Expectativas
Con el capital humano como motivación, Loimar se animó a afrontar los desafíos de reabrir su fábrica
El extenso conflicto con bloqueo de la entrada a la planta dejó un tendal de adversidades, pero a pesar de eso los Loitegui y todo el equipo tomaron fuerzas para afrontarlo. Gracias al personal que ofreció su lealtad, se animaron a levantar algo prácticamente en ruinas, porque los daños encontraron fueron mucho más de lo esperado. Las expectativas son muchas y todo indica que el futuro será promisorio.
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Contento y expectante con esta nueva puesta en marcha de la fábrica de cerámicos Loimar, Juan Loitegui se manifestó con ganas de compartir la experiencia vivida en este tiempo, que le permitió conocer que no han sido los únicos en el país en atravesare una situación traumática como la que les tocó vivir a raíz del conflicto de público conocimiento.
Si bien consideró que ninguna duró tanto tiempo, como los 14 meses de bloqueo que atravesaron en la planta de la Base Aérea, lo cierto es que han podido sortearlo y poner todo lo necesario para emprender un nuevo camino.
“Ha sido absurdo, pero descubrimos que no estamos solos y he conocido 80 empresas que pasaron por conflictos de este tipo, donde una cuestión de slogan ha bloqueado la puerta, todos resultaron exitosos”, contó.
Así fue que se encontraron sin poder producir, sin poder vender y con la inevitable decantación al cierre, pero logrando la recuperación como esos casos mencionados, donde pudieron sortear lo que aseguró fue “un delito”.
Disponer de lo suyo
En ese contexto, no dejó escapar que si la Justicia actuara tiempo o con mayor claridad esas situaciones no sucederían, y ese fue otro de los inconvenientes que les tocó padecer. “Postergaciones, dilaciones, excusas, cuentas”, enumeró entre las cuestiones que hicieron perder celeridad.
Entonces, al ver que se está gestando un cambio en la sociedad con respecto a la Justicia, pudiendo dejar este sistema de bloqueo atrás, mencionó que hay que festejarlo entre todos.
“Argentina necesita trabajar, que las inversiones que estén hechas estén marcha, produciendo, generando riqueza, con la posibilidad de estar pagando los salarios, los impuestos y los préstamos en término”, expresó el dueño, quien consideró “básico” que cualquier empresa pueda disponer de lo suyo.
En este sentido y ante lo sucedido, valoró mucho la reacción del personal de Loimar que también sobrellevó el conflicto y, sin dudas, fueron gran motor para volver a poner el entusiasmo en la reactivación de la firma.
La fuerza para batallar
“Ver que había un grupo de personas de carne y hueso que estaban dispuestos a tomar una postura valiente para defender lo que les correspondía, que era el trabajo”, dijo al develar el motivo que lo llevó a ponerse al hombro la reapertura de la fábrica.
A modo de reflexión, para comprender lo que sucedió de su parte, explicó que la empresa es como un ser vivo que por momento se agrandas y por otros se achica; y por el contrario, si eso se quiere rigidizar, posiblemente falle.
En ese momento necesitaba reacomodar el plantel porque se habían caído las ventas al 50 por ciento y diagramaron un plan para disponer de un 12 por ciento menos de personal. Ahí un grupo de empleados tomó la posta con el slogan “ni uno menos”, que los llevó a una postura límite de bloquear la entrada.
“Cuando reaccionó un grupo de gente importante y valioso de adentro, uniéndose sinceramente a la propuesta de la empresa me dije que era momento de dar la pelea”, detalló. La batalla era grande, con atrasos impositivos, a proveedores y un montón de otras cosas a remontar.
Sin dudas, confirmó que fue el capital humano fue lo que lo entusiasmó y generó la motivación que necesitaba para poder recobrar fuerzas y arrancar de nuevo.
Una fábrica herida
Pero no todo fue tan luminoso desde ahí en adelante, ya que los obstáculos y desafíos a sortear fueron muchos más de lo que se esperaban y así lo confirmó Juan Francisco Loitegui, hijo de Juan y también titular de la empresa, que igualmente se asimiló contento de poder entrar a la planta y atravesarlos.
