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Estudiantes de la Unicen diseñaron un agitador magnético: de qué se trata
Está pensado para hacer la mezcla en laboratorios, pero es solo el punto intermedio en un camino plagado de enseñanzas.
Un grupo de alumnos de la facultad de Ciencias Exactas de la Unicen presentaron un agitador magnético, cuyo objetivo cercano es automatizar la mezcla de los preparados en laboratorios, pero que está desarrollado sobre pilares aún más importantes que ese fin: el trabajo colectivo y el intercambio académico.
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Cómo surge
El proyecto del agitador magnético surge en el marco de una cátedra orientada al diseño 3D, programación y electrónica para alumnos de la facultad de Exactas. Allí, un grupo de estudiantes de Física y de Tecnología Ambiental decidió diseñar un agitador magnético.
Hicieron un primer prototipo funcional, y lo presentaron a una convocatoria de proyectos de extensión de la Unicen donde salió adjudicado y tuvieron financiamiento para comprar algunos componentes y mejorar el diseño.
Mayra Garcimuño, coordinadora del Centro Universitario de Innovación Ciudadana (CUIC) explicó a El Eco Multimedios que lo que se hizo en el marco de ese proyecto de extensión es vincularlos con las Escuelas Técnicas 1, 2 y 3 de Tandil para ver qué necesidades tenían en relación al uso de un agitador magnético: si tenían el equipamiento en el laboratorio, qué mejoras o cuestiones del diseño se podían incorporar.
En base a ese relevamiento se hicieron algunos cambios al diseño de la estructura y la programación. Por ejemplo, se le agregó un temporizador.
Qué hace el producto
Lo que hace el agitador es rotar un imán y sobre el agitador se coloca un vaso de precipitados con una solución química que adentro tiene un pequeño imán -llamado buzo, porque queda sumergido- y en la medida que el imán de abajo rota, hace girar al de arriba y hace que se mezcle esa sustancia química de manera automática.
La ventaja del temporizador que le agregaron es que, por ejemplo, se puede sumar de a treinta segundos y ponerle un tiempo fijo.
Otra de las cosas que le agregaron fue un potenciómetro para regular o controlar la velocidad de rotación del motor; y un display para ver el tiempo que transcurre o que falta para que termine el proceso de mezcla.
Además, se rediseñó la estructura con la impresora 3D.
Material reciclado
El agitador, además, apunta a aprovechar el material de descarte. En su interior tiene un cooler recuperado de un CPU, y el imán es extraído de los discos rígidos que las computadoras que cuando empiezan a fallar son descartadas.
“Parte del proyecto apuntaba a recuperar este tipo de materiales que generalmente se tiran para bajar el costo y también desde lo sustentable, poder reutilizar estos componentes”, destacó la docente de la universidad.
Tecnología libre
El proyecto funciona con una placa de arduino, una tecnología nueva que apunta a la liberación de los códigos de programación.
“Es bastante fácil de programar y es lo que se conoce como tecnologías libres. Es decir que uno puede entrar a la página de arduino y conocer toda la estructura de esa placa, saber cómo se programa o se conecta”, detalló Garcimuño.
Esta idea va en línea con uno de los objetivos del proyecto: que esto quede redactado de manera tal que cualquier escuela con impresoras 3D, arduinos o componentes de electrónica lo puedan fabricar con sus propios estudiantes, en vez de llevárselo armado. Y a su vez, las escuelas le pueden hacer las mejoras que necesiten.
Lo interesante del proyecto es que se ve un poco de programación, de electrónica y de impresión 3D. Y con esas tres áreas, hoy haces un agitador magnético pero el día de mañana puede ser una centrífuga de laboratorio o el medidor de dióxido de carbono.
También, para el uso doméstico puede hacerse una automatización de riego para huertas o de iluminación; o lo que se conocer como la domótica para las casas, con lo cual hoy podés automatizar la ventilación o la calefacción.
