Con la presencia del Obispo, se colocó la cruz fundacional del Monasterio Carmelita en el Calvario
El obispo diocesano Hugo Salaberry y el secretario de la Nunciatura Apostólica Argentina presidieron la ceremonia junto a las siete hermanas Carmelitas que desarrollarán su vida religiosa en la ciudad. Tras la colocación de la cruz inaugural se realizó una procesión hasta la Parroquia del Carmen para celebrar la eucaristía. Las religiosas cumplirán la clausura en las Casitas de la Esperanza hasta que se concrete el Monasterio.
Finalmente, como estaba previsto, ayer al mediodía se llevó a cabo la ceremonia de fundación del Monasterio Carmelita de Santa María al Pie de la Cruz y San José. El breve acto tuvo lugar en la Casa de Retiros María Auxiliadora, ubicada al pie del Calvario, donde se colocó la cruz como símbolo de la futura construcción que allí se levantará.
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Ante un buen marco de feligreses que se acercaron para acompañar el acontecimiento, encabezaron la ceremonia el obispo de la Diócesis de Azul, monseñor Hugo Manuel Salaberry, el secretario de la Nunciatura Apostólica Argentina Aliaksandr Rahinia y las siete hermanas carmelitas que se radicarán en Tandil.
La fe que moviliza
En primera instancia, el obispo Salaberry recibió en la Diócesis y dio la bienvenida a María Gabriela de la Dolorosa, Teresita del Niño Jesús, María Eugenia Teresita del Niño Jesús, María del Pilar de Jesús Sacramentado, María Inés del Inmaculado Corazón de María, Ana Teresa del Corazón de Jesús y Lucía del Inmaculado Corazón de María, que ahora seguirán su camino de fe en la ciudad.
Seguidamente, el representante del Vaticano en Argentina -un bielorruso de 41 años-, quien fue trasladado de la Nunciatura Apostólica en Chad y reemplaza al consejero Monseñor Vincenzo Turturro, se dirigió a los presentes para leer el rescripto de fundación del Monasterio.
“Las monjas carmelitas descalzas en la ciudad y Arquidiócesis de La Plata solicitan de Su Santidad permiso para iniciar la fundación de un nuevo monasterio en Tandil, Diócesis de Azul, Argentina, con los siguientes nombres formar parte de la fundación”, y enumeró a las siete religiosas.
“La misma congregación concede también recibir candidatas al noviciado y a la profesión siempre que, teniendo en cuenta el derecho común y propio, sean admitidas por la priora del Carmelo”, prosiguió.
Y por último enunció: “En este periodo la fundación depende del Carmelo del Atlantis, cuando se reúnan los requisitos exigidos se recurrirá a esta congregación para obtener la facultad de elegir el nuevo Monasterio, observando lo que por derecho se debe observar sin que obste ninguna otra disposición en contra”.
Luego de pronunciadas estas palabras, monseñor Salaberry bendijo el terreno y las monjas, embargadas en una profunda emoción y alegría, colocaron la sencilla cruz de madera que erigieron como “piedra” fundamental para marcar el comienzo de un nuevo capítulo de la presencia de la iglesia católica en la zona.
Rezo por vos
La jornada sabatina fue inmejorable y el apacible clima del Calvario, con sus eucaliptus y el sol colándose entre las hojas, brindó un agradable encuadre para el evento, que no finalizó ahí sino que continuó en la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen, ubicada a pocos metros.
Después dejar la cruz firme en la tierra bendecida, el público y los religiosos realizaron una procesión hasta la mencionada parroquia. En el camino, los fieles rezaron el rosario y se leyeron los Misterios. Al frente, con la cruz en alto, iban las monjas y más atrás las autoridades eclesiásticas. A la vera de la calle, voluntarias repartían estampitas del papa Francisco y medallitas de la Inmaculada Concepción. En la columna de gente se podía distinguir al padre Carlos Horacio Gómez, capellán auxiliar de la Sexta Brigada Aérea, al padre José María Ramos, de la Parroquia del Santísimo Sacramento, entre otros representantes de la fe católica en la ciudad y numerosos laicos.
En la iglesia del Carmen se celebró la eucaristía y se leerá la bendición papal. Por último, los presentes se dirigieron a la casa provisoria, ubicada en Salustiano Rivas 1570, donde las Carmelitas cumplirán con la clausura hasta que se termine la nueva sede.
