La Poderosa, el colectivo barrial que le hace frente a las necesidades en Villa Cordobita
Hace cinco años que la propuesta de organización barrial y colectiva desarrolla sus actividades en uno de los barrios más postergados de la ciudad. La escasez de políticas públicas en el lugar afecta el acceso a la salud, el transporte y el agua potable, entre otras demandas que reivindican los vecinos desde ese espacio.
Villa Cordobita se encuentra en un entorno de ensueño del macizo serrano. A espaldas de la imponente figura del Cristo crucificado del Calvario. Sobre calles de tierra y piedras.
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Allí está ubicado el centro cultural El Cole de la agrupación La Poderosa, que anima la vida cotidiana de las más de 200 familias que residen en sus alrededores y funciona como la única entidad de referencia del barrio.
El desarrollo urbanístico del área explotó durante los últimos años, pero son varias las postergaciones que se registran en el lugar. El acceso a la salud, la falta de transporte y las carencias en la infraestructura pública son algunas de las demandas que sobrevuelan a diversas barriadas que se hallan por fuera de las cuatro avenidas céntricas.
La autogestión como modo de vida
A pulmón y con la autogestión como bandera, muchos de sus vecinos se organizaron en torno a La Poderosa, agrupación nacida hace más de diez años en la Villa Zabaleta de la Ciudad de Buenos Aires como respuesta a la estigmatización que las comunidades villeras sufrían por parte de los medios de comunicación.
En Tandil se comenzó a gestar hacia 2014, con un fuerte trabajo en el territorio para levantar la voz de los sectores populares y ofrecer diferentes oportunidades de organización colectiva, a través de cooperativas de trabajo, talleres, apoyo escolar, merendero y múltiples actividades de acuerdo a las necesidades del barrio.
Ahora, además, encararon la construcción de un nuevo espacio que albergará a la Casa de las Mujeres y las Disidencias con recursos materiales obtenidos a través del programa nacional Hacemos Futuro. Pero sobre todo con la férrea voluntad de sus integrantes y vecinos, que sacan agua de las piedras a la hora de conseguir un ladrillo o un palet para la obra. Las herramientas pasan de mano en mano y todos ayudan. De ese modo levantaron el centro cultural y la placita donde juegan los niños.
Feminismo villero
Una jornada de feminismo villero se desarrolló el viernes, con referentes locales y de Buenos Aires, en el Centro Cultural Universitario, y ayer en Villa Cordobita, con el objetivo de difundir las actividades que se llevan a cabo y poner en el mapa urbano la realidad de un barrio hasta el que no llegan ni siquiera los colectivos.
En diálogo con El Eco de Tandil, las organizadoras expusieron que “hace ya cuatro años que comenzó nuestro Frente de Géneros, entre mates y charlas nos encontramos construyendo nuestra identidad feminista. A pasito lento pero seguro seguimos juntas, unidas y reclamando los derechos que nos han vulnerado. Como la falta de un centro de salud, espacios recreativos pensados para nosotras o escuelas en el barrio”.
Ante la ausencia de políticas públicas, decidieron organizarse y pensar una Casa de las Mujeres y Disidencias, como proyecto necesario para los barrios, donde se trabajará sobre seis ejes: trabajo, salud, recreación, derechos humanos, disidencias y educación.
Mujeres de pie
El sábado a la mañana, mientras el sol del mediodía calentaba la jornada invernal, un grupo de vecinos e integrantes de La Poderosa encabezaron un intenso día de trabajo centrado en la edificación de la mencionada casa, que se levanta gracias al trabajo voluntario y colectivo.
Con el sueño de lograr una vida mejor para el barrio y reivindicar los derechos básicos que merecen, Laura Gabastou y Zulema Mango transitan a diario la pequeña edificación de la calle Paraguay al 1000, donde funciona El Cole.
A la charla se sumó Jesica Azcurraire, proveniente de la villa 21-24 de CABA, coordinadora a nivel nacional de la agrupación, quien además está involucrada en la Casa de las Mujeres y Disidencias.
“La Poderosa es un colectivo apartidario y asambleario. Empieza con un espacio de fútbol popular y luego a través de la revista La Garganta Poderosa, que se plantó como respuesta a las declaraciones de un periodista que dijo que las villas eran barrios de la muerte”, reseñó.
Demoliendo prejuicios
La estrategia de visibilización y circulación de la palabra tuvo un rotundo éxito y el espacio, con la revista de publicación mensual, logró con creces visibilizar lo que los otros medios, la clase dirigente y la sociedad querían barrer bajo la alfombra. La bronca se hizo grito y el grito denuncia. Con el correr del tiempo La Poderosa se amplió y en la actualidad hay 114 asambleas en el país y Latinoamérica.
