La toma en primera persona
“¿Por qué no puedo tener la oportunidad como laburante de Tandil y pagar lo mío?”
La historia de Camila Alcorta, la joven que inició junto con 15 mujeres la toma en La Movediza.
Mientras que para algunos octubre significa el mes en el que se llevarán a cabo las elecciones en las que se elegirá Intendente, Gobernador y Presidente, para Camila supone en cambio el momento en el que el alquiler de la casa que comparte con su pareja y sus dos hijos pasará de costar poco más de 40 mil a casi 100 mil pesos. Pese a que ambos trabajan, el horizonte cercano se les presenta insostenible.
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“No voy a esperar a que llegue octubre para tener que irme abajo de un puente. ¿Adónde me voy a ir? ¿Abajo de un dinosaurio? ¿Por qué me tengo que ir a vivir de prestado? ¿Por qué no puedo tener la oportunidad como laburante de Tandil y pagar lo mío? No estamos pidiendo que se nos regale nada, estamos pidiendo un plan de terreno, un plan de viviendas, y estamos todos dispuestos a pagarlos”, planteó en diálogo con El Eco de Tandil en la esquina de Piccirilli y Formosa, la misma a la que llegó en febrero pasado con “una carpita abajo del brazo”.
Camila fue parte del grupo de 15 mujeres que tres meses atrás comenzó a hacer uso del predio del barrio La Movediza. Con la orden de desalojo solicitada por el fiscal Luis Humberto Piotti ya firmada por el juez José Alberto Moragas, la joven sigue a la espera de una solución que contemple a todos aquellos que se encuentren en situación de vulnerabilidad habitacional.
“No es nada fácil estar acá. No es sencillo, no lo hacemos por juego, ni porque nos encanta. Nos ha pasado con las chicas de llorar una un día, otra el otro, y decir que nos vamos porque no aguantamos más, pero acá seguimos buscando una respuesta, una solución que ojalá sea positiva. Que el Municipio se ponga un poco del lado de la gente y vean que hay muchos en situación de calle, o que viven de prestado, o alquilan y no les alcanza para pagar el alquiler”, sostuvo.
“Hace tres meses que estamos acá, es terrible y también queremos que esto se termine”, agregó frente a la casilla que montó con planchones, nylon y otros materiales. Sin embargo, aclaró, “no todos nos encontramos en la misma situación, pero hay un estado de vulnerabilidad terrible, y esto va a ser peor”.
Como el primer día, continúa sosteniendo que ante la orden de desalojo se retirará del predio. Sin embargo, manifestó que no se quedará “quieta donde esté esperando que me caiga algo del cielo, voy a seguir peleando. Voy a ir una, dos, tres veces o cuatro por semana al Municipio o sentarme en una plaza, yo y muchas familias a las que se los planteé saben que lo voy a hacer”.
“Por ahí se prestan al diálogo”
Si bien no se acercó a la Secretaría de Desarrollo Humano y Hábitat, durante el año pasado Camila concurrió a la Salita del barrio para solicitar ayuda por su situación.
“Me ayudaron 3 meses con el alquiler, con 10 mil pesos por mes y estoy pagando casi 40. Te ayudan 3 meses y tenes que seguir insistiendo, ir e ir, o esperar en tu casa a que te llamen si tienen algunas novedades, y tenés que ir porque no te llaman”, relató.
Pese al desalojo firmado, Camila y sus pares continúan a la espera de una respuesta de parte de la gestión municipal. ”Vamos a esperar un poco más, por ahí se prestan al diálogo, ya le mandamos una carta al Municipio. Tratamos de hablar con ellos, pero todavía no nos dieron ningún tipo de solución. A nadie de acá nos han llamado para decir que hay una propuesta, no hay nada”, señaló.
Mientras tanto, la demanda en la propia toma no cesó de crecer. Cabe recordar que rige para el lugar una instancia de mediación abierta en la que se determinó habilitar las calles internas del predio, impedir el ingreso de personas con intenciones de instalarse, y detener modificaciones en las estructuras montadas como viviendas.
Sin embargo, precisó Camila, “si somos 280 personas como dice el censo, en estos tres meses vinieron 200 otras personas más. Tratamos de contenerlas para que esto no se desmadre, pero me parece totalmente injusto tener que decirle nosotros a la gente que se vaya, porque hay una petición del juez”.
A la espera de una respuesta, pero con la determinación de encontrar una solución habitacional para su familia, Camila continúa al frente de las primeras 15 familias que iniciaron la ocupación.
“Acá Hay mucha gente que trabaja en negro, hay gente que trabaja en changas, madres con hijos, gente enferma, de todo. Sé que hay gente que tiene, pero que se fijen y pongan el ojo en la gente que verdaderamente necesita. Pasar de pobre a ser indigente, a no tener para nada, es terrible”, concluyó.