Monjas en el siglo XXI
Las monjas son un misterio construido muchas veces sobre la ignorancia y el rechazo; la idealización y el estereotipo. El imaginario alrededor de ellas deja espacio para mitos, conjeturas, exageraciones y asombro. “¿Por qué eligen viven así en pleno siglo XXI?”, se preguntan muchos.
En la rama femenina Carmelita hay varios grupos de hermanas que viven en clausura y su trabajo se limita a todo aquello que puedan realizar dentro del claustro (pintura, confección de hábitos, escribir libros, ingresar información en la computadora, etc.) También, hay Carmelitas que no viven de este modo y que trabajan en hospitales, guarderías, escuelas, y otros espacios de la sociedad civil.
El hábito Carmelita comparte algún parecido con el hábito franciscano. Se compone de una túnica de color marrón café, un escapulario y un capuce (capucha). En ocasiones especiales también hacen uso de una capa de color blanco. Con las túnicas marrones reglamentarias y sus rostros descubiertos, se pudo ver a las siete mujeres bajo el sol del mediodía invernal tandilense. Sus semblantes denotaban cierta juventud pese a que suele ser impreciso calcular la edad de las religiosas cuando llevan sus atuendos.
En términos generales, el estilo de vida Carmelita requiere de centrar el amor y energía en el desarrollo de sanas relaciones con las personas con quienes trabajan y/o conviven, lo que suele denominarse voto de castidad.
El voto de pobreza se traduce en su visión radical de despojo y austeridad, ensalzando el rol de la Divina Providencia y los seres humanos como simples administradores de la creación de Dios.
En cuanto a la obediencia, los miembros de esta comunidad religiosa se inclinan por hacer lo que es bueno para el grupo. Por otro lado, el voto de silencio es la denominación común de una práctica piadosa o de penitencia, pero que no constituye uno de los votos monásticos (los tres votos de pobreza, obediencia y castidad).
Individualmente ha habido religiosos que voluntariamente deciden hacer este tipo de voto, pero en lo que se refiere a las constituciones y reglas de las órdenes contemplativas no aparece en ninguna de ellas.
La Orden del Carmelo
La Orden fue establecida en el Monte Carmelo alrededor del año 1.200 D.C. A principios del Siglo XVI, Santa Teresa de Jesús sintió la inspiración divina de fundar un monasterio de mayor austeridad, con pocas hermanas, con un espíritu más marcado de oración, fraternidad y entrega silenciosa por la Iglesia. Su carisma y entrega aún persisten entre quienes que deciden abrazar esta convicción y entregar su vida a Cristo.
Hoy en día, la sede internacional se encuentra en Roma, lugar en donde el Prior General, sus consejeros y el personal administrativo se encuentran alojados. También en Roma y a pocas cuadras del Vaticano, se encuentra ubicado el Colegio de San Alberto que es la Casa Internacional de Estudios.
Territorialmente, la Orden está dividida en provincias, cada una bajo la dirección de un Padre Prior Provincial y su Consejo. Hay cerca de 40 provincias en todo el mundo, incluyendo América del Norte, Europa, África, América del Sur y Asia.
Desde la entidad, refieren que “mucho ha cambiado y evolucionado en estos más de 800 años de vida de nuestra fraternidad Carmelita, pero nuestra espiritualidad (como hilo conductor) aún se mantiene intacta y continúa definiendo nuestra vocación a partir de la oración, la comunidad, y el servicio. El camino Carmelita se trata de una forma equilibrada de vida que lleva a aquel que la sigue a estar más cerca de Cristo, en medio del servicio en su Iglesia”.
“Si queremos percibir todo el valor de nuestra vocación, tendremos que hacerlo a la luz del misterio de la Iglesia, pues del carisma de su santidad participamos y como ella somos un pueblo peregrino. Así, pues, como la Iglesia, y bajo el impulso del Espíritu Santo, penetremos valientemente en la conciencia de nuestra vocación”, afirman.
Para los integrantes de esta Orden, la vida religiosa comprende un retorno constante a las fuentes de toda vida cristiana y a la primigenia inspiración de los institutos, y una adaptación de estos a las cambiadas condiciones de los tiempos.