VIOLENCIA DE GÉNERO
A nivel local, la violencia institucional y las trabas judiciales complican los abordajes en materia de género
La ciudad no es ajena a lo que sucede en todo el país en torno a la dificultad de instituciones como las fuerzas de seguridad y el Poder Judicial para abordar los casos de violencia con perspectiva de género, ofrecer soluciones que permitan cesar el círculo y repensar las relaciones de poder. "No logramos que la Justicia comprenda lo que les pasa a las personas que sufren violencia de género", señalaron desde Casa Violeta.
El femicidio de Úrsula Bahillo, la joven de 19 años asesinada a puñaladas por su exnovio policía en la localidad bonaerense de Rojas, desató una fuerte reacción de la sociedad –sobre todo de las mujeres- que una vez más volvió a cuestionarse la reproducción de prácticas violentas y machistas, y las graves falencias que presenta el entramado institucional, que en vez de cuidar a las víctimas avala a los femicidas.
Recibí las noticias en tu email
El Eco de Tandil conversó con Yanina Venier y Rocío Liébana, integrantes del dispositivo de abordaje de las violencias Casa Violeta, y miembros de la colectiva Mala Junta, para desandar el camino de la violencia institucional y conocer cómo se trabaja en la ciudad para desarticular las lógicas que impiden realizar abordajes con perspectiva de género en los distintos poderes y niveles del Estado.
-¿Con qué dificultades institucionales se topan cuando se acompañan casos de violencia?
Yanina:- En principio, no tenemos que naturalizar lo de contar las horas entre un femicidio y otro, porque cada femicidio da cuenta de que llegamos tarde o de que estamos jugando contrarreloj para salvar vidas o eliminar la violencia. Es difícil de prevenir algo que está estructuralmente anclado en la sociedad, desde las crianzas hasta las instituciones estatales. Encima, cuando un agresor es parte de una fuerza de seguridad, eso le agrega complejidad a cada caso, se haya denunciado o no. Esto sin duda da cuenta de que hubo intervenciones que fallaron.
Tenemos que ver cuáles son los poderes que están reacios a incorporar la perspectiva de género, que no han hecho ningún tipo de formación en la Ley Micaela ni esfuerzos por aggiornar el ejercicio profesional. Esto sucede en lugares claves donde se administra la justicia y la ley, porque allí siguen enquistados sectores que no están dispuestos a incluir esta perspectiva y administran justicia con prejuicios y sin formación. Esta es la traba más grande.
La reiteración de denuncias es un desaliento muy importante y lo que pasa después de la denuncia es lo que todavía no tiene respuesta: qué pasa en términos de seguridad y de mecanismos de protección. En Tandil se radican cerca de 150 denuncias mensuales.
Todo esto es insuficiente porque se sigue apelando a poner toda la responsabilidad en la víctima, que es la que tiene la responsabilidad de pedir ayuda y no se hace nada con quien agrede. Es una de las grandes fallas centrales de todo el abordaje institucional, y encima el agresor va cambiando de víctimas.
-¿Cómo se articula con la Unidad Funcional de Instrucción y Juicio con competencia exclusiva en materia de Violencia Familiar y de Género que funciona en Tandil?
Yanina: -No hay formación en género ni del fiscal (doctor Guillermo Vaticano) ni del equipo. En 2020 no atendieron de forma presencial y tampoco buscaron algún mecanismo para que la atención se garantice. Difícilmente se podía acercar una persona a denunciar a la Fiscalía. Entonces a veces hay recursos pero están desaprovechados.
Los fiscales, que son quienes tiene que defender a la víctima y otorgar credibilidad a quien sufre violencia, en general tienden a desestimar o minimizar los riesgos, y es lo que sucede en estos casos como el de Úrsula. No consideraron el riesgo en el que se encontraba para tomar otro tipo de medidas.
El Poder Judicial puede condicionar a las instituciones para que esa persona inicie un proceso terapéutico con perspectiva de género, puede condicionar su salario o que el agresor tenga que resarcir de alguna manera a la víctima. La Justicia tiene las herramientas para hacer otras cosas y ser creativos a la hora de intervenir, pero en cambio responden automáticamente y de igual modo ante cualquier denuncia. No creemos que punitivamente se pueda controlar la violencia o que con una sentencia se vaya a lograr que esa persona cambie. Pero sí tiene que haber un abordaje y una comprensión acerca de cómo se configuran las relaciones de desigualdad y se marca la subjetividad en las víctimas. El punto es que no logramos que la Justicia comprenda lo que le pasa a las personas que sufren violencia de género.
-¿Dónde se falla entonces?
Rocío: -El Poder Judicial analiza esa situación en clave de conflictos interpersonales y desconoce que esos vínculos no dejan de ser personas insertas en una sociedad donde hay relaciones desiguales de poder. Si identificamos cómo nos mira la Justicia, nos damos cuenta de que no reconoce esos procesos en las subjetividades de quien vive en la violencia sistemática y no logra elaborar sus circunstancias, o lo hace en otros tiempos, que no son los de la primera instancia. Se deben generar instancias intermedias para ampliar las denuncias en otro momento y poder narrar lo que sucedió, traducir lo vivido. Hay que eliminar ciertos patrones de estigmatización, de las buenas y malas víctimas.
Nos ha tocado acompañar situaciones donde se toman denuncias y al escuchar cómo se formulan las preguntas o el tono que se emplea, resulta violento. Se preguntan cosas muy fuertes y las víctimas se sienten cuestionadas constantemente a la hora explicar por qué pasó lo que pasó. Hay resabios de eso.
-Como la pregunta de una famosa conductora de televisión, ¿y vos qué hiciste para que te pegara?
