ACERCARTE
Milo Lockett cautivó a los niños y aseguró que “cualquiera puede pintar y yo soy la prueba viva de eso”
El artista plástico, que goza de gran popularidad, pasó por la ciudad para ofrecer un taller de pintura para chicos en el marco del programa cultural de la Provincia que se desarrolla este fin de semana. La propuesta registró una enorme convocatoria de público y los pequeños pudieron disfrutar de una tarde a puro juego y color.
Milo Lockett arribó ayer a Tandil en el marco del programa AcercArte para compartir su arte con los más pequeños, que colapsaron la carpa en la que dictó un taller de pintura gratuito para niños de 4 a 11 años.
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El artista plástico, oriundo de la provincia de Chaco, desde hace unos años ha conseguido fascinar al público con una singular impronta estética. Sus trazos particulares y el uso del color que caracterizan a sus obras inundan cuadros, murales y diversos objetos de consumo que se reproducen de manera serial. Dueño de un éxito colosal para un artista visual, a Milo se lo debe clasificar dentro de un esquema de autodidactas, es decir, que no asistieron a ninguna escuela a estudiar arte sino que su afición es producto del talento y la admiración a través de la práctica constante.
Una hora antes de lo previsto, los padres comenzaron a llegar a la Diagonal Illia para retirar las dos entradas (gratuitas) por persona que aseguraban el cupo de 50 niños en la actividad. Como suele suceder en estos casos, muchos se decepcionaron al quedar afuera, aunque pudieron ver al artista y disfrutar de las demás actividades programadas en el lugar. Una propuesta diferente que se sumó al enorme espectro cultural y artístico con el que cuenta la ciudad habitualmente.
A las 15 puntual los chicos comenzaron a ingresar en el espacio dispuesto para desarrollar el taller, donde prolijamente se habían dispuesto hojas, cazuelas con esmalte sintético al agua, pinceles y demás insumos para trabajar, todo en mesitas comunitarias que obligaban a los más chiquitos a llevar adelante la tarea de manera grupal. En tanto, los padres esperaban del otro lado de las vallas y se apostaban para registrar el momento con sus celulares.
Catalina, una nena de 8 años, mientras esperaba para entrar se arrimó tímidamente al micrófono que le ofrecía uno de los animadores y contó que estaba ahí para pintar con Milo porque “le gustaban mucho los colores”, entusiasmo que se replicaba en sus pares, ávidos por poner manos a la obra.
Estimular la sensibilidad
El artista plástico tomó contacto con El Eco de Tandil y habló sobre lo que significa recorrer el territorio llevando su arte a “esos locos bajitos”, como diría Serrat.
“Lo más maravilloso que tiene este taller y todo el festival, es que no sólo le acerca a la gente la posibilidad de poder consumir cultura a través de distintas manifestaciones artísticas, sino que los artistas tenemos la posibilidad de encontrarnos con nuestro público. Para mí es una mirada diferente, me encanta estar acá y que venga -como me pasó recién- una maestra de Azul que me dijo: ‘estamos trabajando con tu obra en mi curso’ y que se haya tomado la molestia de viajar hasta acá. Eso me parte la cabeza, me parece maravilloso”, manifestó Lockett.
Dentro de sus premisas y lógica de trabajo hay tres pilares que trata de transmitir en estos encuentros cara a cara con sus seguidores: la autoestima, la actitud y el conocimiento.
En este sentido, expuso que “el arte tiene la capacidad de estimular la sensibilidad, es lo que tenemos que hacer como artistas y como adultos, con los chicos tenemos que trabajar esas tres cosas. Si una persona tiene buena autoestima, posee conocimientos y tiene actitud, no lo para nada en el universo, tenemos un chico con un enorme potencial”.
¿Eso fue lo que te pasó a vos con el arte?, preguntó este Diario ante esa declaración de principios, a lo que el pintor respondió: “Trato de ser una persona feliz, trabajo todos los días para para eso, trabajo con amor, pasión, cariño. Yo soy una persona que fracasó mucho en la vida y los fracasos me construyeron, nos dan la posibilidad del éxito, tenemos miedo cuando pensamos en el fracaso como una palabra fea, pero para mí es una palabra de construcción”.
En su reivindicación del fracaso como forma de aprendizaje y motor de construcción, enfatizó que “está bueno empezar fracasando y el tema es cómo uno atraviesa el fracaso y vence los miedos, no hay que tenerle miedo al conocimiento, a medida que uno va aprendiendo cosas más se da cuenta de que no sabe nada”.
Con la gente a todas partes
El gran caudal de personas que se acercaron a la base del Parque Independencia para verlo es una muestra más del enganche que genera en un gran sector de la sociedad, una evidencia del reconocimiento y la popularidad adquiridos en los últimos años que superaron todas sus expectativas y le depararon numerosos gratificaciones que jamás se hubiera imaginado.
“Me sorprendo todos los días, el miércoles estuve en Santa Fe pintando en un centro de día, en un lugar pequeño, y me costó salir a la calle de la cantidad de gente que fue porque se enteraba por las radios y las redes sociales que yo estaba ahí pintando. No habíamos hecho publicidad porque era un centro de salud al que le regalamos un mural, pero me sorprendí de todo lo que se genera alrededor de la obra”, contó
Y añadió: “Lo más importante no es la obra sino lo que sucede del otro lado, lo que movilizás en otra persona; un niño, un anciano, un adulto, alguien que no la está pasando bien económica o emocionalmente, eso es más importante que la obra en sí”.
Sobre el final, la pregunta acerca de si cualquiera puede pintar arrojada al aire de la gris tarde sabatina, halla su respuesta que se dibuja en una sonrisa del artista chaqueño: “Cualquiera puede pintar y yo soy la prueba viva de eso”.
Pinta tu aldea
Ricky Crespo es un reconocido artista plástico contemporáneo que acompaña el itinerario de Milo por toda la extensión de la Provincia y oficia de ayudante junto a otros dos pintores.
Él explicó que el taller se divide en dos partes: en la primera los chicos aflojan la mano y prueban la pintura en el papel y, después de probar y jugar un poco, pasan a usar un bastidor profesional para dejar plasmada su obra de arte.
“Se llevan las dos obras a la casa. Les pedimos a los padres un compromiso de que la obra que se llevan la cuelguen en la casa en un lugar que se vea, porque creemos que el reconocimiento tiene que empezar en el seno más cercano, en el primer círculo de contención del chico que es la familia. Hay que darle valor a lo que hacen”, argumentó.
“Somos cuatro artistas que tenemos obras muy diferentes entre sí pero hace algunas años decidimos salir del ostracismo del taller, porque se labura muy solo, encerrados en el taller todo el día. Quisimos sacar el arte del taller y las galerías, y llevarlo a la gente, empezamos con los chicos porque son los más receptivos, se produce una sinergia muy linda que trasciende la cosa del arte, es el juego, el compartir, ponemos las cosas de manera comunitaria para que ellos sí o sí tengan que pedirlas prestadas, entablen un diálogo y compartan”, reveló Crespo.
Durante una hora los niños jugaron y crearon una pequeña obra de arte, de colores vivos y a la manera de cada uno, haciendo propio aquello de que todos pueden pintar y de que el arte es una trinchera para que cada quien resista el mundo y lo construya como más le guste.