Ceferino Reato presenta su libro en Tandil y responde a quienes repudian su presencia en la Feria

“A pesar de que fue el atentado más sangriento de la década de los 70, y de la historia argentina hasta la voladura de la AMIA, en 1994, ningún periodista o historiador había escrito sobre la bomba vietnamita que el 2 de julio de 1976 destrozó el comedor de la Policía Federal, en el centro de la ciudad de Buenos Aires, provocando veintitrés muertos y ciento diez heridos”. Es lo primero que dice Ceferino Reato a la hora de la entrevista. El conocido periodista y escritor presentará el libro Masacre en el comedor —uno de los más vendidos del año— el próximo sábado a las 21 en el marco de la Feria del Libro que se desarrollará en nuestra ciudad.
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Accedé a las últimas noticias desde tu email“Lo escribí precisamente por eso: porque nadie había escrito nada sobre un hecho tan importante y porque, para mí, la verdadera historia de los 70 es la historia de todas sus víctimas, las de la dictadura, por supuesto, pero también los muertos y los heridos de los grupos guerrilleros”, le dijo Reato a El Eco de Tandil.
“Salvo que se piense que los muertos en el comedor de la Policía Federal no tenían derechos humanos, creo la idea de que todas las víctimas son importantes es compartida por todos”, agregó, a la vez que señaló: “El atentado fue obra del grupo guerrillero Montoneros, de origen peronista, a través de una operación de inteligencia que humilló a la policía y al gobierno militar porque el comedor funcionaba en la planta baja del edificio de Seguridad Federal, que era el organismo que se ocupaba, específicamente, de la lucha contra las guerrillas”.
—En su libro usted cita a quien colocó la bomba, pero también a un famoso periodista y escritor, Rodolfo Walsh…
—Sí, la bomba fue colocada por un joven agente de policía que pertenecía al Servicio de Inteligencia e Informaciones de Montoneros. Se llamaba José María Salgado, quien hizo como si fuera a comer e incluso pidió el plato de comida, pero se retiro siete minutos antes de que estallara la bomba, que estaba dentro de un maletín. En Montoneros, Salgado estaba bajo las órdenes de Walsh, que era la persona clave del aparato de Inteligencia de ese grupo guerrillero. Walsh incluso lo había reclutado en la Facultad de Ingeniería. Algunos periodistas se enojaron conmigo porque Walsh es un ídolo en nuestra profesión, pero, como decía el Walsh periodista, hay que aferrarse a los hechos, “que siempre superan las expectativas”.
—Usted dice que era una bomba vietnamita, ¿a qué se refiere?
—No lo digo yo. Lo dice la pericia. Era una bomba que, además del explosivo, trotyl, tenía postas o bulones de acero que, al detonar, salieron como si fuera la ráfaga de una ametralladora, cortando todo lo que encontraron a su paso: mesas, armarios, paredes, pero también los cuerpos de los comensales. Por eso, los cuerpos de los muertos y de los heridos presentaban heridas terribles. Era una forma de causar un terror adicional.
—¿Por qué Montoneros colocó esa bomba en ese lugar?
—Montoneros había creado el llamado Ejército Montonero para encabezar la resistencia contra la dictadura y había definido como blanco principal de sus ataques a la Policía Federal y las policías de las principales provincias, como Buenos Aires y Santa Fe. Hubo muchos atentados contra la policía; por ejemplo, la muerte del jefe de la Policía Federal dos semanas antes de la voladura del comedor. O la bomba en La Plata contra el número dos de la policía bonaerense. En el caso específico del comedor, Montoneros dijo que lo hizo para parar la tortura a los detenidos y secuestrados, y para demostrar al pueblo que no estaba solo; que el Ejército Montonero los cuidaba y que, por lo tanto, siguiera oponiéndose al gobierno militar. Pero en el comedor mataron a policías de muy bajo rango, incluso a policías que ni siquiera cumplían funciones policiales: un mozo, el cajero, dos bomberos, un enfermero, un policía jubilado que había ido a llevar el pan porque hacía una changa en una panadería del barrio… Además, el comedor estaba abierto a los empleados de negocios de la zona y por eso murió una mujer que ni siquiera era policía. Por todo eso, la gente tomó el atentado como un acto terrorista.
—¿Cómo reaccionaron los militares?
—La reacción fue salvaje, una sucesión de venganzas, como describo en el libro, que incluyó el asesinato de cinco religiosos en una iglesia de Belgrano. La Policía Federal ya torturaba a detenidos, como, en realidad, venía haciendo desde su creación, el 1° de enero de 1945. Luego, de la bomba, las torturas fueron mucho peores.
—El libro provocó la reapertura de una investigación judicial.
—“Masacre en el comedor” hizo mucho ruido y entiendo que contribuyó a que la Cámara Federal ordenara en junio a la jueza María Servini de Cubría que volviera a investigar este atentado. Hasta ahora, el atentado más sangriento de los 70 nunca fue investigado en serio por la Justicia; dicen que al no haber sido cometido por el Estado no es un delito de lesa humanidad y por lo tanto ya prescribió por el mero paso del tiempo. Pero es una interpretación que no se da en otros países, donde los delitos de lesa humanidad también pueden ser cometidos por organizaciones guerrilleras; creo que la interpretación de nuestra Justicia es política, tomada durante el auge del kirchnerismo, y, como tal, puede cambiar. Pero, yo soy periodista y lo más importante para mí no es tanto la justicia como la verdad. Todas las víctimas merecen la verdad.
—Por último, organismos de derechos humanos repudiaron su presencia en la Feria del Libro, ¿cuál es su opinión?
—Me parece que exageran en su militancia política. Creo que, en general, los organismos fueron cooptados por el kirchnerismo; es una pena porque pasaron a formar parte de una fuerza política y dejaron de pertenecer a toda la sociedad civil. Por eso, no les interesan los derechos humanos de todas las víctimas, sino solo los derechos humanos de las víctimas de la dictadura y los grupos paraestatales. Además, desconfío del real apego de estos organismos a la democracia, que se basa en un conjunto de libertades, entre ellas la libertad de expresión. ¿Qué es eso de querer apagar voces, de propiciar la censura en una Feria del Libro? Igual, los invito a que vengan el sábado porque me gusta debatir con la gente dado que la verdad es una construcción colectiva.