Jesica relató que “nos manejamos por consenso y en 2015 vimos que en las asambleas la mayoría eran mujeres y entendimos que había una necesidad de organizar un frente de género. En el Encuentro Nacional de Mujeres de ese año tanteamos el terreno y después nació el frente a nivel nacional, que posibilita el surgimiento del feminismo villero, porque somos las hijas y nietas de las primeras ollas populares, levantamos eso como bandera”.
Las mujeres levantaron la bandera frente a las formas más crueles de discriminación, que rotulan a las personas según su lugar de nacimiento o residencia. Ante este escenario, se posicionaron para reivindicar sus derechos y combatir la doble y triple opresión que sufren por ser mujeres y villeras, condición que se agrava en el caso de las disidencias sexuales.
“Nos dicen que lo único que podemos hacer es limpiar casas, y no es así, queremos estudiar, trabajar, necesitamos levantar esa voz”, expresó Jesica.
La Poderosa en Tandil
La voz de La Poderosa comenzó a instalarse en la ciudad en 2014 y las mujeres del barrio comenzaron a encontrarse. En esas asambleas, vieron que había un cuerpo de demandas que respondía a las múltiples necesidades del barrio, y empezaron a pensar cómo canalizarlas.
En este punto, Zulema retomó la palabra para contar que “empezamos a sistematizar las necesidades del Tandil soñado, que es soñado para pocos. Lo que sucede pasando las cuatro avenidas no se cuenta, hay gente que no sabe qué es Villa Cordobita y estamos a 20 cuadras del centro”.
Las primeras acciones se encauzaron en el armado de una canchita de fútbol y una plaza para que jugaran los chicos del barrio.
“Logramos que el Municipio se hiciera presente y colocara un cartel de ‘Futuro espacio verde público’ que todavía sigue ahí. Nos trajeron dos juegos que son los que no coinciden con la estética de las plazas céntricas, nosotros mantenemos todos los juegos, cortamos el pasto, los pintamos”, señaló la joven.
Ante falta de espacio físico hace un año y medio lograron construir el centro cultural en un pedazo de terreno que les cedió una vecina, que en su interior aloja todas las actividades de educación popular, apoyo, arte y género que emanan de las inquietudes y necesidades de los vecinos. Y además de funcionar como merendero para 30 chicos de lunes a viernes, los lunes se arma una olla popular que reparte 150 raciones de comida a las familias.
Las postergaciones del barrio
La vacancia de instituciones estatales y sociales hace que El Cole sea un punto de referencia para muchas personas, que llegan buscando apoyo y contención en distintos aspectos.
“Tenemos que compartir el centro de salud con el barrio Belgrano o con Las Tunitas, y eso hace que se sobrecarguen los centros. Los médicos no llegan a atendernos a todos, y quedamos sin atención, no es falta de voluntad pero se colapsa el sistema”, expuso.
La demanda de un centro de salud es prioritaria para las mujeres, que la mayoría de las veces postergan sus controles y su vida en pos del bienestar de los niños y la familia.
El universo de derechos elementales insatisfechos abarca también la cuestión del transporte público, las calles de tierra, la precaria red de agua potable y la falta de cloacas, que redundan en la contaminación del arroyo que pasa por esa zona.
“Las calles son un problema, se destruyen cuando llueve, no suben las ambulancias, tampoco los remises quieren venir, la línea marrón llega hasta Payró y Paraguay”, graficaron.
En este sentido, Laura refirió que la convocatoria fue concebida para “poner el cuerpo a las necesidades que tenemos, que conozcan el barrio y a nosotras. Las políticas públicas escasean por acá y los derechos nos son vulnerados. Las mujeres somos las más perjudicadas”.
“Cuando surge el proyecto a nivel nacional de la casa, lo vimos como un lugar donde podemos abocarnos desde una visión integral a nosotras mismas para gestionar trabajos y recursos”, indicó.
Son mujeres que hacen. Son mujeres que sueñan. Que construyen deseos colectivos. Que levantan la voz. Que sueñan con acceder a sus derechos como corresponde. Con obtener respuestas. Con ser miradas por una sociedad que muchas veces les da la espalda. Que quieren que sus hijos puedan estar bien. Que anhelan que el sueño sea cada vez más grande y colectivo. Y que, aunque el Calvario les dé la espalda, no sea esa también la actitud de quienes tienen en sus manos obrar bien. Y para todos por igual.