Cultura
Beto Gauna y las fotos inéditas de una película hecha en Tandil en 1975
Diálogo con el director Alberto Gauna, con motivo de las imágenes inéditas exhibidas en la Facultad de Arte.
Alejarse por un momento el bullicio de la calle 9 de Julio e ingresar en el hall de la Facultad de Arte es comenzar un viaje en el tiempo. Porque allí se exhiben fotografías inéditas del rodaje de una obra histórica de la identidad tandilense, Cerro de Leones, cortometraje hecho en la ciudad, dirigido por Alberto Gauna y estrenado en 1975.
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Se trata de la muestra “Detrás de escena: tres veces con la(s) misma(s) red(es)”, curada por el profesor Mauricio Gutiérrez, donde se exhiben fotografías de diferentes épocas, cuyo punto en común son los barrios locales, su memoria, su identidad.
Además de las postales ganadoras del último Safari Fotográfico del barrio de la Estación, y otras cedidas por el Repositorio Digital de la Facultad de Ciencias Humanas, una de las paredes se destinó para imágenes nunca antes vistas del mencionado film.
Fueron Hugo Mengascini y Gonzalo Celasco, integrantes de la Fototeca del club Ferrocarril Sud quienes resguardaron y seleccionaron dichas fotografías, en el marco de su tarea de conservación y difusión de la identidad barrial local a través de lo que significa la memoria visual.
Con motivo de la mencionada muestra, que puede verse de manera libre y gratuita, El Eco de Tandil dialogó con el director de Cerro de Leones, radicado desde hace décadas en España. Fue para evocar aquella película que a casi 50 años de haberse proyectado por primera vez, a partir del rescate y el reconocimiento de las nuevas generaciones de cineastas, profesores e investigadores continúa resonando en el presente.
Hacer una película en 1975
Aunque recaló en España hace 47 años, todavía hay quien dice que Alberto Gauna nunca se fue de Tandil. Y de la misma forma que hacía cuando era un joven estudiante de cine, y viajaba periódicamente entre Capital y la ciudad ideando películas que después concretaría, en todo este tiempo volvió reiteradas veces. Realizó otros documentales, proyectó su obra e intervino en eventos académicos y culturales. Al respecto, él mismo contó que vive “en un barrio a 12 mil kilómetros” de su ciudad natal.
Hablar con “Beto” Gauna es abrir una puerta no sólo al Tandil de mediados de los 70’, sino a la historia del cine argentino. Comentando aspectos de su obra mencionó anécdotas, charlas y encuentros con Leonardo Favio, Leopoldo Torre Nilsson, Nicolás Sarquís o Haroldo Conti.
Casi al pasar relató cuando nada menos que el actor y director Lautaro Murúa se sorprendió de su precario pero eficaz sistema hecho con cadenas para emular el sonido de una carreta en marcha, o cuando Raymundo Gleyzer le sugirió estirar la duración de un plano para lograr generar un “montaje de atracciones”, como proponía el ruso Sergei Eisenstein.
Fue en 1971, en uno de los viajes en tren en los que volvía a Tandil mientras estudiaba cine en Capital Federal, cuando junto a un compañero empezaron a soñar con hacer su primera película. Descartando temas dieron con uno que condensaba gran parte de la historia política local, la Huelga Grande realizada en torno a 1910 por los trabajadores canteristas, un hecho que tuvo implicancias en el movimiento obrero nacional.
Tomada la decisión iniciaron un trabajo de investigación. Consultaron a Hugo Nario, y a trabajadores que aun entonces tenían el recuerdo fresco de lo acontecido a comienzos de siglo en el histórico barrio de Tandil. Gauna venía de registrar con su cámara nada menos que los acontecimientos ocurridos en Ezeiza durante el retorno de Juan Domingo Perón, y buscó dar con fuentes diversas para captar ese espíritu amplio, “que iba más allá de todo”, del que fue testigo durante la movilización de junio del 73' pero que podía proyectarse también al pasado que pretendía representar.
Sin estructura económica para afrontar la película, formaron el grupo realizativo Torio, que funcionó de manera cooperativa, y con el cual lograron “hacer realidad”, aquella historia que empezaron a soñar, como pasajeros de un film de los Hermanos Lumière, arriba de un tren.
“Nosotros siempre pensamos en hacer un cine fuera de la General Paz, con poco dinero, un cine social, políticamente comprometido. Estrenando en un lugar como Tandil, que en el fondo era una isla, a pesar de que nos dejaba hacer cosas con libertad”, contó Gauna.
Una película sobre la libertad debió ser hecha con libertad. Y ahí se embarcaron el director junto con los otros integrantes del grupo Torio, Ignacio Ródenas, Miguel Gaiada, Carlos Moyano, Daniel Schevelof e Ibis Villar, que no sólo se encargó del vestuario sino que también actuó en el film.
