Cultura Zip!
Bicicletería Comunitaria: Del perdón a los agresores de su hijo a ser un lugar de contención para familias
Las madres de los adolescentes se sumaron al taller de crochet con el que colaboran con el Hospital de Niños.
“Mi hijo me dijo que el día de mañana quiere ser bicicletero”, contó Eugenia. Su caso es uno de los ejemplos del trabajo de inclusión de la Bicicletería Comunitaria, el proyecto que Sergio y Micaela crearon cuando se propusieron no solo perdonar a los adolescentes que habían agredido a su hijo sino también “hacer algo para cambiarles la vida”.
Recibí las noticias en tu email
A ocho años de haberse producido el hecho de violencia, y con el apoyo de la Secretaría de Protección Ciudadana, 20 jóvenes concurren al lugar a aprender un oficio y trabajar. Pero también lo hacen algunas de sus madres y otros vecinos de Villa Italia y la zona, quienes acompañan la iniciativa. Así, desde el taller de crochet “Entretejiendo” generaron muñecos que donaron al área de Neonatología del Hospital de Niños.
“Para mí el taller es muy importante porque Mica es una contención para poder llegar a mi hijo. Y yo sé que él está seguro acá. Los adolescentes están medio complicados y por lo general es muy difícil llegar a ellos. Lucas cumple 15, y yo encontré acá un lugar para acompañarlo y guiarlo desde otro punto como mamá. Él llegó acá en noviembre del año pasado y cambió un 100 por ciento”, agregó Eugenia.
A cargo de una familia que también integran dos mellizos de 5 años, la crianza de su hijo adolescente había empezado a complicarse y sumarse a la Bicicletería fue para el joven un lugar “para darse cuenta de las cosas, porque ellos solos van haciendo un click y van cambiando”.
Como otras madres, ella también se anotó en el curso de tejido y crochet donde aprendió a tejer. Se trata de una más de las actividades que se llevan adelante en el espacio como el taller de lenguaje de señas y apoyo escolar.
En pleno corazón de Villa Italia –Sáenz Peña 545-, una decena de adolescentes con llaves, parches y otras herramientas, reparaban y armaban bicicletas mientras compartían un desayuno el sábado por la mañana. Una postal que se repite todos los días en el local al que muchas familias hicieron su segundo hogar.
Perdonar y seguir
“Esto no se puede medir, no es cuantitativo, es cualitativo”, contó Rubén Diéguez –de la Secretaría de Protección Ciudadana- sobre el acompañamiento que desde el Municipio brindan a la iniciativa, tal como hacen en diferentes barrios de la ciudad.
El área municipal apoya el proyecto desde sus orígenes, apostando a prevenir desde la inclusión. “Sacar a los chicos de la calle”, darles oportunidades vinculadas al estudio y a la formación en oficios. Por eso les exigen que concurran a la escuela y estimulan a que finalicen el secundario.
“Nosotros fuimos a buscar a los agresores, hablamos con ellos y lo primero que tuvimos que hacer fue perdonarlos y pensar qué podíamos hacer para que cambien su vida. Entre las cosas que surgieron uno de los chicos propuso tener una bicicletería. Así nació, no de nosotros sino de ellos. Y creo que en estos ocho años pudo perdurar en el tiempo porque es una idea de ellos”, contó Sergio sobre los inicios de un proyecto que comenzó en 2016, cuando los Nuñez transformaron la bronca en solidaridad.
“Aprenden un oficio que hoy es muy solicitado por una cuestión de los valores de los transportes y demás. La gente trae su bicicleta a reparar porque acá no solamente restauramos bicicletas que nos donan, sino que también reparamos bicicletas y salen bárbaras, con garantía y todo. Así que lo fundamental que tiene el valor agregado es que las bicicletas las arreglamos con pibes que antes estaban en una esquina y hoy están dentro de un taller aprendiendo algo”, agregó Sergio.
En la Bicicletería comenzaron a sumarse iniciativas, como la del taller de lengua de señas para niños y adultos que dicta Melany. Se trata de un espacio de formación intensivo para personas de 14 años para arriba, y una de las propuestas más convocantes del lugar.
Así también formaron “Entretejiendo”, un taller cuyo nombre hace alusión a “juntar generaciones, a los tejidos que hacían las abuelas y con los que aprendíamos en casa”, como definió Micaela.
Al curso se sumaron madres de adolescentes que concurren a la Bicicletería, y de ellas mismas surgió la posibilidad de donar parte de la producción al Hospital de Niños. Por eso tejieron unos muñecos con figuras de pulpos que regalaron a los internados en el área de Neonatología.
“Así que no solamente vienen los chicos, sino también las familias. En estos 8 años veo un crecimiento muy lindo y muy rico en todo. Lo que se logra acá es eso, un espacio lindo para poder compartir desde un mate a historias y charlas. Es muy lindo y se la pasa bien”, concluyó Micaela.