Lesa humanidad
El histórico juicio de "La Huerta" tuvo su audiencia local y declaró la familia Marzocca
El TOF 1 de Mar del Plata se constituyó en la ciudad para celebrar la sexta audiencia del proceso que juzga el terrorismo de Estado en Tandil. Testimoniaron los familiares por el secuestro y tortura de Conrado Héctor Marzocca en febrero de 1976. El Aula Magna de la Unicen estuvo colmada de público para acompañar a los testigos.
Como se había anunciado, este viernes se desarrolló en el Aula Magna de la Universidad Nacional del Centro la sexta jornada del juicio por delitos de lesa humanidad conocido como “La Huerta”, por los crímenes perpetrados en los circuitos represivos de Tandil y Azul durante la última dictadura cívico-militar. Este jueves, además, se efectuó la inspección ocular en el campo Mariano Necochea -La Huerta- que funcionó como un centro clandestino de detención.
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El proceso se lleva a cabo en Mar del Plata pese al reclamo de las víctimas y testigos de realizarlo en el distrito. Por lo pronto, está el compromiso de que algunas audiencias, que se hacen cada 15 días, tengan lugar en la localidad, como en esta ocasión.
Para ello, arribó a Tandil el Tribunal Oral Federal 1 de Mar del Plata, conformado por los jueces Nicolás Tosseli, Luis Imaz y Fernando Machado Pelloni, y la magistrada suplente Sabrina Namer, quienes escucharon los testimonios de María Esther Hidalgo y de Petra, Lucía, Conrado Mauro y Pedro Marzocca, en torno al secuestro y tortura de Conrado Héctor Marzocca, fallecido en el año 2013. El paso del tiempo juega en contra del esclaremiento de los hechos y la obtención de justicia, porque muchas víctimas y represores han fallecido. Además, la familia tiene dos integrantes, Ángel y José Mario Marzocca, que desaparecieron el 1 de julio de 1978 en Buenos Aires y nunca más se supo de ellos.
En tanto, por el Ministerio Público Fiscal Federal estuvieron presentes los doctores Santiago Eyherabide, Julio Darmandrail y María Eugenia Montero. También hizo lo propio la querella, representada por las víctimas y la subsecretaría de Derechos Humanos bonaerense, en la figura de los abogados César Sivo y Manuel Marañón, y de su titular, Matías Moreno. En simultáneo, de manera virtual estaban conectados los acusados y sus defensores. En la mega causa hay 26 imputados, entre ellos exmilitares, expolicías y civiles, como los hermanos tandilenses Emilio y Julio Méndez, condenados previamente por el secuestro, tortura y asesinato del abogado laborista Carlos Moreno.
El secuestro de Conrado
La primera en declarar fue la viuda de Conrado Héctor Marzocca, María Esther Hidalgo, quien detalló que su esposo, de profesión farmacéutico, “vivió para su familia y su trabajo”. Hidalgo relató que su marido fue secuestrado el 11 de febrero de 1976 en su propia farmacia, ubicada en Marconi y Alsina, junto al empleado del lugar, Jorge Baliño.
El día anterior, Conrado había recibido un llamado de su hermano Ángel, que vivía en Capital Federal. Como tenían el teléfono intervenido –eso lo supieron después- la conversación se filtró. El joven llamó a su hermano para preguntar cómo estaban sus padres, que residían en Tandil. “Mis dos cuñados eran buena personas, se involucraron en los movimientos de, bueno…, no sé cómo llamarlo”, señaló.
Por su parte, recordó que un grupo de militares y policía irrumpió ese día en la farmacia familiar y que seguidamente trasladaron a las víctimas a la casa de Conrado Marzocca, en Roca al 1081, a dos cuadras de allí. En la vivienda se encontraba María Esther con sus cinco hijos y Mafalda, que la ayudaba con algunas tareas domésticas y era, a la vez, la madre de Baliño.
“Llevaron a mi casa a mi marido y a Jorge Baliño, que falleció el año pasado, recuerdo que estaba amasando ravioles. Nos encerraron en el comedor e invadieron toda la casa. Se subieron a los techos y amenazaron a un vecino que los vio. Empezaron a revolver todo y tirarlo. Yo tenía un embarazo de poco más de dos meses de nuestra hija Cristina, la sexta”, pormenorizó. Los uniformados que allanaron su casa –serían unos 10- tenían fajina militar, "armas largas” y actuaron a cara descubierta.
En base al testimonio de Hidalgo, a Marzocca y Baliño los llevaron a la Primera Brigada de Caballería Blindada. Al día siguiente liberaron al empleado y trasladaron a Marzocca. En su declaración, la mujer expuso que el día posterior al secuestro acudió a la Brigada para recuperar las llaves de la farmacia, con el objeto de abrir el local y poder trabajar, cosa que sucedió.
A disposición del PEN
A los cinco días, le avisaron que Conrado, “Dino” como lo apodaban, estaba detenido en Azul a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN). A partir de ese momento empezó a visitarlo todas las semanas junto a sus hijos. En los primeros días de mayo de 1976, Conrado Héctor Marzocca fue liberado.
Sobre lo padecido en el cautiverio, María Ester no pudo dar precisiones. No obstante, declaró: “Nunca entré en detalles, él nunca lo contó y yo no tengo la capacidad de morbo, no quería volver a lastimarlo y reeditar la forma en la que fue torturado. De eso prácticamente no hablábamos, pero sí había marcas en el cuerpo que eran evidentes. Él tenía una ortodoncia y se la rompieron con la picana. También tenía una marca en el pie, porque la forma de tortura era atar una alambre en el pie y aplicar la picana, eso le dejó una herida permanente”.
La testigo también refirió que la familia materna de su marido, de apellido Tangorra, intentó mover contactos para ayudarlo y junto a un abogado, el doctor Mercader, trataron de presentar un hábeas corpus pero la Justicia nunca lo aceptó.
Además, reparó en el tratamiento que la prensa le daba a estos temas y aseveró que salió una nota en el diario lcoal Nueva Era en la que se hablaba de un “operativo antiterrorista” en la farmacia Marzocca. Por este titular, Hidalgo increpó a la directora del vespertino, de apellido Cabral, para que no difundiera información falsa.
Después, indicó que a Conrado lo liberaron y siguieron con sus vidas de la mejor manera posible “pero luego vino el dolor por la pérdida de sus hermanos, que nunca supimos en qué circunstancias desparecieron. Desaparecidos es un eufemismo”.
La nota completa este sábado en El Eco de Tandil