Las aerosillas de El Centinela, un atractivo que sigue vigente a casi dos décadas de su inauguración
Hace 20 años comenzó a gestarse el proyecto para sumar un medio de elevación en ese paseo. Contra todos los pronósticos, la idea prosperó tras sortear varios inconvenientes y en julio del 2000 se vio cristalizada. Es un atractivo que aún despierta interés y lo renueva a diario.

En medio de un contexto distinto y con un desarrollo turístico que se limitaba a unas pocas propuestas, hace 20 años el concesionario del Cerro El Centinela comenzaba a desarrollar un ambicioso proyecto que contemplaba la instalación de una aerosilla en el paseo con la premisa de dotar a la ciudad de algo distinto.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailEn la edición del 4 de enero de 1999 El Eco de Tandil reflejaba la idea que Luis Cerone, su esposa e hijos, junto con un grupo de empleados, tenían para el predio que administraban desde hacía unos años. “Consideramos que la ciudad necesita algo que llame la atención de los visitante y obviamente para esta zona sería muy importante contar con una aerosilla”, expresó hace 20 años el empresario.
Resulta la faz financiera, el ambiciosos proyecto finalmente se concretó y el 25 de julio de 2000 se inauguró el nuevo atractivo para la ciudad. “Desde ahí empezamos a escribir una historia que todos conocen”, recordó con especial orgullo.
Al ver el camino recorrido, la realidad demuestra que la silla “nos ha dado mucha satisfacción” y aún se presenta como un atractivo que “no se agota”. Desde su inauguración, más de 1,5 millones de personas adquirieron su pase para vivir la experiencia. Y los números advertían que era necesario contar entre ocho mil a diez mil pasajeros para que sea rentable. “Estaba convencido que no podía fracasar y mi intuición me llevó a eso”.
Un poco de historia
Luis Cerone adquirió un predio de 55 hectáreas en 1989 y el temporal de 1994 fue el hito que marcó un punto de inflexión en la historia familiar, al recibir el ofrecimiento, por parte del gobierno comunal de aquella época, de hacerse cargo de la administración del paseo turístico.
“De las cuatro cosas que tienen las ciudades con sierras, Tandil no tenía casi ninguna, ni un río de aguas blancas, un lago, nieve ni un medio de elevación”, recordó al evaluar las alternativas en estudio potenciar el desarrollo del lugar.
Descartadas tres de las opciones, avanzaron con el desarrollo de la propuesta de construir un atractivo en altura en el mismo cerro. Y hace dos décadas comenzaba a perfilarse una parte importante para su concreción: el financiamiento.
Cerone recordó que los bancos privados habían objetado la iniciativa por considerarla que no era viable hasta que el Banco Provincia dio el visto bueno y garantizó el crédito por 490 mil dólares, que “a precio de hoy serían más de un millón de dólares”, calculó.
Pero antes era necesario reunir los requisitos de garantía. “Hipotecamos todo lo que teníamos y si nos iba mal no íbamos a tener dónde vivir. Era una apuesta durísima”, recordó.
Una postal en continuo movimiento
El proyecto contemplaba la adquisición de un equipo usado a una empresa suiza, que fue desarmado, revisado, certificado y acondicionado para ser montado nuevamente en Tandil. Para graficar lo estricto de la tarea, el titular de la concesión del cerro contó que, “para sorpresa nuestra, vino con dos botiquines, el de base y el de reenvío, que tenía cuatro o cinco cosas elementales”.
“Fue muy difícil explicarles a los suizos, que eran los vendedores del equipo, para que entendieran que no subíamos a ningún cerro y que el desnivel era poco”, señaló.
De allí el slogan que promocionó el atractivo que sumaba a la ciudad: “La aerosilla, una postal en continuo movimiento”. En definitiva, se ofrecía un trayecto de ocho minutos en una experiencia que permitía conocer los distintos paisajes que ofrecen las sierras tandilenses.
El trayecto desnivela 80 metros de altura, es decir que se ubica a 14 metros del piso y se presenta como una propuesta destinada a clientes que nunca subieron a un medio de elevación.
“Una vez subió un hombre de 100 años que vino con su nieto a andar en aerosilla, algo que nunca había hecho”, compartió a modo de anécdota para explicar el público que atrae las aerosillas. “A un esquiador esta silla le queda chica; es lo que tenemos y lo que podemos llegar a manejar”, enfatizó.
El crédito otorgado obligó a acelerar el inicio de la obra civil para que todo estuviera a punto al momento en que llegara la estructura.
Superado un “problemático” traslado desde Suiza a Argentina, que sumó inconvenientes que incluso encarecieron el trasporte de los cuatro contenedores, su llegada a la ciudad fue todo un acontecimiento.
Tandil, una fiesta
“Fue una fiesta; estaba todo el mundo esperando”, rememoró Luis Cerone con especial entusiasmo. Es que ese momento marcó el cierre de una etapa signada por una serie de dificultades y el inicio de una nueva: el montaje y puesta en funcionamiento.
Las repercusiones por el acontecimiento al que la ciudad se preparaba a vivir llegaron desde todos, aunque el sector político no estuvo a la altura, “como de costumbre”. La referencia alude a la puja por la provisión de la energía eléctrica necesaria para el funcionamiento de la estructura, que terminó con la instalación de un equipo generador propio.
“En un momento decidí que la silla no se iba a parar por cuatro personas que no querían entender el proyecto y así pusimos un generador de energía”, señaló Cerone sobre la decisión que puso fin a una disputa con la Usina y la Municipalidad, en ese entonces durante la gestión de Julio Zanatelli.
La otra parte de la historia
-Pasaron meses desde que empezó a gestarse la idea hasta que se concretó la compra y luego la instalación. ¿Pero cómo fue la inauguración?
-Fue un lunes, con la gente que nos acompañaba. Vino el director de Turismo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que lo mandó el secretario de Turismo que en ese momento era Lombardi cuando se enteró que estábamos poniendo la primera silla en la provincia. No debe ser tan fácil porque pasaron 20 años y no hay más. Hay una en Luján, intentaron en Sierra de los Padres y en Sierra de la Ventana, lo que sucede es que no sólo es costoso sino que es difícil mantener el negocio funcionando.
Así llegamos al día de la inauguración, que fue el 25 de julio del 2000. Y ahí empezamos a escribir la otra parte de la historia, que era ver cómo esa idea era potable. Pusimos la aerosilla en funcionamiento abierta al público los últimos días de vacaciones de invierno. Y pasamos dos mil pasajeros por día, lo cual fue genial porque desbordó de gente, aunque faltaba acomodar las terrazas de arriba, acomodar los baños.
A casi 20 años, calculamos que pasaron 1,5 millones de pasajeros, por los tickets que pagaron. Los menores de ocho años no lo hacen entonces ese número año nunca lo vamos a saber.
-Viendo en retrospectiva, ¿volvería a emprender un proyecto de este tipo en los tiempos que corren?
-Creo que sí porque en definitiva siempre hay que tener la mirada lo suficientemente lejos como para mirar con optimismo. Y creo que lo volvería a hacer muy parecido. En este país, si no se arriesga no se puede hacer nada porque los momentos de estabilidad que garantizan que algo va a funcionar son los menos. En Argentina se actúa por intuición y por inteligencia.