Unicen
Tras el cierre del programa Barriadas, Auza criticó la actual gestión de la Unicen
Los integrantes de la iniciativa realizaban un arduo trabajo de intervención social, de la mano de comunidades barriales e instituciones educativas. Con el cambio de autoridades en el rectorado, fue perdiendo fuerza hasta quedar disuelto hace algunos días.
Desde hacía 20 años, el programa Barriadas, que inició en 2003 como un proyecto de la Secretaria de Bienestar Estudiantil, y que recién en 2006 recibió la aprobación del Consejo Superior para su creación formal, venía realizando intensas tareas de acción social en conjunto con diferentes barrios de la ciudad, acompañado también por las instituciones educativas que los conforman.
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Con el cambio de autoridades en el rectorado, que tuvieron lugar a través de una asamblea en plena pandemia, el apoyo a la iniciativa fue mermando, hasta culminar en su disolución en los últimos días. Medida que según los integrantes no fue consensuada y llegó de manera sorpresiva.
El recorrido del programa
Uno de los gestores de la propuesta fue Néstor Auza, exrector de la Unicen, quien en dialogó con El Eco de Tandil, expresó su opinión respecto de la decisión, reafirmando el gran alcance y relevancia que tuvo Barriadas durante mucho años.
En primer lugar, historizó el recorrido del programa, afirmando que fue una herramienta clave para conectar a la Universidad con la sociedad en distintas instancias. Explicó que en un principio, a través de su gestión como rector, se crearon programas estratégicos institucionales, que básicamente tenían como diferencia abordar las problemáticas en forma sistémica, para complementar a la ciencia, “que siempre las aborda por sectores y en aspectos puntuales”.
Entre los programas que se crearon los había de tipo tecnológicos y de tipo social, como fue Barriadas, “que era un voluntariado estudiantil, donde los estudiantes avanzados de distintas carreras formaban parte de la idea original del programa”.
“Tenía múltiples aspectos importantes”, refirió, “primero mostrar la faceta de la conexión directa de la universidad integrada, no la que es extensionista, yo no soy un defensor de la universidad que hace extensión, soy defensor de la que se integra, porque al hacerlo formas parte de las problemáticas de la gente”, afirmó.
En ese sentido, se crearon vínculos muy fuertes con distintas organización civiles, de forma conjunta con la Universidad Barrial “que fue otra demostración de que a la entidad le preocupaba la gente de barrio”.
En esta visión, había varios ejes, pero según Auza, el más importante de todos y el que perduró con más énfasis fue recoger a los chicos que tenían dificultades en las escuelas, para que no la abandonaran y sean asistidos en esa sala, a veces hasta de forma personalizada.
“Hemos tenido hasta chicos que no tenían hogar y los hemos cobijado en casas de distintos componentes del programa, o sea que trascendía la mera cuestión del intercambio y por momentos era asistencial”, manifestó el exrector.
El programa tomó tal relevancia, que incitó la visita de organizaciones del Gran Buenos Aires, que buscaban llevar adelante proyectos similares, “y vinieron de lugares como La Matanza, donde hay un intervención social importante, no pasó desapercibido lo que hacíamos”.
En el tiempo que estuvo vigente, alrededor de 4 mil infantes fueron asistidos pedagógicamente, en un trabajo que abarcó distintas áreas de intervención, a los efectos de que los niños pudieran continuar y no caerse de la curricula de las escuelas.
A su vez, “se interactuó mucho con otras universidades, creo que fue el único programa que llevaba adelante informes anuales con todas las actividades y además proyectos a futuro. Tuvo siempre una planta permanente de estudiantes de avanzada, e incluso no docentes que formaban parte del grupo de capacitación y organizaban las actividades”, relató su creador.
La iniciativa recibió el premio del episcopado de Buenos Aires, que en aquel momento fue entregado por el actual papa Francisco, como el mejor proyecto universitario del país, en términos de visión social y estratégica.
Las circunstancias del cierre
Respecto a las posibles razones del cierre, Auza indicó que todo comenzó a partir de una discutible asamblea en la que se eligieron las nuevas autoridades de la Unicen. “Se realizó en plena pandemia, yo la impugne porque era ilegitima, por razones obvias. No solamente porque no hubo libertades para hacer una campaña a cualquiera que se hubiera querido postular, porque no te podías reunir con nadie, sino por que modificó el estatuto, ley madre de la universidad, a través de una acción del Consejo Superior, esto es como que vos con una ordenanza del municipio modifiques una ley provincial”, ejemplificó.
Haciendo uso de la figura de la pandemia, se realizó de todas formas, apelando a la justificación de que se realizaría por única vez, en vistas del contexto social, recurso que también fue impugnado por Auza, y por lo que no recibió respuesta alguna hasta mucho tiempo después.
“Los consejos académicos estaban todos asociados a quienes se proponían, y no hubo forma de entrar en alguno, pero fundamentalmente no hubo debate, yo impugné varias cosas y jamás recibí una respuesta por escrito, de nada”, aseguró.
A su vez, afirmó que nunca reconocerá como legítimos a quienes ocupan hoy ese rectorado, sobre todo cuando no tuvieron la amabilidad de comunicarse con él para informarle la situación, y enviaron a un integrante del personal no docente a notificarle de la decisión.
"La universidad duerme en un sueño profundo"
“A partir de ese momento empiezan las dificultades más severas del grupo, por una cosa o por otra, finalmente suspenden el programa y no es cierto como dicen que toda la gente fue redistribuida, por lo menos tres personas se quedaron sin trabajo, y como una reacción de los no docentes y creo que el gremio tuvo algo que ver, volvieron a reincorporarlos”, narró.
Sostuvo a la vez que las personas que formaban parte estaban capacitadas, a partir de los años de experiencia en el proyecto, para ser futuros líderes de proyectos parecidos, y no para ser redistribuidos en cargos que definió como “intrascendentes”.
“La que nosotros creamos fue una universidad ejemplo, sin un mango, con dificultades de todo tipo, pero con una dedicación y una entrega, que impactó en todos los niveles, desde el polo informático, que después no se siguió por no estar a la altura de la circunstancias, y que una persona como Lunghi enseguida se hizo cargo, y lo bien que hizo, porque después siguió creciendo y hoy es lo que es, con la llegada de la primera empresa que le dará a Tandil una alternativa real para seguir siendo una ciudad industrial, ya no metalmecánica, sino de software”, expresó.
Por ultimo manifestó que por muchos años la institución estuvo repleta de ideas y creatividad, pero que lamentablemente ahora no puede decir lo mismo. “No voy a decir que he sido una persona que hizo todo bien, pero tuve una gran entrega, y si algo no me pueden decir es que fui haragán y poco capaz para trabajar. Indudablemente ahora la universidad duerme en un sueño profundo sin el más mínimo protagonismo en nada”, finalizó.