienta para el aprendizaje y transmisión de valores, fundamentalmente en los sectores más vulnerables de la ciudad.
Por último, también resaltaron el trabajo de Luján Márquez y Mayra Gini, madres y subtenientes del Cuartel de Bomberos. Luján se ocupa del control de incendios de todo tipo y es rescatista de personas, entre otras actividades. Mientras que la función de Mayra es la de chofer de autobomba, control de incendios y también rescate de personas, convirtiéndose en la primera mujer chofer de autombombas de la ciudad.