EL LEGADO DE JUAN CARLOS PUGLIESE (JUANCARLITOS)
El amigo, el vecino, el militante de la vida
Por Néstor Dipaola
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Venimos de una generación de personas que nos gustaba privilegiar y valorar a la gente por sus condiciones. Por su obra. Por sus frutos.
Somos de una época en que sumábamos amigos y compañeros de ruta cada vez que teníamos la certeza de que juntos seríamos “mucho más que dos”, al decir de Benedetti.
Tiempos en que el amigo y el vecino importaban siempre y al margen de todo. Quisiera estar equivocado, pero me parece que hoy la mano no viene tan así.
Por el año setenta y siete, él ya estaba como profesor y yo me encontraba finalizando la carrera en la Universidad. Plena dictadura. Un buen día recibimos una invitación común. En la ex Cabaña del Lago se iba a realizar un brindis homenaje a don Juan Antonio Salceda, el gran escritor lugareño que estaba cumpliendo setenta años. Allí nos encontramos. A la media hora, casi sin poder brindar, llegó la policía con un inmenso y aparatoso despliegue, con decenas de cámaras de foto y máquinas de escribir para tomar declaración a los 200 invitados. Nos sacaron fotos individuales, cada uno contra la pared. El homenaje, obviamente, quedó abruptamente interrumpido. El “pecado” era que el bueno de don Salceda estaba afiliado al Partido Comunista. Casi de por vida evocamos aquel momento, sin poder superar la sorpresa, pero sobre todo la tristeza que nos provocó esa situación. Nos dolía en el alma el agravio al querido intelectual. Pero mucho más nos dolía aquel país. Esos atropellos a la vida y a la razón.
Lo mismo nos pasó en el ochenta y tres, año de elecciones y de recuperación de la democracia. Juancarlitos, como lo llamábamos para diferenciarlo de su padre, otro gran hombre, hizo campaña, obviamente, por el radicalismo. Por el doctor Alfonsín y por Américo Reynoso en esta aldea. Otros estuvimos en veredas diferentes. En mi caso, en aquel Partido Intransigente de don Oscar Alende. Pero cada vez que nos encontrábamos, antes y después del histórico 30 de octubre, nos abrazábamos festejando la democracia.
Un año después, en 1984, asumió como rector normalizador de la Universidad Nacional del Centro, en reemplazo de Natalio Pedro Etchegaray. Recuerdo perfectamente el momento, porque me tocó polemizar con más de un colega docente de la época, pues algunos afirmaban que se trataba de una designación improvisada. Más de uno -una- sostenía por entonces que Pugliese hijo no reunía “condiciones” para ser rector. Yo confié en él desde el primer día y recuerdo haber discutido bastante al respecto, en los pasillos y en el viejo bar universitario que funcionaba en Pinto y Chacabuco.
Quizás valga la pena contar por qué confiaba en él para el máximo cargo de las universidades argentinas. Simplemente porque lo conocía como tipo honesto, laburador y dialoguista, que no es poco. Y un militante. No ya por el radicalismo. No. Juancarlitos fue un militante de la vida, comprometido por las libertades, por los derechos humanos y por la educación pública como generadora de esa liberación personal y social en toda comunidad.
Como producto del buen accionar durante el período de normalización, en 1986 fue ratificado como rector por el voto de los claustros. Estuvo en el cargo hasta 1992. Después ocupó otros lugares, incluyendo la titularidad de la Secretaría de Políticas Universitarias, a nivel nacional. Fue también presidente y pionero de la CONEAU (Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria) ente creado para fomentar la calidad académica.
Era hincha de los “millonarios” y eso lo llevó a ser rector de la Universidad de River Plate. Es decir, se comprometió también con las cuestiones populares. Eso está bueno. Y quizás esa enseñanza la haya recogido de don Juan Salceda, el mismo del episodio que narramos en los primeros párrafos. Y es que Juanillo, como se le decía, escribió numerosos libros de poesía y ensayos. Un imponente intelectual, pero al fin y al cabo un hombre llano y de barrio, que en su época fue durante varios años presidente del club Ferrocarril Sud.
Se nos fue un gran académico, un maestro, un amigo, un compañero de ruta. Un gran hombre. Momento de profunda tristeza. O tal vez no tanto, si sabemos agradecerle a Juancarlitos, su legado. Y ello nos llevará, sin dudarlo, a celebrar el regalo de su vida y de su obra. Abrazo al cielo.