Aniversario
En 15 años de vida, el Hospital de Niños creció con la ciudad y se volvió un faro sanitario de la región
Desde 2008 a la actualidad, el centro asistencial infantil incrementó la demanda, sumó especialidades y servicios, y ganó en complejidad. Por el hospital pasan más de 300 pacientes diarios, entre consultorios externos y guardia, que es el único servicio pediátrico de emergencias de la ciudad. El desafío institucional de mantenerse ante la crisis de la salud pública y seguir consolidándose como un centro de referencia zonal, tanto para la atención de casos como para la formación de recursos humanos.
El primer día de invierno de 2008, Tandil celebró con infinita alegría la inauguración del Hospital de Niños “Dr. Debilio Blanco Villegas”, un sueño que por fin se materializaba luego de años de que la comunidad alojara el ambicioso proyecto. El edificio se construyó con el aporte exclusivo del empresario Jorge Blanco Villegas y lleva el nombre de su padre, un reconocido pediatra de la zona. A su vez, el Gobierno bonaerense brindó recursos para la adquisición de toda la aparatología, mientras que la ciudad reunió fondos para la compra del mobiliario.
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Para el acto de apertura arribaron a la localidad el entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, y diversas autoridades nacionales y provinciales. Asimismo, también asistió el expresidente Mauricio Macri, nieto de Debilio Blanco Villegas y sobrino de Jorge, quien en ese momento ocupaba el cargo de jefe de Gobierno porteño.
Quince años después, el centro asistencial pediátrico evidencia un crecimiento que va de la mano de la pujanza local y aspira a seguir fortaleciéndose de cara al futuro, en pos de consolidarse como un pilar de la salud pública en la zona.
Una obra fundamental
En este tiempo, la institución se insertó profundamente en la sociedad y logró un gran nivel de aceptación. El nosocomio no sólo atiende las necesidades de la población local -tiene la única guardia pediátrica de la ciudad- sino que es un centro de referencia en la región.
En esa línea, el objetivo de las autoridades es complejizar los servicios y atender patologías cada vez más complejas, para ofrecer un mayor nivel de especialización tanto a pacientes como a profesionales.
Manuela Beazley es una cara conocida para todos los que alguna vez pisaron el hospital infantil. Formada como médica en la Universidad de Buenos Aires, realizó su residencia pediátrica en el Hospital de Niños “Dr. Ricardo Gutiérrez” de CABA y en 2003 se mudó a Tandil. Con 20 años de trayectoria en el actual Sistema Integrado de Salud Pública, ha ocupado cargos de planta en internación y consultorios externos, fue jefa de Consultorios, directora del Hospital tras la jubilación de Marta Brea y ahora está al frente del Servicio de Emergencias, donde tiene bajo su tutela a un staff de 28 médicos.
-¿Cómo era el Servicio de Pediatría antes del Hospital?
-Estoy en el sistema de salud desde 2003 y en el Hospital Santamarina teníamos una sala de Pediatría con 13 camas y dos médicos por la noche. Cuando había brotes de infecciones respiratorias, llegamos a poner camas en el pasillo. El régimen full time empezó en 2004 y se garantizó que hubiera profesionales todo el día con seguimiento de pacientes. Ahora tenemos tres pediatras en guardia externa por día y uno en internación.
Cuando uno piensa para atrás, recuerdo que cuando vinimos la sensación era que teníamos un hospital enorme para llenar y no había tanta gente en ese entones. Era un número más acotado de personal de enfermería, médicos, y no había ni trabajadoras sociales, ni personal de limpieza o administrativo propio. Hubo un crecimiento exponencial en un montón de aspectos, sobre todo en especialidades y complejidad de patologías. En un momento muy complicado en general de la salud pública en el país, hay cosas que ayudan, como la calidad del personal y una sensación de camiseta puesta.
En todos estos años pude ver el crecimiento de cada sector, pero pese a que está más sectorizado siempre tratamos de que todo fluya entre un área y otra. La gente que recurre a nosotros lo sabe porque recibe una respuesta, y tenemos pacientes con obra social que se atienden acá y hay una interacción constante con los pediatras del sector privado.
-¿Cómo se reflejó en números este crecimiento?
-El incremento se notó mucho después de la pandemia. Lo que se ve en consultorios externos es el mismo número que se ve en la guardia. Por consultorio, de lunes a viernes, pasan 150 pacientes, por ejemplo. En la guardia, los fines de semana y feriados se ve un promedio de 200 pacientes por día. Es un número alto si se considera que en Mar del Plata, que es una ciudad mucho más grande, se atienden 300 niños.
