Malabares, una forma de subsistencia que oscila entre el arte, la pasión y los prejuicios de la gente
No es fácil ser artista callejero en tiempos económicamente difícil, pero aún más en sociedades donde reina el prejuicio y la indiferencia. Si bien los malabaristas Guillermo y Horacio eligen el arte por sobre todas las cosas, también admitieron que la calle está dura. Hace cinco años con 75 pesos estaban hechos y ahora necesitan al menos 200. Las expresiones de los niños, la mejor paga.
Hace tiempo que el malabarismo se ha convertido en el arte callejero más visto en los espacios públicos, y las esquinas de Tandil no han sido la excepción. No solamente se trata de una pasión para aquellos que lo ejercen, sino que además es tomado como recurso para ganarse el día a día.
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Apenas unos días atrás, un par de estos habilidosos intercalaban semáforos en avenida España y Santamarina, justo allí reflexionaron sobre la vida del malabarista, la libertad, la situación económica y la aceptación de la sociedad.
Guillermo Gómez es tandilense, desde la adolescencia que se dedica a los malabares y hace casi una década que salió a las esquinas por primera vez. Sin embargo, para el esto es muy esporádico, no siempre sale a la calle, ya que eso depende de la situación económica, según dijo. “Si tengo otras oportunidades laborales, las agarro”, aseguró.
Es que este artista de 29 años, además estudia teatro y contó que se inclina hacia todo lo que tenga que ver con la educación, de hecho ha dado talleres en geriátricos. De todas maneras, cualquier trabajo que llegue es bienvenido, incluso también se ha dedicado a cortar pasto.
Aunque Horacio Crespo es de la localidad vecina de Cacharí, desde hace cuatro años que se dedica a viajar por distintos lugares llevando su arte a cuestas, que no solamente comprende la destreza malabárica, sino también artesanías y música. Justo en estas semanas está visitando Tandil por primera vez como malabarista, donde le está yendo bien, y compartiendo las distintas esquinas tandilenses con otros pares.
Para este viajero todo es cuestión de andar día a día, por eso no sabe hasta cuándo se quedará en esta ciudad ni cuál será el próximo destino. “Eso se va viendo en cada lugar y cuando haya que arrancar se arranca, mientras uno esté bien”, dijo con calma.
Además, el cachariense reveló que vino sin intenciones de lucrar, sino a mostrar un poco de arte a cambio de una sonrisa, ya que no prevalece el dinero, lo que quiere es pasarla bien y que la gente también. “El beneficio monetario, como algo secundario, también está bueno y es algo normal para vivir, a mí me gusta mucho lo que hago”, priorizó.
La calle, el escenario
Por el simple hecho de poder hacer malabares en las calles de Tandil se sienten afortunados, porque hay otros lugares donde no está permitido, además de sentir que la gente aquí responde. Por esto mismo es que suele haber colegas de distintas ciudades, como hacía un rato no más, que estuvieron compartiendo con chicos de Rauch.
“Obviamente hay más respuesta a principio de mes, que sobre el final, pero tiene mucho de azar”, sostuvo Guillermo, que tiene mucha experiencia en la ciudad, ya que nunca sabe a ciencia cierta cuándo recibirá algo o no.
Con el asfalto como escenario diario y un público que se renueva a cada corte de semáforo, el tandilense indicó que no puede comparar las ganancias de ahora con las de años atrás. Porque hace unos cinco o seis años, con 75 pesos ya estaba hecho, pero ahora necesita poder llegar al menos a unos 200 o 300 pesos para los gastos del día.
“Está difícil para todos, para el cartonero, para el comerciante, para nosotros”, dijo sobre la actualidad económica, admitiendo que él actualmente sale a malabarear porque necesita el dinero y no tiene otro trabajo. “Quizás antes podías hasta ahorrar plata con el semáforo, ahora es difícil”, sintetizó.
Lo que pasa generalmente, es que las personas destinan las monedas sobrantes para estos emprendedores, esas que quedan en algún rincón del auto y se van acumulando porque ya poco se usan. Sin embargo, para ellos es un recurso que siempre sirve al final de la jornada. “También salen los billetes de cinco o diez pesos, pero no puedo prescindir de las monedas, porque suman”, remarcó.
Hablando de bondades, se refirió a que el verano es una de las estaciones más generosas y tiene que ver con el movimiento turístico de la ciudad también. Ya en invierno y otoño, no solamente vienen menos visitantes, sino que a los mismos artistas se les dificulta mantenerse en la intemperie con el frío y la humedad.
De prejuicios, pasiones e indiferencia
A Guillermo Gómez, le gusta el arte y por sus estudios siempre se inclina para ese lado, pero aseguró que la calle tiene esa cosa de desprestigio y es dura. “Hay mucho prejuicio, y en esta ciudad particularmente lo hay, entonces te confunden con un drogadicto, un alcohólico y eso es duro emocionalmente”, explicó.
Si bien manifestó que eso no lo afecta al momento de generar relaciones sociales, señaló que a veces uno está solo y un mínimo insulto se puede volver algo grande. Lo mismo le pasa con la indiferencia de quienes cruzan por donde están. Aunque admitió que hace mucho no escucha insultos, tanto él como su compañero, dijeron que todo malabarista ha escuchado alguna vez frases como “agarrá la pala” o “andá a trabajar”.
“A veces se te cae la pelotita y me pregunto qué estoy haciendo acá, como si estuviera mendigando”, planteó, figurando que existe una delgada línea entre hacer malabares y pedir, o al menos eso hace sentir algunos ciudadanos, principalmente los de mayor poder adquisitivo que “lo ven como algo de pobre”.
No obstante, sostuvo que a pesar de que en Tandil hay como una fuerte resistencia al arte callejero, también hay gente muy generosa, especialmente los chicos que con sus expresiones sinceras le dan una alegría al artista.
Por su parte, Horacio, que ha recorrido otras localidades, sostuvo que esa cosa de los prejuicios no es algo que solamente se vea en esta ciudad. Determinó que termina convirtiéndose en un desafío, para seguir saliendo a la calle y expresar el arte que nace del corazón. “Si no tuviera pasión por esto, me dedicaría a otra cosa”, enfatizó, aunque consideró que también es necesario ser fuerte porque está muy difícil. “Pero cuando te devuelven con una sonrisa o un aplauso es muy bonito”, sonrió.
Más allá de las adversidades, ambos coincidieron en que disfrutan lo que hacen y que es necesario, como cuando se cae la pelotita, levantarla y seguir adelante.