“Nos encontramos con una fábrica herida, con una planta que había que volver a poner a punto y hubo muchos capítulos que involucraron máquinas, arreglos y personas”, enumeró.
En ese sentido, expresó su agradecimiento con todo el conjunto que estuvo y todavía sigue dispuesto a acompañar, porque todavía no han llegado a la cumbre de la montaña, con complicaciones que no cesan de aparecer, aunque claramente están más cerca.
“Vamos a conseguir producir a los niveles que lo hacíamos y después vamos a crecer y producir más, porque es lo que nos mueve, lo que nos motiva, superarnos. Desde mi abuelo, hasta mi padre, a mí y a todos los que nos sigan”, planteó convencido en que el fin es dar un buen producto y a un buen precio.
El aprendizaje
Como reflexión final, padre e hijo compartieron eso que les dejó de enseñanza el haber atravesado un conflicto de tanto tiempo, de esas características, más allá del dolor.
“En primer lugar, aprendí que mi padre sostuvo este proyecto de empresa con todo lo que implica, y esa idea de empresa es la que quiero llevar, apostar por algo que es mucho más que generar resultados monetarios”, sostuvo Juan Francisco.
“Una vez más pude identificar que uno tiene que ser fiel a sí mismo, yo experimenté que cuando eso se cumple todo cierra. No sabía cómo iba a ser al final, pero pude comprobar otra vez que el camino es sostener lo que aprendí y lo que soy”, cerró Juan.
Desde los tiempos turbulentos a la coyuntura
Sobre la actualidad, luego de los turbulentos tiempos que atravesaron desde la empresa, el gerente de Fábrica de Loimar, Guillermo Edo, aseveró que hoy se hace muy dificultoso. “Es como estar remando en dulce de leche y con dos palillos”, figuró.
El daño que se ha causado en casi 18 meses de bloqueo está a la vista, nosotros estamos manejando las líneas en los diferentes momentos del proceso, donde vas desayunándote de las cosas que faltan o se han deteriorado por el solo hecho del paso del tiempo.
Nos encontramos con una fábrica destruida, los techos volados y se llegaron a soldar las puertas de los accesos a los galpones para evitar el saqueo.
Por otra parte no dejaban entrar a cualquiera, con lo cual en la medida en que pasa el tiempo y manejando los ingresos de día y de noche era muy difícil tener control de la planta.
Según explicó todavía faltan reconstruir ciertas partes, además de lo que llevará recomponer el capital de trabajo “en ausencia de las líneas bancarias”. Entonces, explicó que están apostando primero a manear esas inhibiciones y presentar las distintas carpetas en los bancos, como señaló que tenían antes.
“No es lo mismo financiarse en un mes con alguna operación anticipada, que hacerlo en cinco años”, expresó sobre la puesta en marcha, aunque estimó que actualmente ya están en el 30 por ciento.
De cualquier manera, lamentó haberse “perdido” más de un año de estar en la ola de reactivación de la construcción.
Hoy, en las dos plantas, se fabrican pisos en todos sus formatos y modelos, así como ladrillo hueco en todas sus variables, cerramientos y portantes.
Campo minado
Repasando un poco la historia, Edo recordó que llegó a la empresa en enero de 1985 cuando todavía no llegaba ni a los 30 años, ocupando un puesto en la parte de Gerencia Administrativa dentro de la planta.
Por esos años confesó que ya tenía conocimiento por amistad con los Loitegui, ya que su padre había tenido a cargo muchos años esa planta.
Cuando sucedió el conflicto que tomó conocimiento y magnitud pública, consideró que era momento de separarse de la fábrica, aunque no del trabajo. “Porque justamente mi presencia no aportaba, sino que generaba irracionalidad en los delegados y era una cuestión ya personal, cualquier idea era una traba”, contó.
