Estadísticas
En los últimos 25 años, la tasa de matrimonios se redujo un 35 por ciento en la ciudad
Si bien el número de casamientos se mantiene bastante estable, al tomar el crecimiento demográfico la tasa está a la baja. En 2021, en la provincia de Buenos Aires se duplicó la tasa de divorcios, producto de la pandemia.
La estadística marca que en 2022 se registraron 442 matrimonios en Tandil. En 1997, la cifra fue similar: hubo 477 uniones. Si bien la cantidad de nupcias no tuvo una gran fluctuación, el crecimiento demográfico que experimentó la ciudad en los últimos 25 años obliga a rever las variables.
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En 1997, el territorio contaba con 100 mil habitantes y el año pasado la población era de 150 mil, según datos del Censo 2022. Es decir, la tasa de matrimonios pasó de 4.47 en 1997, a 2.94 en la actualidad. Esto implica una reducción del 35 por ciento en el índice de nupcialidad local.
Los datos que se desprenden del Registro Provincial de las Personas marcan que en 2011 hubo un pico de casamientos y se celebraron 623 uniones. Solamente dos de ellas fueron entre personas del mismo género.
Un dato notable es que en 2018 se reportó la baja histórica del periodo contemplado, con 173 matrimonios inscriptos. Lo curioso es que en 2020, durante las restricciones por la pandemia de Covid, hubo 203 nupcias, 30 más que dos años antes, cuando no imperaba ninguna imposibilidad sanitaria.
Las cifras repuntaron y en 2021 se registraron 382 casamientos heterosexuales y 5 igualitarios. El año pasado, como se mencionó, se celebraron 442 uniones, 8 de ellas de entre personas del mismo género. Los números también indican que hoy las parejas se casan, en promedio, a los 34 años de edad. Más precisamente, 35 para los varones y 33 y medio para las mujeres. Los contrayentes son entre 5 y 6 años más grandes que en la década del 90.
En contraposición, si bien no hay datos desagregados a nivel local, en 2021 se registraron más de 24 mil divorcios en la provincia de Buenos Aires, tras la cuarentena dispuesta para evitar contagios de coronavirus, lo que significa la tasa más alta de que se tenga registro en los últimos 15 años en el distrito con mayor población del país.
Las cifras oficiales indican que durante los dos años de pandemia la formalización de las rupturas matrimoniales se duplicaron, pasando de 12.382 a 24.551 entre 2020 y 2021, de acuerdo a la información del Registro Provincial de las Personas.
Legislación
En el cuento “Julieta me ganó seis libros”, Hernán Casciari tomó como disparador una noticia que informaba que en CABA el 80 por ciento de los matrimonios se separaba antes de los 10 años de convivencia. “Es una barbaridad el error del amor”, postula el autor.
A pesar de la estadística, en este momento hay gente que se está acercando y conociendo para convertirse en el “error de la próxima década. Sabemos que va a fallar, pero hay que ponerle todo lo que se pueda”.
Las razones por las que las personas se casan o se divorcian son diversas, algunas cuantificables y explicables, otra inasibles. En cualquier caso, siempre hay una especie de fe implícita.
Pero lo cierto es que décadas atrás convivir y formar una familia sin casarse era prácticamente inconcebible. Hoy, las reglas del juego se modificaron. Los cambios culturales y sociales fueron corriendo a la legislación, que siempre llega tarde, pero al menos llega.
Así, a partir de su sanción, la Ley 2.393 de Matrimonio Civil de 1888 sufrió diferentes modificaciones, las más importantes son la Ley 23.515 de Divorcio Vincular (1987) que permite el nuevo casamiento y la Ley 26.618 de Matrimonio Igualitario (2010). Estas leyes alteraron las definiciones clásicas del matrimonio: permiten la reincidencia de los divorciados y la unión legal entre personas del mismo género.
Asimismo, la última reforma del Código Civil y Comercial de la Nación, que entró en vigencia en 2015, también introdujo cambios en las uniones matrimoniales y los derechos que asisten a los cónyuges, instalando un nuevo régimen de comunidad matrimonial.
¿Yo me quiero casar?
En tanto, las relaciones de poder que se juegan en el mercado matrimonial no están equilibradas para hombres y mujeres, ni siquiera en la actualidad. El casamiento era el fin último para las jóvenes de décadas pasada, la consumación del amor y casi la única manera de formar una familia. Cualquier intento de vincularse y tener hijos por fuera de esta estructura era una trasgresión imperdonable.
En el modelo que la socióloga francesa Eva Illouz llama “premoderno”, las razones para consumar el matrimonio estaban claras, entre otras, los intereses económicos, la posición social, la capacidad de mantener las promesas, la decisión o aceptación por parte de padres y familiares, y el cumplimiento del compromiso en tanto estructura moral.
En oposición, en el modelo prevalente se evidencia una dispersión entretejida de razones, una sexualización de los cuerpos, una separación e independización de la sexualidad, las emociones y los intereses patrimoniales (estos, que desde varios siglos antes hacían a las uniones entre familias prósperas, cuyos patrimonios unidos heredarían los hijos).
Habría que volver a interpelarse como el famoso conductor de televisión Roberto Galán, que en los los años '90 hizo popular un programa de unión de parejas que ejercía directamente el cuestionamiento: “Yo me quiero casar, ¿y usted”.