Rocío: -Claro. La Justicia que se pretende neutra está cargada de valoraciones, prejuicios y estereotipos que se traducen después en la ponderación de riesgo o no de las situaciones.
Yanina:- También hay una condena hacia la mujer que vuelve con el agresor. Y hay que pensar a ese sujeto que agrede también y hay que nombrar la violencia institucional, porque no es sólo las fuerzas reprimiendo en una marcha o el gatillo fácil, la violencia son todas estas prácticas que desalientan el ejercicio pleno de derechos de las mujeres y disidencias. Es esta complicidad para con los agresores y el maltrato para con la víctima.
-¿Cómo se pueden empezar a desarmar estas lógicas institucionales para poder revertir el problema?
Yanina: -Con políticas públicas no se subvierten relaciones estructurales, pero se avanza. De 2015 (el primer Ni una Menos) a 2019 hubo un movimiento social fuerte que plantó una agenda, pero no hubo política ni recursos; había cada vez más conciencia en la sociedad, pero no se propuso un tratamiento estatal. Con los ministerios en Provincia y Nación vamos ganando territorio y existe un diálogo interinstitucional. Además del reconocimiento de otra agenda que tiene que ver con los cuidados, las desigualdades de la crianza, la vulneración de la población trans. Los movimientos seguimos acompañando y marcando la agenda porque también nos encargamos, de algún modo, de lograr que las instituciones cumplan las leyes. Es una conciencia de derechos que hemos ganado. En Tandil seguimos batallando contra diversos poderes que se encargan de trabar derechos. En la Justicia es muy fuerte y deciden el destino de las personas, eso no va a cambiar de un día para el otro.
Rocío: -Las intervenciones de los poderes del Estado están atravesadas por miradas cargadas de clasismo, racismo, estereotipos. Tenemos que pensar cuáles son las situaciones que atraviesan al conflicto que se presenta frente a una denuncia. Nunca hay una mirada neutral, y tiene que haber una mirada interseccional para construir en conjunto.
-¿Les ha tocado acompañar casos de violencia a nivel local en los que el agresor haya sido un miembro de las fuerzas de seguridad?
Yanina: -Es importante no pensar linealmente que ese concepto abarca sólo a un policía, porque hay diversos agentes, empleados administrativos y profesionales. El poder de la institución y la confraternidad que hay al interior, se cuidan entre ellos y es distinto lo que pasa con las mujeres policías que sufren violencia en su ámbito de trabajo y también en sus vínculos.
Con agentes de la fuerza de seguridad ha sido muy difícil desarrollar la denuncia y una vez hecha, fue imposible lograr un resultado judicial favorable. La complicidad entre poderes se vio crudamente ahí, cuando había resoluciones simples y hasta automáticas que fueron imposibles de garantizar. Los compañeros de trabajo del agresor, miembros de la fuerza, también amedrentaban a la mujer. Fue muy complejo y frustrante, y la situación no cesó.
-¿Hay herramientas concretas que sirvan para contener una situación de violencia antes del estallido?
Rocío: -Se pueden implementar dispositivos como la tobillera electrónica, pero cada situación amerita soluciones distintas. La restricción perimetral sirve en algunos casos pero no en todos. La tobillera lo interesante es que pone la carga en el agresor, pero se usa en casos muy puntuales y debería haber más tobilleras disponibles en los municipios. En función del riesgo se piensan los dispositivos. También hay que reparar en cómo el Estado le comunica al agresor las medidas en su contra.
Ese hecho se constituye en un corte y también tiene una función pedagógica, de explicar por qué se dispone esa restricción, pero en esto hay un vacío y la persona interpreta lo que quiere. Cada situación amerita intervenciones diferentes y cortar con ese vínculo violento, poder rehacer una vida, requiere otra reacción del Ejecutivo. Se deben poner a disposición recursos como vivienda, alimentación y demás que hagan posible sostenerlo en el tiempo. La mujer o disidencia violentada tiene que poder rehacer su vida económica, patrimonial, laboral, para llegar como Estado antes de que pase algo más grave. Si la persona que se acerca al Estado no ve que está eso a disposición, se pone en juego la subsistencia del grupo familiar y las decisiones a veces son otras.
Yanina: -Lo importante es poder pensar que la violencia de género no es algo que sucede entre dos personas, sino algo que se inscribe en un entramado social e institucional. Es una relación social, no se sufre sólo en una pareja, cuando empezamos a comprender eso se habilitan otras formas de pensamiento, y las mujeres pueden reflexionar y desnaturalizar las violencias, estos son cambios previos para pensar los vínculos socioafectivos hoy. Es posible y ha sucedido que la toma de conciencia de una situación de determinados tipos de violencia -por supuesto no de todos- ha podido reconfigurar una relación.
También la respuesta tiene que ser repensar los vínculos y reconstruirlos desde otro lugar, batallar contra el amor romántico que nos coloca en lugares horrorosos. Son procesos que se dan de manera comunitaria y cuando podemos poner en palabras lo que nos hace mal y entender que no es algo individual, nos puede ayudar a identificar situaciones de riesgo que demandan una denuncia o a tomar decisiones que modifiquen ese contexto y que ayuden a no repetir esas lógicas. Todo esto forma parte de un proceso de cambio cultural. Eso también es construir posibilidades.
Dónde pedir ayuda
Casa Violeta: San Lorenzo 67. Teléfono 249 154 286797.
Comisaría de la Mujer: Alem 1073 Teléfono para emergencias 101.
Línea 144: contención y asesoramiento en situaciones de violencia de manera gratuita las 24 horas los 365 días del año.