Así fue que decidió retirarse de la planta, creyendo que por lo menos eso dejaría el camino abierto a que otras personas pudieran llevar adelante la gestión sin forjar esa animosidad “que naturalmente” se tomó con él.
Sin embargo en algún momento tuvo que volver porque la fábrica necesitaba reactivarse otra vez y él no podía no ser parte, ya que en algún sentido ese lugar es como su casa.
“Para mí era todo un desafío ponerla en marcha y me le debo a la empresa todo lo que soy y lo que tengo”, sostuvo agradecido y enfatizó que el año que viene la firma cumple 50 años.
Ese reto que emprendió, que ni siquiera pudo compararlo con empezar de cero, sino que lo consideró aún más conflictivo por todos los daños con los que se encontraron, fue “durísimo” porque a medida que intentaban impulsar algún sector se iban encontrando con constantes sorpresas que demandaron mucho tiempo de resolución.
Vale memorar que el 15 de marzo pudieron volver a ingresar a la planta y desde ese entonces hasta la fecha continúan encontrándose con problemas a solucionar. “Es como un campo minado”, figuró.
“Nuestra dignidad está en el trabajo”
José, uno de los empleados que apostó a seguir la propuesta de la empresa, afirmó que ese volver a empezar resultó duro, por los inconvenientes con los que se encontraron a cada paso.
“Con el esfuerzo de todos, de los compañeros, los chicos nuevos y los jefes, estamos saliendo adelante aunque no es fácil”, consignó, mencionando que a él le quedaban solamente dos años para jubilarse.
Por su parte Víctor, otro integrante del plantel, se refirió a los aspectos más bien personales o familiares que tampoco resultaron simples de digerir, ya que terminaron el 2019 sin trabajo y así también comenzaron el 2020, con el plus de la pandemia que complicó aún más su situación, ya que las fuentes de trabajo e ingreso se tornaban cada vez más acotadas.
“Mientras tanto nos rebuscábamos, hacíamos changas, tratamos de reinventarnos en lo que podíamos”, coincidieron. Así, se explayaron en rubros como albañilería, herrería, y otros conocimientos, con la ayuda y el respaldo del conjunto familiar.
Si bien se trata de un volver a comenzar, casi de cero, todo lo vivido les terminó dando fuerza para “arrancar con más ganas”.
Reconocieron temieron no volver a trabajar más en esa planta, porque el Fideicomiso TandilCeram que había tomado las riendas decidió irse al ver que no se podía abrir, y en ese caso nadie iba a cobrar su indemnización. “Lo que estaba en juego era muchísimo”, dijeron.
Afortunadamente, con el pasar del tiempo las cosas se fueron acomodando y los trabajadores registraron que la puerta a todo se abrió cuando el Intendente Lunghi recibió en su despacho a las dos partes y a partir de ahí “se facilitaron un montón de cosas”. “Ese fue el puntapié inicial”, afirmaron.
Igualmente, el camino no dejó de ser complicado, porque como vieron con sus propios ojos “la planta estaba bandalizada” y faltaba de todo. En mayo al fin lograron prender uno de los hornos, que de a poco y con una producción baja, les permitió volver a fabricar pisos y pensar en los ladrillos.
La confianza
“Siempre fuimos con la verdad, nuestra familia era la garante para que el ingeniero (Juan Loitegui) pudiera creer en nosotros”, aseveraron sobre el acercamiento con los titulares de Loimar que comenzaron a intentar a través de cartas que redactaron sus esposas.
Si bien ese proceso tampoco fue fácil, llegó a buen puerto y hoy están agradecidos de haber tenido la confianza que necesitaba ambas partes.
Los integrantes del plantes, de entonces y actual, dejaron en claro que su dignidad está en el trabajo y que su meta, además de eso es “estar en paz” y ahora la tienen.
“Estamos felices, porque siempre escuchamos que no íbamos a lograr hacer nada, ni fabricar, y hoy tenemos una playa de ladrillos con una capacidad del 40 por ciento y también de ladrillos que no alcanza a hacerse stock porque lo que se produce sale”, contaron con mucha expectativa de cara al futuro.