Luego de su trasplante
Isidro volvió a Tandil como un campeón y fue recibido con alegría por una multitud
El espíritu de lo que se vivió este sábado con el regreso del pequeño Isidro Gastaldi Aladro a Tandil, podría capturarse muy bien citando una vieja canción de Joan Manuel Serrat que dice “de vez en cuando la vida nos besa en la boca y a colores se despliega como un atlas, nos pasea por las calles en volandas y nos sentimos en buenas manos”.
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Por las calles en volandas y en un autobomba del Cuartel Central de Bomberos local, el niño de 4 años que el pasado 19 de agosto recibió un trasplante de corazón, hizo su entrada triunfal a la ciudad que lo vio nacer, un año después de haberse ido con un pronóstico poco alentador.
“Isi”, como se lo conoce, se convirtió en un estandarte de la donación pediátrica de órganos y su caso tuvo trascendencia nacional. Ahora, exactamente tres meses luego de la cirugía y como atraviesa un exitoso proceso de recuperación, los médicos le permitieron volver a su hogar por unos días, porque tiene que continuar con los controles en Capital Federal hasta tener el alta definitiva.
De este modo, se organizó una caravana de tres cuadras de vehículos para darle la bienvenida, que lo escoltó con música, bocinazos, carteles y globos rojos. En las esquinas, en las puertas de las casas y los balcones, afuera de los negocios, en las plazas, la gente se convocó para acompañar al “superhéroe” que se volvió en un canto a la vida.
Bajo el sol radiante de la primavera, Isidro saludó y regaló sonrisas a todos los que se acercaron a saludarlo. Emocionado y feliz, miró extasiado todo lo que pasaba a su alrededor, como quien mira el mundo por primera vez, con la inocencia de su infancia a cuestas.
Decenas de personas coparon la calle para alentar a la familia Gastaldi Aladro, que vivió meses de extenuación y de lucha, transformando el sufrimiento en una campaña que se llama “Un corazón para Isi” y que sigue siendo un medio para generar conciencia acerca de la donación pediátrica.
El regreso del campeón
En la esquina de Marconi y Balbín lo esperaron sus compañeros del jardín de infantes Ayres del Cerro, con las docentes y familias, que le dieron una cálida bienvenida cuando el autobomba se detuvo para saludar y recibir el afecto a raudales.
La “caravana mágica”, como la bautizó su familia, se desplazó a través de las calles céntricas, desafiando el calor del mediodía a puro ritmo y alegría. El recorrido terminó en Rodríguez al 1400, en el edificio donde está su casa y que no había vuelto a pisar desde el año pasado. En medio de cánticos y aplausos, Isi bajó en brazos de su madre del coche de los bomberos y subió a saludar desde el balcón.
En ese momento, todas las gargantas presentes entonaron el tradicional “dale, campeón, dale, campeón” para alentarlo y mostrarle su apoyo sinfin. Desde el balcón, su madre, Laura Aladro, tomó el micrófono para agradecer tanto amor. "Todos nos decían ‘no se imaginan lo que es Tandil’, intentamos imaginar esta locura, pero vivirla con ustedes es mucho más. Sepan que esta energía nos llegó”, dijo y se quebró en un llanto de profunda emoción.
Con gran dulzura, agradeció el apoyo de todo este tiempo, la difusión de la causa, las oraciones y el acompañamiento, y destacó que llevan “el amor de la gente”. “Esto es una muestra de que los milagros existen. Si estamos juntos se puede. Y se puede mucho, gracias por el cariño, por la energía. Isidro se está recuperando muy bien, hoy se sentó en el auto y me dijo: ‘Mami, qué emoción’", expuso.
Inmediatamente sonaron los acordes del Himno Nacional y el “sean eternos los laureles" se convirtió en un canto de celebración. “Oh, juremos con gloria morir”. Y vivir. Porque la historia de Isidro honra la vida propia y la de su donante, la de los miles de chicos que pudieron recuperarse y la de los cientos que aún esperan. El corazón que agita su marco, late en Isi y en todo Tandil, para siempre.