Carta de lectores
Los retratos del Sanatorio
Tiempo atrás leí un artículo sobre la teoría que Sygmunt Bauman denominó “Sociedad Líquida”, refiriéndose a una sociedad en la que todo cambia de un momento a otro, una sociedad en la que los cimientos fuertes parecen desvanecerse. Es líquida en el sentido literal de la palabra, como el agua que se nos escapa de las manos.
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Así lo sentí el día que pedí pasar a la sala de médicos en el Sanatorio Tandil para ver el retrato de mi padre junto a otros hacedores médicos que habían sido colocados allí atrás como reconocimiento por su trabajo en esa institución.
Mi padre, el doctor Rodolfo Julio Basílico, junto a mi tío Miguel Basílico y otros médicos como el doctor Fernández Tasende, Carlos Gentile, el doctor Apaolaza, supieron ocupar un cargo destacado en el Sanatorio porque fueron los hacedores de ese lugar en los primeros tiempos, después de su fundación.
Así fue que cuando colocaron los retratos, en casa fuimos informadas mi mamá, mi hermana Virginia y yo. Aún hoy recuerdo la hermosa sensación de saber que después de tanto dar a la comunidad de Tandil, mi padre y mi tío tendrían siempre un lugar en el recuerdo del establecimiento.
Realmente quedé sorprendida al ir al Sanatorio de casualidad y no ver los retratos. Entonces escribí una nota manuscrita con copia al cuerpo directivo, que fue firmada por el personal de mesa de entrada, para solicitar una explicación y, al menos, la devolución de las fotos de los retratos de mi padre y mi tío.
Nunca tuve respuesta. Incluso volví a pasar y no me atendieron. “No está el directivo”, fue la respuesta.
¿Por qué no creerle? Pero ya han pasado dos años y no hay respuesta, entonces escribo esta carta, que va dirigida también al intendente, que si bien es político, conoció a mi padre. Y también a los directivos del Sanatorio.
A mi criterio, hay sentimientos, hay improntas arraigadas en nuestro espíritu que no se desvanecen nunca, siguen ahí, apropiándose de nosotros y resurgiendo con fervor en fechas como las de hoy, 6 de febrero, aniversario de la muerte de mi padre.
El vínculo más estrecho de las personas nace de un culto del pasado, representado por grandes abnegaciones y por heroicas personalidades, entre ellas “los hermanos Basílico”.
Mi padre era un héroe, un héroe de delantal blanco. Lo sé, no solo como hija, sino porque es el día de hoy que, por ejemplo, mucha gente lo recuerda en distintos relatos.
Podría dar nombres y apellidos, y no solo de Tandil, sino también de Ayacucho, lugar donde resido actualmente.
Su trayectoria profesional fue fecunda, podría enumerar muchos trabajos presentados por mi padre.
Por favor, no dejemos que esos cimientos de los que hablaba en un principio, caigan. Que este artículo que escribo sirva para que el cuerpo directivo del Sanatorio me explique por qué se deshicieron de los retratos de los hermanos Basílico y otros médicos, recuerdos presentes escondidos en el lugar donde ellos fueron pioneros.
Porque ellos pueden ser guía para nuevas generaciones de médicos, de reconocimientos humanos de aquellos que dieron su vida por el bienestar del prójimo.
Por favor no simplifiquemos la historia de aquellos que dieron su vida, aun a costa de restar tiempo para sí y su familia. Que ese costo tan alto no caiga en el olvido. Ellos aportaron todo a esa institución.
Concretamente repudio la acción de haberse deshecho de los retratos de los doctores porque son el símbolo del cimiento del Sanatorio. Y cierro este escrito con una reflexión:
¿Por qué deshacerse de los retratos que son sinónimo de la impronta, marca moral, huella moral de la historia del Sanatorio?
Bluette Ethel Basílico
DNI: 12401014.