Cartas de lectores
Defender la profesión porque creo en ella
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Señor Director:
Enfermería: en la salud o en la enfermedad, hasta que la muerte nos separe.
Ni mi perro tiene que asegurar que es un perro, pues cualquiera que lo ve tiene esa certeza.
Así cansa. Cansa tener que decir que soy Licenciada en Enfermería y soy profesional, enumerar razones que desbordan toda duda razonable.
Y partiendo de la certeza me pregunto el porqué de estas medidas, ¿qué se persigue? ¿Cuál es la respuesta humana que escapa a mis ojos, esencial sin duda, intrínseca a algo que, a todas luces, parece una tremenda burrada?
Me viene a la mente la enfermera del cuadro con el dedo índice sobre los labios, es más que elocuente: Silencio. Una orden, que intenta crear en las salas de espera un ambiente sereno, que pide a los usuarios que sean “pacientes”. Esa mujer del cuadro era argentina, y era modelo (no enfermera, qué curioso) Muriel Mercedes Wabney. En los años 40 desfilaba las colecciones de Harrod’s, y un laboratorio la eligió para hacer cartelería, no lucró con la distribución mundial de esa imagen: la donó a hospitales, maternidades, clínicas, etcétera. La gratuidad como una condena, tapiza los offices de enfermería.
Desde la historia de la enfermería las samaritanas, prostitutas, religiosas, todas ellas cuidando enfermos gratis, por amor y vocación. Debo hacer la salvedad que no crié a mis hijos con la vocación, aunque ha estado presente en mi carrera, lo hice con un salario. La vocación no puedo llenar la nevera de vegetales de nadie.
El carácter preponderantemente femenino de la profesión, un estereotipo (aunque hoy hay muchos enfermeros varones) o gays, que también hay muchos, hace que nos sometan al escarnio de la violencia de género, solapada a veces, y grotesca otras. No hay dudas: que precarizar es discriminar. Una flexibilización laboral funcional que modifica de momento que redistribuye los roles.
Párrafos arriba decía que cansa decir todo aquello que uno ha hecho para ser profesional enfermero, que he estudiado y que la profesión demanda capacitación constante por el avance tecnológico. Que los salarios son magros, que los turnos rotativos son demoledores (para el cuerpo y para la familia), que he cuidado hijos de otros, padres de otros, hermanos de otros, seguramente descuidando los míos.
Antes que esta ley, el desamparo profesional e institucional era un pródromo (el término pródromo se utiliza en medicina para hacer referencia a los síntomas iniciales que preceden al desarrollo de una enfermedad) del pensamiento que aprobó una ley que literalmente elimina el estatus profesional de cientos de trabajadores de la carrera médica en el Sistema Público de la Salud de la Ciudad de Buenos Aires, y que considera a los enfermeros personal técnico-administrativo.
“Enfermería es la columna vertebral del sistema de salud” se atreven a decir los legisladores que cuidan su columna como si practicaran deportes x-trem.
Otros dicen “es política”. Aristóteles, por suerte para mí, me dejó en claro que todo es política, de momento que la política es el ejercicio del poder, una actividad orientada de manera ideológica para la toma de decisiones. Se me clarifica que la disputa es por una sábana corta, que si nos tapa la cabeza nos destapa los pies: el presupuesto de salud.
El pensamiento que coloca a algunas profesiones de salud en la carrera hospitalaria, y saca de un plumazo a otras no es casual, es un pensamiento elitista. Proclive al modelo médico hegemónico, que atrasa. Un pensamiento que tiene elegidos, ungidos por el carácter profesional, y otros que vendríamos a ser los ciervos de la gleba, una mayoría a las órdenes de una minoría. Una trampa mortal para todos los actores porque hoy vienen por los enfermeros, ¿y mañana? Un modelo que, cualquier semejanza con la realidad, no es mera coincidencia.
De nuevo Aristóteles me recuerda que sólo puedo alzar mi voz, frente a las injusticias que me sublevan, casi tanto como el sufrimiento humano:
«El hombre es el único animal que tiene palabra. Pues la voz es signo del dolor y del placer, y por eso la poseen también los demás animales, porque su naturaleza alcanza a tener sensación de dolor y de placer y a indicárselo los unos a los otros. Pero la palabra es para manifestar lo conveniente y lo perjudicial, así como lo justo y lo injusto. Y esto es lo propio del hombre frente a los demás animales: poseer, solo él, el sentido del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto, y de los demás valores».
Aristóteles: Política, 1253a. Gredos, Madrid, 1983.
Será la palabra que pueda más que mil injusticias. Defenderé mi profesión porque creo en ella. No callaré, enfermería en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte nos separe.
Patricia Mendieta-Licenciada en Enfermería.
DNI 21.017.629
Nuestra sociedad está en terapia intensiva
Señor Director:
Con un país que no encuentra la forma de explotar sus riquezas, ante una “sociedad” destruida son lograr mantener todo aquello que se había logrado ante nuestros “fundadores”, con reclamos que muchas de ellas son palabras, pero sin ningún sustento de la realidad para crear fuentes de trabajo e incluso con argumentos al margen de nuestra “Constitución”, como cortar rutas, clausurar edificios, negando a quienes desean trabajar para vivir dignamente (aún sabiendo que los sueldos en su mayoría no son los que debería ser).
A todo ello como si fuera poco con el agregado de insultos y violencia, como queriendo justificar que lo que hacen es lo razonable, teniendo en cuenta que fueron votados por la Ley de la “Democracia” sistema que hemos elegido todos los argentinos Pero en honor a la verdad estamos gobernados por dirigentes sindicales, que en su mayoría no se sabe de que manera hicieron su fortuna bajo llevar a la sociedad a un camino denominado que son “populistas”, con un récords de huelgas inigualadas en el mundo, que nada hacen para fortalecer a nuestro país, al contrario: hace tiempo que no tenemos la oportunidad de qué capitales extranjeros vengan a invertir en nuestro suelo.
Mientras tanto nuestros políticos que fueron elegidos por el “pueblo” se siguen peleando por mantener sus cargos en la mayoría por tiempo “indeterminado”, mientras una “sociedad sin brújula” deambulamos sin rumbo que nos permita un futuro de aciertos. Todos nos peleamos por conseguir un salario digno, mientras tanto nos olvidamos de que para ello debemos producir más y mejor para que nuestra patria nos pueda otorgar eso que tanto anhelamos. Y muchas veces no conseguimos las cosas que deseamos, sino tenemos mejor educación, seguridad en serio, borrar la corrupción y contar con mejor salud para todos.
Gustavo Colla
DNU 4.612.005