El impacto positivo
El producto fue desarrollado por Manuel Peña, Ingrid Ellehoj, Alejandro Ayala, Ernesto Fernández y Nicolás Sánchez.
“Lo más interesante es que son estudiantes de grado que todavía no terminaron su carrera, y tuvieron esta oportunidad de hacer el aprendizaje desde lo técnico y en contacto con la sociedad. Esto tuvo un impacto muy positivo en ellos”, subrayó la docente.
De esta interacción surgió, a su vez, la posibilidad de trabajar en otros proyectos que las escuelas tienen. Por ejemplo, automatizar el timbre, las luces o la ventilación. Particularmente las escuelas técnicas quieren formarse en esta línea de lo que es la programación con arduinos o 3D porque son herramientas que se están usando en las industrias, las empresas o el sector productivo.
Para Garcimuño, fue trascendental que “ellos fueron a hablar a las escuelas y a entrevistar a los profesores; y uno hizo la parte del diseño 3D, otro la de soldar y de electrónica, y otro la programación. Se distribuyeron las tareas, y eso le da una formación que tiene que ver con trabajar con otros, discutir y ponerse de acuerdo. Y que funcione”.
La docente de la Unicen reiteró que “es lo más parecido a un trabajo profesional donde puede haber un cliente o una institución que te está demandando un problema. Eso fue interesante para ellos en lo que es el proceso de aprendizaje de las herramientas que por ahí la facultad no termina de involucrarlas cuando son materias académicas”.
El intercambio del conocimiento como bandera
Una de las consultas realizadas a Garcimuño fue si el proyecto tenía una veta comercial. Ante esto, la docente aclaró que la filosofía que trabajan en el CUIC es que el intercambio “no sea tanto el dinero sino los saberes que podemos poner en juego”.
Por ejemplo, puede haber una escuela que no tiene la capacidad de construir el agitador, pero de pronto hay otra que sí, y entonces el intercambio es: que uno lo construya y otro le enseñe a usarlo.
Destacó que lo que ellos buscan es poner en valor las habilidades que uno pone en juego a la hora de armar equipos. “Es darle ese valor agregado a la formación de los técnicos. Y para nosotros como universidad, y particularmente desde el CUIC, es algo que nos re interesa: que no sea solamente un trabajo científico o una publicación en una revista”, subrayó.
Sin embargo, aclaró que “eso no quita que algún día los chicos digan que quieren hacer del proyecto una idea de negocio y lo hagan. Eso es re viable”.
El futuro
La idea es retomar este año el proyecto y hacer una nueva presentación. Mientras tanto, los estudiantes ya subieron a una página web el paso a paso de cómo armar y programar todo el circuito.
Allí están los diseños 3D para descargar o mandarlos a imprimir con la versión que la persona quiera. Sin embargo, el objetivo primordial es que le interese a alguna escuela para que los alumnos lo puedan trabajar en el año.
SECUNDARIA
La recuperación de materiales, una salida al impacto económico
El panorama político afecta de lleno a las universidades. Y sobre todo a las que trabajan con ciencia y tecnología.
“La situación económica es un limitante hoy por hoy, si bien sigue siendo accesible a los precios que se manejan en el mercado”, aseguró Garcimuño.
Por ejemplo, mencionó que una bobina de pelea que trae un kilo de plástico que permite hacer un montón de cosas siempre va a ser más barato que comprar la caja de plástico con dimensiones específicas.
“A nosotros, como universidad, la cuestión presupuestaria va a ser uno de los limitantes para saber qué posibilidades tenemos para acceder a esos recursos”, sostuvo.
Además, en las escuelas, lo que viene pasando es que muchas tienen programas de mejoras que les permitía comprar impresoras 3D o placas de arduino para programar, o componentes electrónicos para hacer este tipo de dispositivos “y eso no se sabe en qué va a quedar”.
Ante esto, “la recuperación de materiales descartados es una posibilidad para aprovechar. Tanto por la cuestión económica como por la problemática ambiental”, cerró.