Historias
El imprentero del pueblo
Mientras Tandil apagó sus doscientas velas, vale la pena subir al escenario a esos imprescindibles que forjan nuestra Gran Historia, a través de miles de micro tramas.
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Por la modestia heredara tal vez, Marcos Iglesias es de esos que generalmente está detrás de la cámara, haciendo lucir a los demás, pero esta vez las luces son para él, que siempre anda iluminado pasado, presente y futuro.
Desde su trinchera de impresoras, guillotinas y computadoras, el hombre viene ayudando a retratar a este valle encantador con libros que andan por las aulas, como los del profesor Néstor Dipaola, y otros que parecen hacerle cosquillas a la monotonía de la vida, como ese que escribiera una depiladora junto a sus chicas y lo bautizara "Sin pelos ni en la lengua".
Durante estas horas el licenciado en Economía y docente de la Universidad del Centro, pilar de su centro de estudiantes en la década de 1990, se tomó el trabajo de diseñar "La autoconstrucción de un hombre", el libro que hicieron las manos de Manuela y Alejandro Latorre y describe la labor colectiva para hacer un rancho de barro.
Cuando Walt Whitman intenta responder en uno de sus poemas qué es una hoja de hierba dice que tal vez sea la bandera de su carácter expresada con esperanzada tela verde.
Marcos dice en cada gesto que sus hijos de papel y tinta son el refugio de los valores que aprendió de su padre obrero, los mismos que lleva adelante su pichón estudiante y laburante.
Los que vamos conociendo esa línea de tres con agallas y ternura gracias a las visitas a su taller sagrado notamos que en el aire vuelan como palomas el altruismo, la dignidad y la honradez.