Tratamos de crecer y organizarnos, de clasificar a los pacientes y de tener personal de enfermería para realizar el triage. Salimos a la sala de espera para evaluar los casos y que no haya un paciente de riesgo que se pase de largo, porque hay horarios con mucha gente esperando. No obstante, tenemos un equipo que responde muy bien y estamos apoyados por el Municipio, que ha sabido entender que se necesitan cargos y que hay que mantener un nivel alto en los servicios que se brindan.
Después también sucede que hay especialidades médicas que están en crisis en todo el país y eso repercute a nivel local. Mantener los equipos completos cuesta en todas partes, porque los jóvenes graduados eligen otros rumbos y no estamos exentos de que nos pase. Por suerte, la residencia se completó con los dos residentes que recibimos por año.
-Las gratificaciones en pediatría son muchas, pero pareciera que cuando las cosas no salen tan bien es más duro que en otras especialidades. ¿Cómo es lidiar con estos matices en lo cotidiano?
-Los que hacemos pediatría desde hace muchos años sabemos que vamos lidiar con esto, pero lo bueno es mucho más que lo malo. Lo malo es más infrecuente y es muy duro cuando toca porque es un niño, es el sufrimiento de un padre que daría su cuerpo para que su hijo no sufra. Es dificultoso y es un desafío muy grande estar para acompañar, contener, escuchar, ponerse en los zapatos del otro. Cuando se mira la pediatría, en general se trata de un perfil característico, somos comprometidos y estamos encima de diferentes cosas, somos meticulosos, de estar en el detalle.
Pero es más la evolución favorable que la que no, eso reconforta y da fuerzas cuando toca pelear con algo que no sale tan bien. Y todo está bien cuando ves la sonrisa de los niños, que son fieles con lo que sienten. Yo no podría haber hecho otra cosa si miro para atrás.
-La institución suele hacer apuestas innovadoras; payamédicos, terapia asistida con perros, simulaciones para la enseñanza. ¿Por qué eligen dar lugar a diferentes tipos de proyectos más innovadores?
-Las personas que formamos el equipo traemos distintas ideas o proyectos, sea la terapia asistida con perros, los payamédicos, la sala abierta de lectura, la simulación como forma de aprendizaje. También tenemos un comité de seguridad del paciente que es muy innovador en un hospital público. Es innovador y es difícil de sostener. Todos estos proyectos y experiencias que tratamos de llevar adelante surgen de alguna inquietud, de un profesional o una persona que acerca una propuesta.
Acá tienen eco para poder realizarlas, la gente colabora y eso ayuda un montón, es un espacio muy propicio y todas estas experiencias hacen que trabajemos mejor, sostienen el fuego interno de querer hacer cosas. Hay una respuesta y gente que se presta para desarrollar las ideas, con el respaldo del Municipio y la Fundación.
-¿Cuál es la proyección dentro de 15 años?
-Creo que la ciudad crece exponencialmente y que el Hospital acompaña eso gracias a todos los que lo apoyan, porque hay una apuesta a la salud importante. No sé cuál es el techo, sinceramente. Es un centro que a nivel provincial está muy bien posicionado y ojalá se pueda seguir con todos los proyectos. Tenemos un capital humano muy importante y eso es un motor permanente, esperamos que siga por este camino, y también creemos en que hay que sostener lo que hemos logrado.
El Hospital en números
El Debilio Blanco Villegas tiene un plantel de 65 médicos, 50 enfermeras, 12 administrativos, 10 mucamas, 3 trabajadoras sociales, una farmacéutica y personal de mantenimiento. Cuenta con una infraestructura de 50 camas; 44 en internación, 4 en terapia intensiva y 2 camas de observación en la guardia.
Asimismo, el centro asistencial dispone de servicios de emergencia, traumatología, nefrología, neumonología, dermatología, oftalmología, gastroenterología, endocrinología, otorrinolaringología, odontología y farmacia, pero esperan incorporar más especializaciones en el futuro.
En 2010, en tanto, se contabilizaron 31.910 atenciones por guardia y con el correr de la década la cifra no hizo más que aumentar. De este modo, el sistema reportó 46.796 atenciones en 2022, contra 36.066 en el año previo.
El salto exponencial, que marca una brecha de 10.730 mil asistencias en tan sólo un año, podría explicarse a partir de múltiples factores. Entre ellos, el hecho de que el nosocomio estatal haya quedado como la única guardia para atender niños hiperconcentró la demanda, pero también es valorable el hecho de que muchos pacientes con cobertura social sean absorbidos por el sistema público.