Vientos de Libertad
Integrantes de Amafutan se reunieron con los coordinadores del proyecto
“Vientos de libertad” dice el cartel de madera tallada que asoma entre la hilera de eucaliptos. Luego, el camino se abre hacia un amplio predio donde una canchita de fútbol domina el gran angular.
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El encuentro de los integrantes de Amafutan (Asociación de Magistrados y Funcionarios de Tandil) con el equipo coordinador de la primera casa convivencial que la organización abrió en Tandil ocurre una tardecita cálida de febrero y, mientras se arma la ronda de sillas, llegan de lejos las voces de algunos de los 19 residentes que cantan sobre la canción de un parlante. Parecen invisibles a los ojos de la sociedad; sin embargo, están inmersos mar adentro, “remándola en dulce de leche” como refrendan en el mano a mano con los operadores judiciales que se acercaron a dialogar sobre el preocupante aumento de casos de jóvenes vinculados a causas judiciales por consumo problemático, pero también para conocer mejor y de cerca el proyecto institucional: cómo ayudar y allanar algunos caminos hacia la justicia que a veces se vuelven tan espinosos como inciertos.
La organización
Hace casi 20 años, la vida de Sebastián Morreale –hoy subsecretario de Atención y Acompañamiento en materia de Drogas de la SEDRONAR- estaba atravesada por el consumo. Su recuperación está indisolublemente asociada al nacimiento de “Vientos de Libertad” porque fue un proceso de transformación personal que también buscaba un método de trabajo terapéutico con perspectiva de derechos. En una casa comunitaria, con otro enfoque que permitiera correr el eje del discurso vigente y hablar sin miedo del consumo: visibilizar a los invisibles que la droga y sus consecuencias escondían debajo de la alfombra, poniendo al servicio del proyecto la experiencia de sus propios infiernos y la militancia en el territorio, para dar cuenta de una dimensión real del problema. “Aquí soplan vientos de libertad” fue lo primero que dijo Fidel Castro cuando desembarcó del Granma: así encontró el nombre del proyecto.
En 2014, se unieron al MTE (Movimiento de Trabajadores Excluidos) y comenzaron a esparcirse por distintos puntos del país. Un año después llegó a nuestra ciudad. En la actualidad, cuenta con dos espacios de asistencia ambulatoria –en Villa Aguirre y en Movediza- y desde hace 1 año, con la casa convivencial donde se alojan varones mayores de 18 años.
Brenda Di Spalatro es la responsable regional de los programas barriales que funcionan en toda la Provincia y en La Pampa. “Hay que romper con varios mitos y prejuicios que están instalados y que son estigmatizantes para quienes buscan salir del consumo. Es lo que tratamos de hacer a partir del trabajo propuesto en distintos talleres y dispositivos donde, como dice el músico Adrián Berra, buscamos “desarmar y desaprender”: revertir algunas lógicas violentas pero, sobre todo, aprender que están mal algunas cosas que nos habían dicho que estaban bien. Y más todavía: mostrarles que se puede”, señalan los integrantes del equipo. Algunos llegaron a “Vientos…” en busca de ayuda y se quedaron para compartir su experiencia.
Se vuelve a la calle pero siempre se puede retornar para un nuevo intento o, simplemente, porque es el lugar donde pudieron cambiar su historia.
Vientos a favor
El sol languidece entre la arboleda pero la charla sigue encendida. Los miembros de Amafutan, conmovidos por la entrega y el compromiso de la organización, subrayan su intención de oficiar de vehículo para fortalecer y hacer crecer los lazos institucionales. “Dentro de Amafutan hay representación de todos los sectores y fueros de la justicia local; sabemos que muchos de estos tránsitos están atravesados por la burocracia pero de nuestra parte hay voluntad para agilizarles lo que esté a nuestro alcance y maximizar el esfuerzo conjunto. Es muy positiva la experiencia que han puesto en marcha, con un trabajo sin miedo al territorio y despojado de prejuicio”, destacan.
El encuentro va definiendo un punto de partida concreto para avanzar en conjunto a través de distintas estrategias de cooperación y asesoramiento.
Entre relatos y experiencias, se vuelve sobre un tema recurrente a lo largo de la charla: la frustración que suelen experimentar las familias, las víctimas y otros actores que intervienen en el abordaje de la temática.
El problema del consumo problemático es la punta de un iceberg que choca de frente con un sistema excluyente y sin respuestas para quienes quedan atrapados. “Cuando hablamos de consumo, no solo nos referimos a sustancias: también son víctimas de las nuevas pertenencias a partir de las redes sociales y del acceso –o su imposibilidad- de comprarse ropa de marca. Esos consumos también producen una vulneración de derechos, sobre todo, en los más chicos. Creemos que es, justamente, un problema social y como tal no podemos reducir su abordaje a lo estrictamente terapéutico. Es con organización y trabajo en la comunidad el modo en que vamos a superar las anteojeras punitivistas o medicalizantes”, subrayan.