Gauna se instaló dos meses en Tandil. Por la mañana trabajaba en una fábrica y por la tarde realizaba la producción. Formó un equipo de actores -entre los que se destacó el histórico Luis Cicopiedi-, alojó a parte del grupo en la casa de su madre y a otra parte en la casa de su abuela, y se dispuso a comenzar un rodaje que duró 10 días. Una vez que terminaron debieron esperar otras 10 jornadas para poder ver el material, ya que los rollos de película tuvieron que pasar antes a revelarse por el laboratorio.
Influido por la experiencia que había atravesado como ayudante de Nicolás Sarquís, Gauna propuso trabajar sobre hechos históricos pero a partir de reconstrucciones ficcionales. En aquellos pasajes de ficción, los planos generales de Cerro de Leones evocaban a las imponentes imágenes que Carlos Pierroni registró de los obreros canteristas de la ciudad.
El resultado final, en palabras del director, fue un “documental mixto”, una condición que acerca y emparenta a la obra muchos títulos del presente.
Concluido el rodaje, parte del equipo de actores se trasladó a Capital Federal para realizar los doblajes sonoros. Y después siguió el proceso de edición, que se extendió por casi dos años.
“Cerro de Leones es una película de montaje. Yo hice la película sin guión, con un equipo mínimo y con una escaleta. Y fui cambiando las partes como si fueran fichas de dominó. El cuatro va al dos y el dos pasa al cinco. Y así armé el desarrollo que se ve en el montaje”, recordó Gauna. El film resultó organizado a partir de una estructura que de alguna forma va y viene en el tiempo, logrando que en el convulsionado 73’ resuenen los disparos de 1911 y generando cruces de miradas entre décadas a partir de recurrir a material de archivo.
“No hicimos tomas dobles porque estábamos acostumbrados a que entonces teníamos una manifestación un día sí y otro también. Salíamos y nos pegábamos con la policía un día sí, y otro también. Estábamos más entrenados en el presente que en el pasado del 1900 del que queríamos hablar”, evocó al respecto el director.
Estreno y después
Tras dos años de trabajo, Cerro de Leones se estrenó en 1975. El lugar elegido no pudo ser otro que la sede del sindicato AOMA. Y fue la propia Ibis Villar quien cosió la tela que sirvió como pantalla para proyectar la cinta terminada, gracias a la luz de un proyector cedido por el Cine Club local.
“Me asombré de mí mismo cuando vi la gente que entraba al salón de AOMA. No me lo podía creer. Yo dije, ´Dios mío´, porque tenía 24 o 25 años. Y pensaba ´esto me supera´. No tenía ni el discurso preparado”, contó Gauna sobre aquella jornada en la que 700 personas, algunos trepados a las ventanas, se convocaron a ver Cerro de Leones.
“En un momento llegó el intendente, que era Lester. Y cuando salió, me dijo que hable en Cultura, donde estaba Daniel Pérez. Entonces lo localicé, no recuerdo si fui a su despacho. Me comentó que el intendente le había dicho que me iban a entregar una subvención. Firmé una petición y a los 15 días llegó el dinero, que ¿podés creer que era lo que debía en el laboratorio? Llevé el cheque a Buenos Aires, lo entregué y ya no debía nada”, señaló.
Sin embargo después del 75’, Gauna como tantos otros comenzaron a notar que “la cosa política no venía bien”. Y entre otros recaudos que el director tomó ante la situación, resguardó el negativo de Cerro de Leones. Así, como no tantas películas del cine político argentino del período, el film sobrevivió a la dictadura.
“Lo primero a lo que atiné fue a resguardar el negativo. El negativo nunca nadie va a saber a dónde estuvo hasta que yo me lo traje a España”, contó. En 2001 el periodista Julio Varela programó Cerro de Leones como la película de cierre de la primera edición del Festival Tandil Cine. Unos años después se realizó una digitalización que recuperó la cinta en su mejor calidad, que hoy puede verse en YouTube.
La Facultad de Arte proyectó la obra en diferentes ocasiones, y la figura de Gauna fue reconocida en la ciudad a lo largo de los años. Su nombre tiene un capítulo exclusivo en el libro Historia (s) del cine y el audiovisual en Tandil, editado por los investigadores Javier Campo y Juan Manuel Padrón en 2019. Entre otras revisiones, el documental fue abordado por la cineasta Azul Aizemberg en su cortometraje Las picapedreras, que recorrió diversos festivales. A 50 años del comienzo de su rodaje, y a poco de cumplirse también las 5 décadas de su estreno, la obra continúa resonando en el tiempo de la memoria tandilense.
“Cerro de Leones va a cumplir 50 años. Tiene para mí una fuerza muy especial, interna, porque no he vuelto a repetir una experiencia como la de esa película. Es una obra que nosotros considerábamos que era una obra más, pero va a cumplir 50 años y todavía se habla de ello. Me responsabilizo, sí, por lo bueno y por lo malo, pero ya es de Tandil”, concluyó el cineasta.